Su papá estaba sentado a la mesa junto a su ordenador y unos papeles en los que hacia anotaciones mientras miraba su teléfono, su madre fregaba un vaso en el lavabo. Sus hermanos, sentados a cada lado de la mesa, Linh tomaba algo que parecia ser jugo de naranja y Ash se atragantaba con galletas de vainilla.
- Buenos días El- dijo su mamá al darse vuelta y verla tallarse los ojos.
- ... Hola...- abrió la boca en un boztezo.
- ¿Por qué tardaste tanto en bajar?- su padre la estaba mirando con la ceja izquierda alzada, estaba moleto.
- Lo lamento, es que me distraje.
- ¿Con qué?- esta vez su papá soltó el bolígrafo y la miró fijamente.
Elena bajo la mirada, su papá gritaría si ella decía que había llamado a su hermano. Lo gemelos habían dejado de comer y su madre la miraba con curiosidad.
- Estaba tendiendo mi cama- suspiró mientras se sentaba al lado de su hermanita. Su padre asintió y continuó con su trabajo, su madre le alcanzó un vaso con jugo, un platito con galletas copn chispas y dos sandwiches y, luego, se sentó a su lado derecho.
Elena se metió una galleta en la boca, el sabor de vainilla y chocolate explotó en su legua y ahogó un gemido de placer. Su papá, en la cabecera izquierda, a su lado izquierdo se sentaba Ash y a la derecha, Linh. Ella siempre estaba al lado de su hermana y Max solía estar al frete de ella.
- Quería decirles...- inició diciendo, esperó a que todos la miraran y continuó- Faltan tres semanas para que se cumpla un año desde...- se calló y miró el asiento de su hermano.
- ¿Desde qué?- su papá volvio a alzar la ceja izquierda, pero esta vez un músculo palpitó en la sien.
- Desde... desde que Max desapareció- casi no terminó su frase por un gran estrépito, su padre había golpeado la mesa con ambos puños.
—¡PERO NADA! ¡MAX MURIÓ, YA NO PUEDES HACER NADA!
— ¡NO! ¡MAX NO ESTA MUERTO!
—Elena... — su madre había levantado los dedos, pidiendo silencio.
— ¡NO MAMÁ, TU LO APOYAS Y ESO NO ES JUSTO! ¡MAX NO ESTA MUERTO, USTEDES SE OLVIDARON DE ÉL Y LES MIENTEN A MIS HERMANOS!
— ¿Qué, no se supone que Max estaba con los abuelos?— interrumpieron los gemelos hablando al unisolo.
— Díganles la verdad, merecen saber...— miró a su padre y luego a su madre, ambos tenían un leve enrojecimiento por el enojo, todo lo contrario de Elena, que había empalidecido por gritar.
—Elena ve a tu cuarto, no quiero que salgas de ahí hasta que yo te lo diga— la voz de su papá era áspera, ¿iba a llorar? Seguramente, Elena tenía razón y él lo sabía.
— Pero...
— Ve a tu cuarto, no lo diré otra vez.
— ¿Y la escuela?— su madre se había puesto de pie. Era obvio que no podía faltar a la escuela.
— Pues hoy no irá. Esta castigada.
Con un fuerte bufido Elena se paró de la mesa y con grandes zancadas fue a su habitación. Cuando subía las escaleras pudo sentir una gota escurrirse desde su ojo hasta el mentón. Corrió al dormitorio de sus padres y desesperadamente buscó, buscó y buscó hasta que, colgando del espejo de su madre, encontró la llave del cuarto de su hermano. Salió al pasillo de nuevo, otra lágrima rodó.
Rápidamente se la secó, miró hacia su cuarto y luego al de Max, maldijo entre dientes, giró la perilla de la recamara de su hermano y azotó la puerta. No dudó ni un instante cuando le hecho seguro al picaporte.
Suspiró contra esta y cerró los ojos unos instantes. Se pasó la lengua por los labios y se dió la vuelta.
Vaya, nada había cambiado desde la última vez que entró ahí: la cama destendida, las sábanas estaban hechas una bola en un rincón; fotos alrededor del espejo, videojuegos ordenados por fechas en una pequeña repisa, ropa tirada en el piso, las persianas a medio subir y el aroma a colonia en el ambiente.
Caminó con paso lento, recorría la habitación con nostalgia. Era muy difícil estar ahí sin Max en su escritorio haciendo apuntes sobre sucesos fantásticos y paranormales, mientras le alcanzaba una silla para que sentara junto a él.
Se acercó a la repisa más grande y cogió un libro de portada roja, le hecho una ojeada y encontró una foto entre las páginas: eran ella y Max, chocaban los puños enseñando el tatuaje que se habían hecho por sus 15 años.
Miró el dorso de su mano y le sonrió a su tatuaje: "Max", se habían tautado el nombre del otro. Una de las miles de formas de mostrarle al mundo lo mucho que se amaban, la fuerza de su lazo, totalmente inseparables...
Cerró el cuaderno y lo dejo en su lugar, se recostó en la cama y contempló la fotografía. Escuchó un golpecito en la ventana y se incorporó rápidamente. Una pequeña luz azul de encendió en uno de los barrotes de la ventana y recorrió la habitación, luego la PC se encendió y un mensaje apareció en la pantalla.