Hace 11 meses:
Sus pies eran demasiado grandes para las zapatillas Converse que su mamá le había regalado por Navidad. Parecía que sus pies no dejaban de crecer, sólo tenía 16 años y ya era casi imposible hallar un zapato que le quedara bien.
Sin embargo, no diría nada, puesto que había hecho una ardua investigación- oh, al menos lo decía para imprecionar- que si se usaba una o dos tallas menos, los pies se acostumbrarían y dejarían de crecer, y él estaba decidido.
Primero debían ir a recoger a sus acompañantes, Elena- puesto que tenía esta semana libre- se había ofrecido a ayudarlo ha terminar sus maletas. Ahora parado en medio de la sala, esperando a que su madre encontrara las palabras para despedirse, vio que su padre arreglaba el cuello del chaleco de Ash, esta mañana, por raro que pareciera, estaba lloviendo.
—Maxi...— su mamá acariciaba su cabello, como cuando de pequeño llegaba con las rodillas raspadas después de jugar con Elena— Maxi, ¿llevarás esas zapatillas?
— Sí ma...
— Pero son nuevas... ¿Estas seguro de que no prefieren las otras, las de camuflaje?
— Mamá — Max había abierto la boca, pero no fue su voz la que respondió, una mano se posó en su hombro izquierdo y la cara de Elena se apoyó en el derecho— Si Max quiere llevar esas, dejalo; seguramente quiere llevar algo tuyo para siempre tenerte presente — ambos sonrieron, cómplices.
— Sí ma, El está en lo cierto. Para tenerte presente. Y para no olvidar llamar.
Su madre rodó los ojos, los miró: sus bebés, siempre juntos, siempre apoyándose, siempre protegiéndose.
Megan río y acarició el rostro de sus niños, ambos se sonrojaron y apartaron la vista cuando la caricia terminó.
— Bueno... ¿Tus boletos?
— Aquí — Elena alzó un par de cartoncitos y los agitó en el aire— el de ida y el de vuelta.
— Bien... ¿No olvidas nada?¿tu chaleco?¿tus libretas?¿tu cámara?
— Ma, tranquila, ya todo esta en el auto, dentro de mis maletas, no tienes de que preocuparte, en serio.
— Megan, haraz que tus hijos lleguen tarde a la escuela. Max ya es un hombre, dejalo irse mujer— su padre estaba con Linh y Ash en la puerta, esperando a que ella los llevara al colegio para que él, Max y Elena puedieran irse al aeropuerto. Luego de apresurar a su esposa, soltó una carcajada y los niños se taparon la boca para no igualar a su padre.
Megan puso los brazos en jarra y miro a su esposo alzando las cejas. Luego se volteo a sus primogénitos y extendió las manos, pidiendo un abrazo.
— Esta bien — suspiró una vez que se separaron— escríbeme cuando estés sentado en el avión, cuando bajes de él, y también cuando hallas llegado a casa de David.
Les dio un empujonsito a sus hijos para que fueran con su papá.
Una vez que los hermanos se despidieron-y después de volver a peinar a Ash puesto que Max le revolvió el cabello- su madre se fue en el auto con los gemelos y ellos en la camioneta, para recoger a sus amigos.
*
La madre de Josh fue un caso delicado, siempre sobre protegiéndolo por su situación, según ella, era formidable de su dalmata- que así llamaba a su hijo- por fin hubiera hecho amigos y que lo apoyaría infinitamente.
Como Josh había nacido con vitiligo, no había tenido una infancia repleta de amigos. Sin embargo, cuando se mudo al otro lado de la ciudad en donde vivía Max, su vida había cambiado para bien.
Hace tres años, cuando su papá los llevaba al parque, vieron a un niño nuevo en la caja de arena que saludaba animadamente a una mujer que estaba en la banca más cercana.
Una vez que dejaron a su padre sentado, corrieron hacia el niño para jugar con él, pero una vez que vieron su rostro se llevaron la sorpresa de que este sufría una extraña condición: tenía una mancha blanca en el lado derecho de su rostro que abarca parte de la ceja y el párpado superior y lo más sorprendente, para ellos, era que este ojo era de un color distinto al izquierdo.
Elena y Max le sonrieron y le preguntaron si podían jugar con él y desde entonces Josh y Max se hicieron los mejores amigos. Elena, por otro lado, no era muy cercana a Josh puesto que iban a escuelas diferentes y cada vez que hablaba con él se sentía incómoda.
Por esta razón Elena dejó de salir a jugar y se inventaba cualquier excusa.
Pero cuando las clases en la preparatoria iniciaron y su hermano era totalmente inseparable del chico nuevo con vitiligo, ella sospecho que era Josh, pero no se atrevió a preguntar y simplemente olvidó este tema.
Llevaban diez minutos esperando a que la mamá de dálmata dejara de abrazarlo, el chico ya había dejado de sostener sus maletas y colgó los brazos a los costados.
— Venga Sofia, que no se va a la guerra— su papá alentó a la mujer de que soltara al chico, ahora deberían ir más rápido a recoger al resto para no perder el vuelo.
La rubia soltó a Josh y le dio unas palmaditas en la cabeza, luego lo dejo pasar y él y Max entraron a la camioneta después de guardar las mochilas en el maletero.