Alex Reidfield y el Camino de la Serpiente

15. LA PRIMERA PRUEBA

Todo empezó mal. En primera, el Camino se volvía más estrecho a medida que avanzaban más en él. Cada segundo que pasaba, más cansados, más sedientos y hambrientos se ponían. Las provisiones se habían acabado, solo quedaban tres conejos, pero los guardaban solamente para ocasiones extremas. No veían casi nada, la oscuridad era completamente llena, ni un rastro de luz, solo el pequeño reflejo plateado del Camino ahora completamente metálico a sus pies, ni una pisca de roca, ni tierra; Alex tenía puesto el traje por cualquier cosa, Nathan tenía su daga en mano y Ash... bueno, Ash estaba comiendo, caminaban despacio y alertas, ya no había marcha atrás y lo sabían, solo podían hacer dos cosas, avanzar... o morir.

Aún no sabían si estaban en la primera prueba o no, pero se mantenían despiertos, Alex mantenía la esperanza de que Jeff estuviera vivo, de rescatar a las chicas y seguir vivo él igual, según sus cálculos, contando que el tiempo transcurría más rápido en el Camino de la Serpiente, ese día era veinticinco de septiembre. Habían pasado más de un mes en ese viaje, ya no podían volver aunque quisieran. Alex llegó a pensar más de una vez en su casa. En cómo quisiera estar dormido en su cama, comiendo cereal, viendo televisión y jugando, peleando con su cabello, pero se retractaba de ello pensando que, sin Melanie o Stephanie... hasta sin María ya no sería divertido. Cada vez que Alex veía la cara de Nathan, sabía que algo le incomodaba, podía ser que la muerte de sus padres ya no era suficiente como para atravesar todo eso, pero nada de lo que pasaban podría ser bueno de ahora en adelante.

Volteó hacia Ash, estaba asustado, se le notaba en la cara, sus manos tapando sus ojos. Comenzaron a tener dolores de cabeza por presionar la vista para intentar ver en un poco en la oscuridad. Aquello no podía significar nada bueno, caminaron unos veinte minutos más cuando de pronto a lo lejos vieron una luz, intensa, brillante como el día. Correr fue su primer impulso, pero Alex tenía un mal presentimiento, ¿habrían completado el Camino?, ¿no habría pruebas como decía el cartel? No, eso no era posible, no habían encontrado a las chicas ni a los demás secuestrados aún.

― ¡Oigan, espe...! ―quiso decir Alex al ver que tanto Ash como Nathan corrían a aquella luz.

Todo parecía estar bien, Ash y Nathan estaban felices, habían llegado a un pequeño campo verde, con pequeños árboles alrededor, el césped podado y pequeñas florecitas de colores en él, además un intenso olor a chocolate que les abrió el apetito casi de inmediato... era increíble.

―Alex, deja de preocuparte, quizá nos estén dando un respiro, quizá saben que estemos cansados ―dijo Nathan.

―Nat, tiraron un avión solo para asesinarme ―contestó Alex sacudiendo la cabeza para alejar su mente del impulso de recostarse en el césped que crecía en su interior―. Antes de entrar a este lugar, me advirtieron que me perseguirían hasta mi muerte, ya no estaré a salvo en ningún lugar, nunca.

―A mi igual me perseguirán, yo igual entré aquí, no me dejarán en paz tampoco.

―Entonces ¿qué es lo que te preocupa tanto?, ¿por qué sigues con esto?

―No lo sé, desde la muerte de Jeff todo ha sido más difícil.

― ¡Jeff no está muerto!

― ¡Si está muerto, Alex acéptalo!, ¡Cayó a un acantilado! ―gritó Nathan con lágrimas en los ojos―. A mí también me duele, pero hay que dejarlo ir.

Alex ya no quiso hablar, estaba muy enfadado, con Nathan por no creerle, con Ash por ser miedoso, con Jeff por no volver, con casi todo estaba molesto.

― ¿Sabes qué?, me iré a dormir ―dijo Alex.

―Bien ―sentenció Nathan―. Nosotros disfrutaremos este respiro mientras nos dure, ¿cierto Ash?

― ¿Ah?, oh claro ―dijo Ash, el cuál jugueteaba con la hierba.

Alex bufó, les dio la espalda a sus amigos mientras pensaba en todo lo que le había ocurrido hasta el momento, se recostó en el pasto y se quedó dormido. Estaba de nuevo en el campo, junto a la casa blanca, un pequeño arroyo de agua clara la rodeaba, el viento le acariciaba el rostro suavemente. De pronto, se oyó una voz.

―Alex ―decía―. Alex.

Una chica rubia salió de la casa, tenía una edad cercana a diecisiete años, ojos verdes, tez blanca y una cara redonda. Vestía además una chaqueta de mezclilla color azul con una camisa naranja a cuadros, unos vaqueros azules y unos converse viejos. Su cabello estaba un poco despeinado, pero se veía feliz.

La chica se acercó y acarició la mejilla de Alex, tranquilizándolo.

Alex no sabía quién era aquella chica. No era Sam, ella tenía la nariz respingada, aparte de ojos marrones.

De pronto, el cielo se nubló, nubes de tormenta salieron y la imagen cambió. Ahora, la chica tenía un corte en la barbilla, sangre en la cabeza y le sujetaba la nuca, ahora Alex sabía quién era, ella era la chica que había gritado al verlo muerto.

―Alex, encuéntrame, tú sabes quién soy.

―No te entiendo ―decía Alex, con voz muy débil.

―Cuando me encuentres, todo cambiará.

Y Alex despertó, sudoroso, la voz retumbaba en su cabeza, "Encuéntrame", "Encuéntrame", sacudió su cabeza, hasta que se dio cuenta de que... en verdad se oía aquella voz, no lo imaginaba. Vio a Nathan y a Ash, dormidos, la voz se seguía escuchando, "Encuéntrame", "Encuéntrame". Luego otra voz, una familiar, surgió entra la negra oscuridad alrededor de su "zona segura".

― ¿Alex?, ¿Chicos? ―dijo.

Alex no podía creer lo que oía, despertó a sus amigos, la voz volvió:

― ¿Chicos?

―No puede ser, ¿Jeff? ―dijo Nathan abriendo los ojos como platos.

De pronto, se oyeron más voces, más personas salieron de las sombras, chicos y chicas, menores de edad.

―Jeff, sabía que estabas vivo― sollozó Alex.

―Y no es el único ―dijo una chica a su lado, una chica de pelo negro, nariz chica y tez blanca. Era Stephanie―. Tenías razón Alex, estamos a salvo, gracias a ti.

Nathan lo volteó a ver, sorprendido.




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