— ¿Es aquí?— ver el edificio donde trabaja el abogado con el que voy a firmar el contrato me pone más nervioso de lo que estoy. Pensaba que sería un despacho sin más y me encuentro con que es una de las firmas de abogados más antiguas y reconocidas.
— Te dije que te pusieras algo más formal— mi madre revisa de arriba a abajo mi vestimenta, un vaquero gastado y una camiseta negra, con mala cara.
— Está bien— Dafne parece distraída desde que nos recogió.
No, no estoy bien vestido, cada paso que doy por la espléndida escalinata de mármol que conduce a la planta dónde nos recibirán me hace sentir más fuera de lugar. Al llegar al despacho de nuestro licenciado nos recibe una asistente con un traje de diseño y unas joyas a las que mi madre no puede quitar el ojo.
— El señor Pellicer les recibirá en cinco minutos, les pide disculpas por el atraso— nos dice cortésmente— ¿Desean algo de beber, un café, un refresco, agua, algo más fuerte?— pregunta al dejarnos en una sala con varios sillones de cuero negro.
— Gracias, no nos apetece en este momento— contesta muy seria Dafne por nosotros.
En cuánto nos deja, nos sentamos en los cómodos sillones a esperar, mi madre inspecciona la sala absorbiendo todos los detalles, Dafne mira al vacío con una expresión melancólica y yo, rezando en mi interior para que no haya ningún problema, visto lo visto este último mes, hasta que no estampe mi rúbrica no estaré tranquilo.
A los cinco minutos justos entran en la sala dos personas, una vestida con un traje gris claro, con el pelo negro teñido de canas en la sien, fornido y alto. El otro, pantalones vaqueros, polo blanco y unas deportivas, pasado de los treinta, rubio, ojos azules, alto y cuerpo atlético. El más mayor se acerca a dónde estamos y me levanto para saludarlo.
— Buenas tardes, soy Alejandro Vasallo, gracias por recibirnos— le tiendo mi mano.
El trajeado me mira con cara de asco levantando la nariz como si hubiera pisado una caca y me rodea dejándome con la mano estirada. Escucho contener la risa a Dafne y a mi madre cómo refunfuña por lo bajo, lo más suave que le oigo, es, maleducado.
— Creo que a quién buscas es a mí— me extiende el brazo con una sonrisa para estrechar mi mano— Roy Pellicer— me siento un poco incómodo mientras estrechamos las manos.
—Alejandro Vasallo— repito otra vez.
— Ésta encantadora dama debe ser tu madre— le toma la mano y se la besa. Ella asiente azorada.
— Cuánto tiempo sin verte, Dafne — a ella le da dos besos en la mejilla cariñosamente.
— Por favor, acompañenme— nos lleva a su despacho, una pared está llena de diplomas y titulos, otra, de decenas de fotos de distintas partes del mundo en las que aparece Roy, una de ellas me llama la atención, ¡Es Dafne! está abrazada a él, sonriéndole, mirándolo embobada. Observo más detenidamente, una cara que aparece detrás de ellos y es Lara. Miro a Dafne y agacha la cabeza intentando ignorarme, dejándome claro que no quiere hablar del tema.
— He estudiado el contrato como me pidió Dafne— la mira y ella inmediatamente aparta la vista— me he permitido añadirle unos cambios— me entrega una hoja dónde están señalados los cambios.
— ¿Exclusividad cinco años?— está tachado y abajo pone uno.
— Excesivo, tanto para la productora cómo para tí, todavía no se sabe cómo vas a resultar, si no vales, es una tontería porque no te volverán a llamar, pero si tienes éxito, estarás atados a ellos sin posibilidad de hacer otros proyectos.
— ¿Porcentaje?— debo parecer tonto, pero no entiendo mucho del tema.
— No creo que acepten, he propuesto un uno por ciento para que lo denieguen pero aprueben el siguiente cambio, obligación de un seguro de indemnización por la cantidad del sueldo íntegro más un diez por ciento por si la película se cancela, te despiden, etc.
— ¿Dafne?— necesito firmar el contrato y ella es la que conoce a Miles.
— Mándale una copia con las nuevas condiciones, sabía que añadirías algo más y está esperando en su despacho— su voz es fría cómo el hielo.
— Hecho— pulsa el botón de su ordenador cómo tenía previsto. Su teléfono suena al instante— Disculpadme, tengo que negociar con Miles, tardaré poco— se marcha con una sonrisa en la cara.
— ¿Esa no eres tú?— mi madre que ha permanecido callada hasta ahora señala la foto.
— Sí— dice cortante.
— Ahhh, muy bonita la foto— no añade más al escuchar el tono de Dafne.
— No te preocupes Álex, Roy conseguirá que acepte los cambios, es excelente en su trabajo— cambia descaradamente de tema.
— Tu amigo parece buena persona— veo como aprieta su bolso.
— No es mi amigo— me fulmina con la mirada.
— Ha aceptado los cambios, menos el del uno por ciento cómo tenía previsto— la sonrisa que traía se le ha congelado al escuchar las palabras de Dafne— En unos minutos la manda firmada— se sienta— Ahora hablemos de vuestros problemas con Ignacio Téllez.
— ¿Cómo lo sabes?— Dafne se decide a mirarlo.
— Yo sí soy tu amigo— le reprocha— estaba preocupado y...
— ¡¿Me has estado vigilando?!— alza la voz.
— No te voy a mentir, sí, después de lo que te pasó, tenía que asegurarme de que estabas bien.
— ¡No tienes ningún derecho!— se levanta para marcharse.
— ¡Si lo tengo! ¡Todavía eres mi mujer!— se levanta para ir tras ella. Mi madre se santigua.
— ¡Porqué no quieres firmar la separación!— se planta delante de él.
— Te quiero, Dafne— intenta acariciarle la cara pero ella da un paso atrás— nunca he dejado de quererte— baja la mano.
— ¡Mientes, si me hubieras querido...!— se para y nos mira— ¿Qué estoy haciendo? Lo nuestro se acabó, si no lo aceptas es tu problema— se cuelga el bolso— os espero en la calle— él se queda mirándola mientras se marcha.
— Siento el espectáculo— el hombre seguro de hace unos minutos ha desaparecido, se ve incómodo y nervioso— Lo que quería deciros es que yo llevaré tu caso.
Editado: 20.02.2020