Alexitimia

Capítulo 1

El tatuaje de las rosas negras.


 

 

Todas las mañanas intentaba controlar mi ansiedad golpeando un saco de boxeo. Lo hacía hasta que mi piel se tornaba brillosa por tanto sudor. Lo hacía hasta que mi garganta me suplicaba agua. Lo hacía hasta que lograba vencer mi ansiedad.

Y todo estaba bien. Podía controlar mi ansiedad. Podía distraerme en cosas que fueran de mi agrado. Todo estaba bien, hasta esa llamada.

Mi celular vibró en un rincón. Yo no quería responder porque sabía quién era. Llevaba toda la jodida semana llamándome, solo para verificar que esa navidad sí iría a casa.

No quieres ir.

Susurró esa voz en mi cabeza. Esa voz que llevaba soportando varios años. La llaman conciencia, y suele ser demasiado inoportuna.

Pero esa vez ella tenía razón. Yo no quería ir.

Intenté ignorar la llamada, pero él solía ser demasiado insistente. Es de esas personas que son capaces de enviar a todas las fuerzas especiales con tal de encontrarte.

Dejé de golpear el saco, quité mis guantes y la protección de mi cabeza. Lo primero que hice fue tomar una toalla para quitar el sudor de mi piel y lo hice a la misma vez que bebía un poco de agua para darle frescura a mi garganta. Mi celular había dejado de vibrar y cuando lo agarré para verificar lo que ya sabía, me di cuenta de las 27 llamadas perdidas.

Llámalo.

Me incitaba mi irritante conciencia.

De seguro ya se armó una película en su cabeza en donde ya te imaginó secuestrada o asesinada.

Mi conciencia solía ser irritante, pero a veces tenía mucha razón.

Yo soy la experta y tú la principiante.

Llamé al número de donde provenían las 27 llamadas perdidas, con la esperanza de que no respondiera. Pero desgraciadamente respondió al primer tono.

—¡Hasta que respondes! —exclamó.

—No respondí, yo te llamé —aclaré—. ¿Qué necesitas? estaba entrenando y me has interrumpido.

—Necesito que me confirmes tu asistencia.

—Ya te dije que sí iré.

—Eso me has dicho los últimos tres años y no has venido Jul. Tu madre está emocionada porque cree que sí vendrás.

—Sí iré...

—¿Ya tienes el boleto comprado?

—No.

—¿Y cuándo piensas comprarlo? dijiste que la única condición para venir sería viajando en un vuelo comercial.

—Sí. Eso dije. Cuando llegue de la universidad compraré el maldito boleto ¿bien?, ahora debo dejarte, necesito arreglarme para mi último día en la universidad.

—¿Que no se supone que salieron hace un semana? —casi lo podía imaginar con el ceño fruncido.

—Solo para los que se portaron bien.

—Jul...

—Te llamo más tarde.

Colgué.

En realidad no tenía que ir a la universidad a estudiar. Más bien, tenía que ir a hacer servicio comunitario debido a que me quedé dormida en una clase. No era mi culpa, a veces la ansiedad no me dejaba dormir por las noches.

—¿Te vas ya? —preguntó Nicky, en cuanto pasé por su lado.

Nicky es mi compañera de departamento, se podría decir que es como "mi mejor amiga". Me atrevía a llamarla de esa manera porque ella decía que así eran las mejores amigas. Ella me entendía y desde el día uno que me conoció jamás me juzgó, a pesar de la manera en la que nos conocimos.

—No.

—¿Vas a desayunar antes?

—No tengo hambre.

—Jul...

—Tengo que irme a duchar, no puedo llegar tarde, no otra vez.

—¿Segura que no quieres que te acompañe?, así acabamos más rápido juntas.

—No.

—Ok. ¿Puedo saber que demonios te pasa ahora?

—Quieren que vaya a casa...

—Y por supuesto tú no quieres ir —dijo asegurando lo obvio.

—No soy la misma chica de 18 años que abandonó su casa para mudarse a otro país —tomé aire profundo—. He cambiado y no precisamente para bien, no estoy segura de que soy la clase de chica que ellos esperan ver.

—¿Y qué clase de chica esperan ver?

—No sé, quizás y una con menos tatuajes.

—Los tatuajes te hacen lucir sexy.

—Eres una estúpida —le aventé una naranja que atrapó en el aire—. Es en serio Nicole, llevo tres años evitando ir.

—Puedes evitarlo un año más —se encogió de hombros—. Y podemos ir en busca de tu Romeo, bella Julieta. "El alma humana tiene grandes misterios que penetrar y grandes cuestiones que debatir cuando está sola". Eso dijo Romeo —fingió voz masculina.

Puse cara de yeso.

—¿Qué? —me miró.

—Me largo antes de que te agarres hablando de tus malditos libros y me provoques migraña.

—¡El mundo literario es genial! —la escuché gritar antes de encerrarme en mi habitación.

La pantalla de mi celular se iluminó con un nuevo mensaje de texto, el cual decía: "No olvides tomar tus antidepresivos, pequeña mentirosa."

Aventé el celular al cesto de la ropa sucia, solo para no oírlo por un buen rato. Escuché como Nicky ponía su música a todo volumen solo para hacer la limpieza.

Me quité la ropa sudada con la que había entrenado. Me fui directo al baño para lavar mis dientes antes de meterme a duchar. Al abrir el botiquín, observé el pequeño frasco que contenía mis antidepresivos. Dejé de pensarlo tanto y lo tomé. Miré mi reflejo en el espejo mientras metía la píldora a mi boca y la colocaba en la punta de la lengua. Me la pasé con un poco de agua mientras cerraba mis ojos, porque simplemente sentía pena por mí.

Solo es un reflejo.

Me animaba mi conciencia y sabía que era solo un reflejo. Pero era el reflejo de mí misma. El reflejo de lo que era.

Alejé de mi cabeza cualquier pensamiento que en esos momentos no necesitaba. Terminé de lavarme los dientes y al final me metí a la ducha.

Frotaba mi cabello con el shampoo, mientras dejaba que el agua casi hirviendo quitara el jabón restante de mi cuerpo. Y era ahí en donde las miraba, siempre era dentro de la ducha en donde solía recordar que las llevaba. Una rosa negra decoraba mis muñecas, una en cada mano. No era la rosa, ni la decoración, ni siquiera el significado. Era el por qué, las llevaba tatuadas justo en ese lugar.




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