Era la 1:00 de la madrugada cuando les dije a todos que me dormiría. Claro, con el pretexto de que el viaje me tenía así de cansada. Liam y Asher dijeron que se quedarían un rato más jugando videojuegos, mientras que David dijo que más tarde volvería, porque tenía que llevar a su novia. Mi madre y Leonel, me acompañaron hasta mi habitación, la cual seguía como la había dejado. Es solo que mis gustos habían cambiado y no me gustaba la decoración, pero no pensaba mover nada si sabía que pronto me iría de allí.
—Mañana podemos compartir tiempo de madre e hija —me dijo mi madre—. Son tres años que tenemos que recuperar —besó mi frente y yo solo asentí.
—Ahora te alcanzo mi chula —le dijo Leonel y mi madre asintió saliendo de mi habitación.
—¿Por qué no me avisaste que sí venías para haber ido por ti al aeropuerto? —soltó.
—Yo te dije que sí iba a venir, fuiste tú quien no me creyó —me senté en la cama.
—Creí que estabas en Alemania.
—Creíste mal.
—¿Te sientes cómoda? —inquirió.
—Lo normal. Solo serán unos días, puedo con eso y más.
—No trajiste maleta, nadie lo notó pero yo sí. ¿Qué está sucediendo morrilla?
—Nada.
—¿Y tu maleta? —inquirió.
—En Barcelona.
—No ibas a venir —no lo preguntó, más bien, lo afirmó.
—Eso que más da, estoy aquí.
—¿Y tus antidepresivos?
—No los tengo conmigo.
—Mira morrilla —suspiró—. No quiero que creas que soy demasiado castroso, ni que quiero parecer imponente contigo. Te quiero como a una hija aunque no lo seas y me preocupo, pero sabes que no puedes dejar de tomar esos antidepresivos.
—¿Ves algo diferente en mí? —pregunté.
—No.
—Es porque estoy bien, me siento bien, ni siquiera necesito tomar esas mierdas de pastillas que solo me quitan el sueño, pero aún así solo las tomo por ti —aclaré—. No las traje conmigo, mañana puedo ir a comprar unas ¿bien?
—Gracias —soltó.
—¿Por?
—Por hacer feliz a tu madre con tu llegada, hace tres años que no se sentía así.
—Igual que no se acostumbré a mí porque me iré en unos días.
—Solo trata de no ser tan dura con ella —pidió—. Comprendo el por qué eres así, pero ella no lo va a comprender porque no lo sabe.
—Bien, lo intentaré.
—Descansa morrilla —dijo y salió de la habitación.
Saqué todo el aire que reprimía, para no decir todo aquello que en realidad quería decir; como el hecho de no querer estar allí. Me dejé caer sobre la cama con mi vista hacia el techo, y no podía evitar el no rodar los ojos al mirar esas estrellitas fluorescentes pegadas en el techo.
Debí quedarme en España. Nunca debí salir de ese lugar. En realidad, no sabía por qué tenía que estar de regreso. Tampoco sabía cómo iba a disimular mi disgusto por estar allí, es que eso no debió pasarme a mí.
Maldito alemán. Estúpido Marwan.
Tampoco insultes a nuestro esposo.
Dieron las 2:00 AM y sabía que no era momento para llamar a Naím. Estaba agotada y solo quería descansar, ya que en ese momento no estaban los antidepresivos en mi sistema. Me levanté a quitarme la ropa que llevaba y solo quedé en ropa interior —como me gusta dormir—, pensaba en quitarme el maquillaje, pero estaba tan agotada que me dio flojera hacerlo, así que solo apagué la luz y me tiré en la cama cayendo en un profundo sueño.
¿Por qué lo hiciste?
Las voces provenían de un lugar lejano.
¿Por qué lo hiciste?
Se acercaban un poco más.
¿Por qué lo hiciste?
Las voces eran más cercanas y más insistentes.
¿Por qué lo hiciste?
Todo era más claro y conciso.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó y abrí los ojos.
La silueta oscura que estaba casi sobre mí, me hizo reaccionar de manera en que estiré mi brazo para tomar la navaja que estaba sobre el buró, pero su mano fue más rápida y me detuvo cuando pensaba en apuñalarlo. Tapó mi boca con sutileza y me quitó la navaja de la mano.
—Soy yo, David —dijo y todos mis músculos se relajaron.
Entonces, destapó mi boca pero no se movió de lugar.
—¿Qué estás haciendo en mi habitación? —pregunté—. Pude haberte matado.
No respondió, ni siquiera pude verlo ya que solo parecía ser una silueta. Pero sabía que era real, su respiración me lo terminaba de confirmar.
—Te pregunté algo y sino vas a responder, entonces sal de mi habitación y déjame dormir.
No respondió, al contrario, hizo algo extraño. Tomó mi mano y la entrelazó con la suya, después se llevó ambas manos hacia su rostro y se comenzó a frotar su mejilla con mi mano.
—¿Qué estás haciendo? —susurré.
—No sé a qué volviste —susurró.
—Te recuerdo que esta también es mi casa —aclaré.
—Ahora que estoy comenzando una relación —dijo—, ahora que decidí sacarte de mi vida, justo ahora tenías que volver.
—Sal de mi habitación —solté porque no quería seguir escuchando lo que decía.
—Shhh —siseó y me tapó la boca de nuevo—. No debiste volver, lo estás jodiendo todo de nuevo y... volviste a despertar todo aquello que juré que estaba superando.
Su mano seguía sobre mi boca.
—Estás más hermosa, más cambiada, pero... más peligrosa.
Entonces, todo mi cuerpo comenzó a temblar, algo dentro de mí latía incontrolablemente, mi respirar estaba totalmente fuera de control y sentía frío, mucho frío. Se subió encima de mí, quitó su mano de mi boca y comenzó a olfatear mi cabello.
—Hueles delicioso —susurró.
—David, vete —dije apenas y pude.
—¿Recuerdas nuestra primera vez? —preguntó—. Fue exactamente en esta cama. ¿Recuerdas aquellas escapadas en moto? por la madrugada en la que terminabamos haciéndolo encima de la moto, en el lago, en el campo, mientras todos dormían. Cuando iba por ti a la escuela y nos íbamos a lugares en donde nadie podía vernos, ¿recuerdas cómo mis manos terminaban por debajo de tu falda y temblabas con solo sentir mi tacto?, ¿lo recuerdas?
Pasé saliva.
—¿Lo recuerdas? —susurró cerca, muy cerca de mis labios.