—Entonces, el demonio se enamoró de la humana —terminó de contar Nicole.
Ni siquiera había prestado atención a lo que ella contaba, pero hice como que había estado poniéndole atención mientras yo recordaba al demonio que había conocido.
—Que bien —respondí.
—Es un libro fascinante —chilló—. Debería dejártelo y que lo leas en tus tiempos libres.
—Eh, no.
—¿Por qué?
—Porque no tengo tiempo libre.
—¿Y qué tienes que hacer ahora por ejemplo? —levantó una ceja.
—Ir a ver si mi invernadero sigue vivo y después irme al campus. Tengo solo dos clases y tú debes irte o no te dejarán entrar.
Nicole miró la hora en su celular y pegó un enorme grito, estaba por salir de la habitación cuando de pronto, se devolvió y me miró raro.
—¿Qué? —solté.
—Es que Liam ya se fue —jugaba con sus dedos—. David, creo entra en el mismo horario que tú y...
—Llévate mi moto. Las llaves están ahí —señalé.
—¿Y tú?
—Me iré con David.
Oh, sí.
Nicole asintió, tomó la llaves y después salió casi corriendo.
Cerré mi portátil el cual mantenía encendido intentando escribir algo sobre la polilla, pero no había nada que pudiera escribir sobre ella.
Me levanté de la cama y salí al balcón. Afortunadamente la puerta de David estaba abierta, así que me metí como si fuera mi habitación. Al entrar, él iba saliendo del baño con la toalla enrollada en la cadera, mientras que con otra toalla se secaba el cuello.
Por favor, cómetelo, llevamos días en abstinencia.
—¿Jul?
—¿Puedo irme hoy contigo? —solté la pregunta—. Nicky se ha llevado mi moto y...
—Jul, eso no lo preguntes ni de broma —bufó y se acercó al mueble en donde tenía sus perfumes y desodorantes—. Puedes montar mi moto cuando quieras.
¿Y también lo podemos montar a él? por fis, por fis.
—Joder, ¡cállate ya! —exclamé, intentando callar esa voz fastidiosa de mi cabeza.
—¿Eh? —David me miró extraño mientras se ponía desodorante.
—No, no era a ti —negué con la cabeza—. Olvídalo.
—¿Segura que estás bien? —se acercó a mí.
Oh sí, acércate más.
—Desde ayer andas actuando raro.
—Sí. Iré al invernadero, llevo días sin ir y quizás encuentre todo muerto —dije y me di la media vuelta.
—Yo lo he cuidado —soltó—. También lo he regado hoy por la mañana.
Entonces me di la media vuelta de nuevo.
—Entonces te dejo para que te cambies y te espero abajo.
—Puedes esperarme aquí, no hay problema, no hay nada nuevo que no hayas visto antes.
Entonces dejó caer la toalla.
Rompe con la abstinencia, por fis, por fis.
—David...
—Solo voy a cambiarme, Jul.
Pero su compañero está creciendo...
—Te espero abajo —solté y salí de inmediato.
Si sigues así vamos a terminar con un nido de telarañas allá abajo, peor que como tiene el cabello la loca de tu suegra.
Esperé a David tal y como lo dije. Él bajó en 20 minutos. Al llegar al campus cada quien se fue a su aula sin mencionar nada.
Había terminado mi primera clase y tenía que esperar treinta minutos para la próxima. Recordé que no había desayunado nada y aproveché para ir a comprarme un frappé en la cafetería. Afortunadamente la polilla no me siguió.
Estaba sola en una de las mesas bebiendo mi frappé de fresa. No me habían llegado mensajes extraños y lo dejé pasar.
—¿Quién es ese chico? —murmuraron unas universitarias en la mesa del lado.
—Nunca lo había visto, pero está buenísimo —respondió otra.
—Lo quiero para mí —dijo otra.
—Tú siempre quieres a todos —se quejó la primera que lo vio.
Entonces volteé a mirar hacia el mentado chico que las ponía así de intensas.
Por las llamas infernales.
Tuve que parpadear varias veces para asegurarme de que estaba viendo bien.
—Hola, manzanita —dijo mientras se sentaba a mi lado.
Las chicas de la mesa del lado se quedaron completamente calladas y me miraban con la boca abierta.
—¿A que vos no esperabas esto? —sonrió ampliamente y yo seguía sin poder reaccionar.
—¿Tú?
—Yo.
—¿Qué haces aquí?
—Te dije que un 911 no podía alejarse de su crimen —sonrió aún más—. Estoy aquí por vos y no pienso abandonarte nunca más.
—Dejaste Nueva York.
—¿Y eso es bueno o malo?
—¿Por qué...?
—Porque vos lo vales todo, mamacita.
—Naím...
—Te dije que vos y yo teníamos algo grande, y esto es más grande que una simple ciudad. Te mentí cuando te dije que no podía quedarme. Te mentí cuando dije que necesitabas poner tu mente en blanco. Te mentí porque quería sorprenderte —asintió—. Mor, no necesitás pensar en nada, yo sé lo que vos querés y sé que me necesitás ¿cierto? Así como yo necesito de mi fruto prohibido.
—¿Qué se supone que debería hacer ahora? —pregunté sin entender.
—Marcar territorio.
—¿Ah?
—Bésame, beba.
Entonces lo hice, junté mis labios con los suyos y mientras nuestros labios se movían en una buena sincronización, escuché bufidos en la mesa del lado. Cuando me separé de sus labios, volteé hacia una parte de la cafetería y lo vi. Ahí estaba David junto con Aidan, los dos miraban hacia mi dirección, a uno no le presté atención, pero en el otro sí pude ver aquellos ojos que esta mañana eran verdes y en ese momento, su tonalidad eran amielados. David se dio la vuelta y salió de la cafetería, Aidan tardó en reaccionar, pero al final salió detrás de su amigo.
—¿Entre vos y ese man...?
—No hay nada —solté—. Él tiene novia y...
—Vos me tenés a mí, ¿lo sabés no?
—Me gusta tenerte aquí, cara de gato.
—¿Alguna novedad en estos días? —inquirió.
—No.
Mentirosa.
—¿Nada?
Dudé un momento en contarle sobre los mensajes, pero lo descarté solo porque no había vuelto a recibir otro. Pensé que teniéndolo cerca, no volvería a recibir ningún otro.