Pasaron dos meses.
Desde aquel encuentro ardiente con Naím, nada había cambiado —bueno, solo algunas cosas—, entre él y yo. Esos dos meses me los pasé prácticamente del campus a la casa de Naím. Rara vez visitaba mi casa y parecía que ya me había mudado con Naím. Las pocas veces que dormí en mi casa, al día siguiente debía irme al campus, pero Nicole ya se había adueñado de mi motocicleta y la usaba como si fuera suya. Una vez le dije a David si podía irme con él y su respuesta fue "dile a tu esposo el colombiano que venga por ti". No entendía su actitud, a veces era tan... raro.
Si supiera que el colombiano es nuestro amante y nuestro esposo es alemán.
Volviendo al tema de los dos meses. Mamá me había dicho: "Jul, Nicole es tu invitada, no la nuestra. Debes atender a tus visitas o sino llévatela con Naím, y no es que la esté corriendo, porque Nicky me cae muy bien, pero no la puedes abandonar así. Ella está aquí por ti, no por nosotros, y ahora Liam es quien tiene que tapar todos tus abandonos para no hacerla sentir mal."
Ignoré todo el mini sermón de mi madre y solo me enfoqué en "Liam". Necesitaba hablar con esa coreana para saber que había podido hacer en dos meses. Por otra parte, seguía recibiendo mensajes extraños sin nombre —los cuáles decidí ignorar por completo—. Tampoco había vuelto a recibir mensajes de aquel demonio llamado: Daniel Mondragón.
En fin, seguimos hablando de los dos meses. El campus seguía siendo igual, nos juntábamos Naím y yo. En otra parte, la polilla, el polillón y el bipolar. Y bueno, creo que Nicky y Liam se perdían por ahí. Necesitaba ponerme al día con esa coreana.
Los dos meses se pasaron tan rápido que, un día estaba en los brazos de un colombiano, y al otro ya estaba montada en una moto a punto de competir con: David Olivares. Sí, el mismo de ojos bipolares.
Oye, eso rimó.
—Esto es una locura —David, negó.
—Deja el drama, solo es una competencia. ¿Qué puede pasar? —lo miré—. ¿Que pierdas?
—Ay, por favor —bufó.
—Si quieres puedo dejarte ganar —me encogí de hombros.
—No lo sé, Jul... tengo un mal presentimiento.
Hice cara de yeso.
—¿Qué? —me miró—. Hoy es la fecha maldita. Hoy es viernes 13.
—No me jodas con eso.
—Y es Marzo —murmuró.
—¿Y eso qué?
—Fue un 13 de marzo cuando te cortaste las venas —soltó.
—Oh —le quité la mirada, pero rápidamente añadí—: pues quizás ahora se me corten los cables de la moto y acabe con lo que no pude aquel 13 de marzo.
Entonces me coloqué el casco y avancé a la línea de salida que ya estaban marcando con aerosol. Los corredores anteriores ya habían terminado, por lo tanto ya era nuestro turno. David llegó colocándose a mi lado y esbozó una pequeña sonrisa, solo que se miraba extraña, como sin fuerzas.
La bengala azul dio el pase de salida y ambos arrancamos la moto. Solo que estúpidamente ninguno intentaba arrebazar al otro, parecía que solo estábamos dando un peligroso paseo bajo las tinieblas. David subió el lente de su casco y me permití hacer lo mismo, no podíamos perder la vista al frente, sin embargo, hubo un tramo recto en el que ambos volteamos a vernos, justo antes de la curva. David me dio un asentimiento de cabeza que no entendí para nada lo que quería decirme, entonces quise enfocarme porque era una carrera que no podía perder, necesitaba ese dinero para Nicole.
Pero fue en ese momento que algo chispeó entre la carretera y la moto de David. No podía desenfocarme del camino, pero antes de llegar a la curva pude ver que él trataba de hacer algo con la moto. Entonces, de pronto, volteó a verme y negó con la cabeza. Acto seguido, aceleró metiéndose justo en frente de mí y tomó aquella curva a toda velocidad.
¿Está loco o qué?
Pensé que era una nueva estrategia, pero lo descarté cuando miré que derrapaba en la motocicleta y después su cuerpo salía volando hasta caer y dar varias vueltas por el suelo.
Paré la moto justo en donde estaba la otra hecha pedazos, y si así había quedado su moto, quizás y él estaría...
Muertado.
Muerto.
Bajé de la moto y me paré en medio de la carretera, escuché cómo se regresaba el motociclista encargado de grabar las carreras, sin importarle lo que había sucedido.
¿Y qué se suponía que yo tenía que hacer?
Comencé a dar pequeños pasos sobre aquella carretera abandonada, sintiendo una extraña sensación que me apretaba en mi interior. No sabía qué era, ni cómo llamarlo. Solo puedo decir que era una sensación que nunca me gustaría volver a sentir. Entonces me quité el casco y con él en la mano, seguí dando pasos, ya casi estaba cerca de aquel cuerpo que parecía inerte.
Entonces lo escuché. Aquel quejido me hizo soltar la respiración que ni siquiera sabía que estaba reteniendo.
—¿David? —murmuré.
—Jul —dijo apenas y pudo.
—¿Qué debo hacer? —inquirí, viéndolo desde arriba.
—Llama... llama al 911 —intentó sentarse, pero su espalda volvió a caer.
Carajo. Yo no estaba para esas cosas.
—¿Te duele? —pregunté.