Alexitimia

Capítulo 19

Todo parecía ir demasiado normal para ser verdad. Naím, había notado mi acercamiento con Aidan, no me juzgó, solo me dijo: "ten cuidado con lo que vos hacés, a veces se nos parece fácil y después resulta ser más complicado". No entendí aquellos términos, y ojalá lo hubiera entendido en aquel entonces.

Días después, me enteré de que Nicole y Liam eran oficialmente novios. Para mí era sumamente asqueroso ver a mi hermano besar a la coreana, y no por ella, sino porque nunca en la vida lo había visto compartir saliva con alguien más. Cuando mamá se enteró, se quedó completamente muda, y entonces tuve que ayudar al adoptado diciéndole a mamá que; siempre no era gay.

Por otra parte, al parecer mamá y Leonel estaban en un plan de "reconciliación". Dijeron que se irían a México un par de días, a aquella casa donde revivieron su "amor". Esa noticia hizo sacar a Liam, aquel lado rebelde que no le conocía. Resulta que comenzó a planificar una fiesta para la coreana. Ella jamás había tenido una y Liam se le veía... sonriendo estúpidamente por hacerle esa dichosa fiesta.

—Entonces qué mamacita, ¿venís conmigo, o qué? —me preguntó Naím, a la salida del campus.

—Sí. Hoy se van mamá y Leonel. Y la verdad, es que no quiero que ella se ponga en ese modo extraño de derramar agua y decir cosas sin sentido.

Naím sonrió.

—Además, es asqueroso ver a la coreana y a Liam mezclando saliva —hice cara de asco.

—Pues no se diga más mi amor, nos vamos pues —me hizo un movimiento de cabeza—. En el camino vemos qué comer.

El trayecto del campus a la casa de Naím era corto, y más cuando tomaba atajos extraños para evitar semáforos. Cuando llegamos a su casa, metió su convertible en la cochera, y por ahí mismo había unas escaleras que nos llevaban hasta el interior de su hogar.

—Iré a ducharme —dijo—. Ahí mirás en la cocina a ver qué encontrás, y si vos querés llama a pedir algo.

Entonces, él desapareció por el pasillo y yo me fui directo a la sala para aventar al sillón mi portátil y mi pequeña mochilita en la que cargaba algunos apuntes. Subí unas escaleritas que me llevaban a la cocina y abrí las dos puertas de esas que se abren para ambos lados, pero entonces, lo vi, y su aroma penetró mis fosas nasales.

Ahí estaba Daniel Mondragón, sentado en un banco de la barra, comiendo helado en una copa.

—Hola, nena —esbozó una pequeña sonrisa.

Hola, papasito.

No respondí. Me quedé ahí parada viéndolo sin ninguna expresión. Él, seguía metiéndose cucharadas de helado a su boca y pasaba su lengua por el contorno de sus labios para así quitar el restante. Fue en ese momento que reaccioné y noté que lo miraba más de lo que debería. Opté por marcharme, una cosa es que lo haya encontrado en el loquero y otra que esté justo aquí en la casa de Naím. Aunque no tenía por qué ser raro cuando era su padre, pero... Naím, no me había llevado si hubiese sabido que él estaba allí.

—¿El diablo huyendo? —habló y detuve el paso.

Escuché como bajaba de aquel banco y, no sabía por qué, pero me tensé en mi mismo lugar cuando la suela de su zapato golpeó con la loseta.

—No muerdo, nena —dijo—. A menos que... tú quieras que yo te muerda.

La madre que nos parió, agárrame que estoy colapsando.

Al instante que sus últimas palabras fueron susurradas en mi cabello, yo me volteé inmediatamente.

—¿Alguien me ganó y te ha mordido la lengua? —lamió sus labios.

Muérdeme.

—La última vez, creí haber dicho que no me gusta hablar mucho —lo miré.

—La última vez, quedamos en algo pendiente tú y yo —golpeó mi nariz con su dedo índice.

—Y el que canceló fue usted —aclaré.

—¿Ya volvimos a hablarnos con formalidades? —metió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Sabía que mi hijo se mudaría para acá, solo que no creí que lo hiciera tan rápido —me miró mis piernas desnudas—. Pero no lo culpo, yo también habría hecho lo mismo.

—Los ojos los tengo arriba —añadí y subió su mirada—. Naím no lo quiere cerca de mí ¿por qué?

—¿Obedeces a mi hijo? —levantó una ceja.

—Yo no obedezco ni a mi madre —aseguré.

—Entonces... ¿no me quiere cerca de ti? —preguntó.

Negué, sin quitarle la mirada de encima.

—¿Y qué es lo que tú quieres, Jul? —indagó.

Que me tomes, me azotes y...

Abrí la boca para decir algo, pero después la cerré cuando olvidé lo que iba a decir.

Entonces, de pronto, mi espalda golpeó con la pared y el cuerpo del padre de mi 911 estaba pegado al mío. Sus labios estaban tan cerca de los míos que podía sentir su aliento a helado de vainilla. Ladeé mi cabeza solo para no tener tan cerca aquellos labios endemoniados. 

—Te pareces tanto a ella —gruñó, mientras apretaba su frente en mi cabeza.

—¿A mi mamá? —puse derecha mi cabeza para verlo bien a los ojos—. Mírame bien, Daniel. Grábate mi olor, y grábate bien estas palabras —asentí—. Nunca seré como ella, yo sí sé disfrutar los peligros de la vida.

Entonces, lo besé.

Espera... ¿Qué? ¡¿Que hiciste qué?! hoy debo decirlo, me siento tan orgullosa de ti.

Su boca le abrió paso a mi lengua y la introduje hasta la campanilla. El beso se sentía tan caliente que ni siquiera me di cuenta en qué momento se había metido entre mis piernas y me sujetaba de mis glúteos. Su erección estaba tan crecida y potente que al contactar con mi entrepierna, no pude evitar no gemir entre aquel beso ardiente.

Pero entonces, me separé, no sin antes halar su labio inferior con mis dientes, haciendo que éste sangrara un poco, y después, lo empujé tres pasos lejos de mí.

Caes mal mija, caes mal.

—Espero que con esto —limpié la saliva de mis labios—. Te haya quedado claro que; Carolina, es Carolina, y yo, soy yo.

Pasé por su lado, caminé hasta el refrigerador y justo cuando lo abrí, las dos puertas de la cocina se abrieron dejando entrar a mi 911.




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