Unos bailaban, otros bebían en grupitos, otros gritaban desde adentro del lago, otros destilaban sexo en rincones. ¿Y yo? yo estaba acostada en una hamaca, con una cara de yeso. Dije que iba a ponerme la mejor peda de mi vida, pero de pronto se me quitaron las ganas. Preferí no hacer el ridículo y disfrutar de quien sí lo hiciera.
Asher, se había encargado de preparar todas las botanas y después se fue a encerrar en su habitación. Dijo que si necesitaba tranquilidad no dudara en ir con él —su habitación quedaba hasta el fondo y no tenía ventanas—. Naím, andaba por algún lugar de la fiesta bailando con una estudiante de derecho. Antes de hacerlo me preguntó si eso no me molestaba, yo le dije que me venía valiendo tres hectáreas de... bueno, eso que más da. David, andaba muy pegadito con la polilla, abrazados, bailando y compartiendo gérmenes.
¿Celos Potter?
Nicole y Liam, se quedaron adentro arreglando el pastel. No entendía a la coreana, primero me dijo que quería que yo eligiera la decoración, y cuando lo hice; pegó el peor grito que haya escuchado.
Es que sí te pasaste.
Ella me dijo que le gustaban los libros, y lo único que se me ocurrió fue pedir un pastel de aquellos libros que mencionó cuando llegó. Esa saga de las 50 sombras, yo qué coño iba a saber de qué se trataba. Cuando el pastel llegó tenía un pene enorme y no mencioné que fue por sus libros. No creo que Nicole haya querido que yo mencionara eso delante de Liam. Así que solo mencioné que lo que a ella más le gustaba eran los penes.
Y estoy segura que hubiera preferido que mencionaras lo de los libros.
De pronto, me daban ganas de tomarle la palabra a Asher. De pronto, sentía como si fuera yo la que sobrara en esa fiesta. Todos estaban en donde tenían que estar, y yo estaba en un lugar que claramente no quería estar.
Nuestro lugar era estar amarradas a la cabecera de la cama del demonio y con una venda en los ojos.
Me bajé de la hamaca y me empecé a alejar de la fiesta. Nadie lo notaba, cada vez la música se escuchaba a la lejanía y yo tomé rumbo hacia los pinos en vez de ir al campo verde. Cuando recién llegamos a vivir a ese lugar, era mi parte favorita para esconderme de mis hermanos. Era mi lugar, mi espacio, un lugar en donde podía hacer lo que no quería hacer delante de todos.
Cuando aún no pensaba en penes, que tiempos aquellos.
Llegué a recargarme en el tronco de un pino, la mirada la tenía hacia arriba, justo en la iluminación de la luna.
No vayas ahí... soy tu conciencia y sé lo que estás pensando.
Ya casi...
Te lo prohíbo.
—¿Aquí es donde te escondes? —escuché la voz y bajé mi cabeza.
Aidan, estaba recargado en el tronco de otro pino. No me miraba, buscaba algo en sus bolsillos y después sacó un cigarrillo y lo encendió.
—¿Me estás siguiendo? —inquirí.
—Podría decirte que no. Pero te estaría mintiendo, ¿fumas? —me ofreció de su cigarrillo.
—Muy rara vez lo hago —comenté—. Pero justo hoy necesito algo más fuerte que un cigarrillo.
Aidan, tiró su cigarrillo al piso y después lo apagó con la suela de sus zapatos. Buscó algo dentro de su chaqueta y sacó una pequeña cajita de aluminio.
—David, me mataría por esto —comentó—. Pero solo será uno ¿no? —dijo, mientras me mostraba aquel churrito de marihuana.
—¿Marihuana? —levanté una ceja—. Nunca en la vida he consumido eso.
—Y para todo hay una primera vez ¿no? —se acercó a mí, encendió aquel churrito de marihuana y después le dio una calada—. Tu turno.
Tomé aquel churrito de marihuana entre mis dedos y lo llevé hasta mis labios, inhalé y después exhalé. Tenía que admitir, sentir aquel humo en mis pulmones era otra sensación. Pero el detalle era que no solo fue uno, vino el segundo y después el tercero y así fue como llegamos a sentarnos a un tronco para seguir fumando.
Reía a carcajadas, miraba la luna doble y a la vez parecía que se movía de un extremo a otro. A Aidan le habían crecido los labios y si lo miraba más de cerca, solo se le miraba un ojo. Mi cuerpo se sentía tan liviano que creía que cualquier viento podría llevarme, pero no podía dejar de reírme y lo peor de todo, era que no sabía por qué lo hacía.
—¿Nunca te han dicho lo preciosa que te ves cuando ríes así? —preguntó Aidan y yo solté otra carcajada, su voz se escuchaba como de ardilla.
No podía parar de reír, me sujetaba mi estómago porque sentía que se iba a partir en dos.
—Mierda —dijo Aidan y volvió a reír.
—¿Qué? —lo tomé del brazo y me recargué en él, porque ya no sabía de qué sostenerme para no caerme de la risa.
—Se acabó la marihuana —soltó y empecé a patalaer de la risa.
—Deberíamos ir por más —comenté entre risas e intenté pararme.
—Carajo, espera. Te vas a caer... —caí encima de Aidan y ambos nos fuimos de espalda, y los pies quedaron arriba del tronco.
Las carcajadas fueron más fuertes hasta que poco a poco fueron disminuyendo y el silencio abundó entre los dos. Descubrí que podía tapar la luna con un dedo, pero lo más impresionante fue que la hice desaparecer.
—¿Viste lo que hice? —le pregunté a Aidan.
—¿Qué?
—Hice desaparecer a la luna.
Aidan soltó una risita.
—No la desapareciste, solo se ocultó entre tanta neblina —comentó.
Después confirmé lo que él había mencionado cuando la luna volvió a asomarse.
—¿Crees que hayan notado nuestra ausencia? —preguntó y eso hizo que moviera mi cabeza hacia un lado. Sus ojos estaban rojos, parecía que apenas se iba despertando.
—No lo creo... todos parecían estar muy ocupados en lo suyo.
—En especial David y Adara ¿no?
—Ajá.
—Entonces estamos mejor aquí ¿no?
No le respondí. Observé cada facción de su rostro como si de un experimento se tratara. Me quedé con la mirada perdida al punto de lograr ver cada poro de su rostro.
—Me gustan mucho tus labios —comentó.