El filo de la navaja dibujaba el contorno de mi tatuaje de rosa negra, incluso, aquella cicatriz menos notoria. Mi mano temblaba a consecuencia de la repentina ansiedad. Llevaba días que no tomaba mis antidepresivos y por alguna extraña razón sentía que los necesitaba y no tenía.
—¡Jul! —escuché el escandaloso grito de mi hermano, corrió de inmediato hasta mí y alejó el filo de la navaja de mi muñeca—. ¿Qué haces? —me miraba de una manera antinatural, intentaba quitarme la navaja de mi mano, pero yo la sostenía con fuerza.
»Estoy aquí, escúchame —susurraba—. Ya pasó princesa, estoy aquí, ya pasó —su voz me comenzaba a tranquilizar y poco a poco fui soltando la navaja, hasta que Liam la tomó en sus manos y la guardó en un bolsillo de su pantalón.
Liam tomó mis manos y notó el temblor en ellas, pero no comentó nada. Con sus dedos comenzó a masajear el contorno de mis manos y el contorno de mis rosas negras, pero se detuvo cuando sintió la cicatriz en la otra muñeca. La tocó, pero tampoco mencionó nada.
—Yo no iba a hacer nada —comenté.
—No digas nada princesa —esbozó una sonrisa, pero su mirada no lo hacía lucir como siempre—. Estoy aquí contigo ¿de acuerdo?
—Solo quiero dormir —susurré con una voz somnolienta.
Me acosté en la cama encima de las cobijas que ya estaban tendidas. Liam fue hasta el armario y sacó una cobija de esas que son calientitas. Creí que me la pondría encima, apagaría la luz y después se iría, pero no. Liam se quitó sus zapatos y se metió debajo de la cobija junto conmigo. Apagó la luz de la lámpara y me invitó a que me acomodara sobre su brazo.
Y entonces comenzó a contar...
—Érase una vez una princesa oscura. Vivía en un castillo en lo más alto de una colina donde ni siquiera un rayo solar se asomaba. Las nubes eran grises y aquel castillo permanecía envuelto en una capa de neblina. La princesa no era mala y aún así todos le temían. Cuando ella iba al pueblo en su carruaje, todo el pueblo lucía solitario, las personas decían que ella tenía un hechizo y era capaz de volver oscuro todo aquello que ella tocara. Su semblante era pálido y tenía unos ojos azules realmente impresionantes, era muy bella, pero jamás sonreía.
Un bostezo se escapó de mi boca.
»A pesar de tener unos ojos hermosos, éstos no brillaban, su mirada estaba demasiado apagada. Pero no siempre había sido así. La princesa era dulce, sonreía todo el tiempo, amaba todo lo colorido. Ella alguna vez en su vida fue feliz, hasta que perdió a su paloma blanca. Ella adoraba a su paloma y cuando sus alas dejaron de agitarse, la princesa sufrió demasiado, se fue apagando lentamente, sus jardines se fueron marchitando. Lo colorido se volvió opaco, y ella su mundo lo convirtió en gris. Se metió dentro de un agujero negro en el que ella misma afirmó que nadie podría sacarla. Al principio era un agujero pequeño, pero conforme pasaba el tiempo, ella escarbaba su propio agujero hasta que éste se convirtió en un socavón.
Mis ojos se cerraban y se abrían lentamente.
»Y cuando la princesa oscura decidió salir de ese socavón, ya era demasiado tarde. Nadie quería sacarla, nadie podía hacerlo. Hasta que un valiente caballero levantó la voz y calló a todo el pueblo. Él creía en ella, él confiaba en ella, él no le temía, él la sacó del profundo socavón.
—¿Qué fue de ella? —pregunté con un tono cansado—. Siempre dices que la sacó de ese agujero, pero nunca mencionas qué fue de ella.
—Aún sigo esperando esa parte —respondió Liam y entonces me permití cerrar los ojos para así quedarme dormida.
Cuando desperté por la mañana, estaba sola en mi cama. Todo había regresado a su programación regular. Eso era una de las cosas que no me gustaban de mi trastorno, esos momentos de debilidad y que por alguna extraña razón; me hacían sentir como si yo no debiera permanecer a esta jodida humanidad.
Cuando salí de mi habitación me topé de frente con Liam, al parecer estaba a punto de abrir la puerta cuando yo la abrí.
—Buenos días, princesa.
—¿Qué tienen de buenos? —rodé los ojos y le pasé por el lado.
—¿Cómo te sientes? —inquirió mientras me seguía.
—Yo bien. El raro eres tú, ¿pero qué se puede esperar? eres el adoptado, y por lo tanto eres raro.
Entonces, de pronto, se lanzó a mis brazos y me apretó con fuerza, besó mi coronilla y después dijo—: Te amo Jul, recuérdalo siempre.
¿Por qué suena como si se estuviera despidiendo?
Oh, ahí estás. Creí que por fin me había librado de ti —le respondí a mi conciencia.
Tu cabeza ha sido mi mejor casa, el día que te vuelvas monja sí tendré que abandonarte.
Rodé los ojos frente a Liam y di media vuelta para marcharme. Supuse que Nicole no estaba porque de lo contrario estarían los dos pasándose gérmenes.
Llegué a la universidad y al mismo tiempo lo iba haciendo Naím. Había hablado con él mientras hacía el intento de arreglarme, me dijo que se saltaría una clase para verme cuando yo llegara.
—Vea mi amor que ojos traes, no dormiste bien anoche ¿cierto? —preguntó mientras veía mis ojos.
Sé lo que miraba, yo también lo noté. Tenía una capa oscura debajo de mis ojos y por más corrector que me puse, no ayudó demasiado.
—No tuve una buena noche —me encogí de hombros.
—¿Pasó algo? —indagó.
David nos mandó al carajito. Solo nos quedas tú y tu padre, ya que nuestro esposo sigue desaparecido.
—Nada importante —añadí de inmediato.
—¿Tenés clases ahora? —preguntó.
—Sí... y no quiero entrar —agaché la cabeza.
—Sé lo que pasó —soltó y levanté la cabeza.
—¿De...?
—Liam me llamó esta mañana.
—Maldito adoptado —escupí entre dientes y me volteé hacia otro lado.
—Se escuchaba muy preocupado mamacita —Naím me volteó el rostro—. Mor, decime que no intentaste hacerlo de nuevo.
—¡Nooo!
—Tranquila mamacita, que yo te creo —me tomó de la mano—. Pero Liam me dijo que te mirabas muy vulnerable, que parecías una niña desprotegida.