Algo para recordar

CAPITULO TRES

Ataque fortuito

Conforme fui saliendo del pueblo fui fijándome más en los detalles de todo, pero no conseguía reconocer nada de aquello, se suponía que si yo había estado viviendo allí toda mi vida hasta los veinte años, debía recordar algo, pero no... Para mi aquel lugar era absolutamente nuevo, no era capaz de acordarme de nada, era como si fuera la primera vez que visitaba el pueblo.

No sé porque pero en vez de irme directamente del pueblo tras la fatídica visita al Reverendo Harris, me paré frente a una pastelería, me fijé en el cartel que había pegado en la puerta bajo el letrero de cerrado:

El mejor Pastel de Calabaza de todo Texas.

Mi madre dijo eso... ¿pero de verdad fue mi madre... Elizabeth? ¿O fue mi madre la… otra? Eso sería aceptar que lo que decía esa carta era cierto... ¿Pero porque mentirme? Tenía que ser verdad...

Iba a comprender todo esto aunque me fuera la vida en ello…Volví a subirme al coche y salí de Landonville sin volver la vista atrás.

Conseguí hospedaje en un pequeño hotel y por fin pude quitarme el vestido, que prácticamente llevaba pegado al cuerpo. Me bañé pensando en todos los sucesos que había vivido desde que mi… Elizabeth había muerto.

Salí de Florida decidida a encontrar algo, no sabía muy bien el que, pero buscaba algo que me acercara a mi madre, pero en realidad había encontrado algo que me separaba de ella aún más... Porque no era mi madre...

Era obvio que mi madre no pegaba en un lugar así e imposible imaginármela viviendo allí, porque en realidad la que vivía aquí había sido yo…

Ya no sabía cuales recuerdos eran míos... ¿Sería coincidencia lo del cartel o sería algo que había recordado?

Recordaba que mi madre me llamaba calabaza, pero Elizabeth nunca lo había hecho, ni había cocinado nunca nada de repostería y lo poco que había hecho no podía ser llamado lo mejor de Texas...

Negué con la cabeza, no quería pensar en nada más, solo quería hablar con la Tía Becca... Ella no tendría más remedio que hablar y decirme la verdad, la miraría a los ojos y vería la verdad en ellos, no sería capaz de mentirme en mi propia cara, estaba segura de ello.

Me dormí enseguida del cansancio y me desperté al medio día del día siguiente.

Me duche y me vestí con unos vaqueros oscuros, una camiseta de una sola hombrera de color negro, me puse unas manoletinas de color marrón claro, me cogí el pelo en una coleta y me marché del hotel después de pagar.

El viaje se me hizo mucho más largo que el de ida, pero al menos me sirvió para prepararme el discurso que pensaba soltarle a Rebecca cuando la viera, porque estaba segura de que ella lo sabía, muy segura.

Mi madre Elizabeth y ella eran amigas de toda la vida, casi como hermanas, no había nada que hiciera una sin que lo supiera la otra, si todo esto era cierto, y me inclinaba a sospechar que así era, seguro que ella lo sabía.

Paré unas cuantas veces, pero como tenía más apetito que la última vez me tuve que detener en un restaurante de carretera a comer.

Llegué a Tallahassee de madrugada y estuve a punto de ir a ver a Rebecca nada más llegar, pero decidí esperar al día siguiente.

Pasé por la casa y recogí toda la ropa que quedaba allí, el dinero y me fui a un hotel. Subí a la habitación del hotel y me duche, me tumbé y me dormí enseguida, pero soñé con Elizabeth, su accidente y su muerte, por lo que me desperté de madrugada y no pude volver a conciliar el sueño.

Nada más marcar la aguja del reloj las nueve de la mañana, ya estaba en la puerta de la casa de Rebecca preparada para llamar al timbre.

Me abrió ella vestida con una bata de motivos chinos y con el pelo peinado desordenadamente en un moño alto.

—¡Caitlin! ¿Dónde estabas? Llevo todo el fin de semana intentando dar contigo y no abrías a nadie— me preguntó abrazándome y haciéndome pasar.

—Estaba en Landonville— le dije seriamente mirándola a los ojos. Noté como cogía aire lentamente y sus pupilas se dilataban. <<Ella lo sabe”

Le di la carta y ella la leyó rápidamente.

—Tú lo sabias— afirmé directamente a lo que ella simplemente asintió— ¿Por qué hizo eso?

—Porque... Su hija se escapó de su casa el año anterior, estaba obsesionada con encontrarla, no comía, no dormía... Llamaba a la policía a todas horas, no podía aceptar que su hija no quisiera estar junto a ella, que fue lo que en realidad pasó. Paul, su marido, le propuso hacer ese viaje para que se relajaran y poder conseguir un poco de normalidad, aunque continuaran buscando a su hija, pero cuando regresaban se encontraron a una muchacha de edad similar a la de... Caitlin. Me contó que no hablaste mucho, pero que dijiste que odiabas a todo el mundo o algo así, que ojala pudieras cambiar de vida. Entonces tuvisteis ese accidente y Paul murió... Era la cordura de Elizabeth, sin él, ella terminó de desviarse del todo y cuando despertaste sin recordar nada... Ni siquiera lo pensó... No pude hacer nada, amenazaba con suicidarse, necesitaba a alguien, había perdido a su hija y a su marido... Y tú estabas sola— terminó con los ojos llorosos.



#47968 en Novela romántica
#12543 en Joven Adulto

En el texto hay: traicion, amor, memoria

Editado: 14.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.