Algo para recordar

CAPITULO CINCO

El pastel de calabaza

Creí que me iba a llevar a la cabaña, pero cuando llegamos al pueblo, paró frente al restaurante de Dottie.

—No quiero estar aquí, arranca o me voy andando— le dije un poco histérica mirando por el cristal.

—Tengo hambre y supongo que tú también, vamos a comer y punto— se bajó del coche pero yo no lo hice.

Él abrió mi puerta y me sacó del coche, me mantuvo más tiempo del necesario en brazos y me sentí muy... cómoda, no comprendía ese sentimiento.

Suspiré, pero él me soltó y se apartó de mí, abrió la puerta del restaurante y me instó a entrar, cogí aire y pasé.

Nos sentamos en una mesa cercana a la puerta y todo el mundo se quedó callado, notaba sus miradas en mí, pero a Jayden parecía no importarle, así que decidí que a mí tampoco.

Dottie se acercó a nuestra mesa sin hacerme caso.

—¿Lo de siempre, muchacho?— le preguntó apuntando en la libreta.

—Sí y lo mismo para la pequeña Arianne— dijo con una sonrisa, pero yo noté que no le llegó a los ojos.

Dottie alzó la cara, me miró y se fue refunfuñando. Solo alcance a oír: —... no aprenden nunca...

—Espero ser un gran entretenimiento— le miré y dejó de sonreír.

—¿Crees que es divertido para mí?— me encogí de hombros dando a entender que sí lo creía— Pues no lo es, si supieras todo entenderías porque hacen esto.

—Intento comprenderlo... Pero no creo haber cambiado tanto como para...— ahora fue su turno para mirarme escéptico— ¿Nunca me has dado el beneficio de la duda?

—No hubiera podido... Yo mismo te vi... Os vi— rectificó apretando las manos.

No pude controlarme y le agarré una de ellas olvidando el lugar donde nos encontrábamos, sin pensar en nuestro público.

—Sé que no sirve de mucho, pero lo siento... tanto— de verdad lo sentía, pero también sabía que si de verdad había hecho aquello debía tener una buena razón.

Él me miró y por primera vez noté una verdadera sonrisa.

—En realidad fue culpa mía— intenté preguntarle que quería decir, pero vino Dottie con unas grandes hamburguesas y patatas fritas con refrescos, los dejó frente a nosotros y se marchó.

—¿Yo me comía todo esto?— pregunté riéndome sin saber cómo agarrar la hamburguesa.

—No, siempre me comía la mía y mitad de la tuya— el agarró su hamburguesa y comenzó a comer.

Fui más lenta que él, pero durante la comida se estableció entre nosotros una especie de tregua no hablada, al menos nos reíamos y la gente a nuestro alrededor comenzó a hablar entre ellos de sus cosas y dejaron de estar pendientes de nosotros.

Entonces entendí que esa había sido la forma de Jayden de ayudarme, él pensó que si mi víctima, que era él, aparentemente no me tenía rencor, los demás lo también me perdonarían.

Cuando me dejó en la cabaña el ambiente estaba relajado entre nosotros, supuse que si no hablábamos del otro tema, podríamos soportarnos.

Le miré y de pronto el ambiente cambió, se percibía como electricidad, sin saber cómo nos encontramos sorprendentemente cerca el uno del otro.

—Creo que debería entrar...— susurré alargando la mano para abrir la puerta.

—Sí, es lo mejor— pero me agarró la cabeza y apoyó su frente contra la mía, suspiró—Es lo mejor— me soltó y se acomodó en el asiento.

Salí del coche y no esperó a que entrara en la cabaña, arrancó y se fue.

<<Si se portara así algunas veces más, podría enamorarme de él” me sorprendí ante ese pensamiento y no quise darle más vueltas, por lo que me fui directamente a la cama sin querer pensar en nada.

Decidí quedarme en casa ese día, no tenía ganas de ver a nadie. Saqué de mi cartera una foto en la que salíamos mi ma... Elizabeth y yo, sonriendo, ajenas a todo lo que en realidad sucedía.

—¿Porque hiciste eso? ¿Y porque no puedo odiarte? Me cuesta tanto pensar que alguien así pudiera hacer algo tan... Pero creo que lo comprendo y me sigue doliendo mucho que no estés conmigo... Hubiera querido morir contigo y nunca conocer todo esto... Tu jamás hubieras creído lo que dice esa gente de mi...— me pegué la foto al pecho fuertemente intentando imaginar que ella me rodeaba con sus brazos— Eres la única madre que recuerdo.

Escuché unos golpes en la puerta y me limpié las lágrimas de los ojos, dejé la foto sobre la mesa y fui a abrir.

Al otro lado de la puerta había una mujer alta, rubia, llevaba el pelo recogido en un moño, tenía los ojos verdes y una sonrisa temblorosa, llevaba un vestido hasta las rodillas azul marino con puntos blancos, unos zapatos de tacón bajo de color blanco; en las manos llevaba una bandeja, pero no podía ver su contenido.



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En el texto hay: traicion, amor, memoria

Editado: 14.09.2018

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