Capítulo 04: El príncipe Liam
Annabelle Hopkins recordó con diversión los momentos que había pasado en el baño junto a Jasmine Evans mientras ambas masacraban a la creída de Em Roberts. Había sido uno de los mejores momentos del día porque para ser sincera se había divertido viendo las caras de miedo que las amigas de la de apellido Roberts ponían. Pero a pesar de que ella y Jasmine se habían ayudado mutuamente en la dichosa pelea no tenían planeado el hacer amistad, no después de lo que había ocurrido con el asunto de Ryan.
Sophia y Altaír aparecieron detrás de ella a voluntad propia.
–Ya los extrañaba –bufó Annabelle con indiferencia–. ¿Cuándo iban a dignarse a aparecer?
–¿Cuándo vas a dignarte a borrar la novela?
La rubia puso los ojos en blanco y caminó hacia la estantería en la que estaban colocadas todas las libretas que había usado para crear su pequeño universo literario. Todas estaban colocadas de forma cronológica, desde que empezó a los siete hasta ahora, que tenía diez y seis años. Una de color dorado brillante llamó su atención porque no recordaba haberla puesto ahí en algún momento. Repasó sus páginas en silencio, leyendo pequeños fragmentos de historias que nunca fueron completadas o ni siquiera empezadas.
–¿Cuántas veces tengo que decirte que no lo haré? –dijo sin dejar de leer.
”LA COLINA.
La Colina no era más que un pequeño pueblo cubierto de blanca nieve. En ese lugar sólo existía una estación: invierno.
La Colina había sido construida sólo con el fin de resguardo para viajeros que venían de tierras lejanas. Se volvió tan famoso y recurrente por grandes magos y políticos que al final se transformó en la principal capital de los grandes negocios y el hogar de exitosos personajes de El Gran Mundo…”
–Annabelle, es en serio –Altaír se acercó a ella y colocó delicadamente una mano sobre su hombro–. Tienes que borrarla.
Ella ya estaba harta de los comentarios de aquellos dos. ¿Por qué tenía que borrar la obra? Aquella novela era el fruto del trabajo de diez meses, había pasado la mayoría de sus tardes sentada escribiendo sin parar hasta que tenía que parar, pero no por falta de inspiración, sino porque la mano se encontraba adolorida y cansada. Y borrar la novela era como haber trabajado en vano, como haber rayado las páginas de su libreta así porque sí.
–¿Por qué? –inquirió aunque ya sabía la respuesta– Tal vez ustedes dos están celosos de Azura y el príncipe Liam, es eso tal vez –se giró hacia ellos para enfrentarlos.
Ambos se quedaron viéndola con el ceño fruncido, sorprendidos de la repentina reacción de Annabelle.
–¿Cómo puedes pensar eso? –Sophia se sintió ofendida.
Estaba a punto de resignarse porque Annabelle era una necia sin remedio, cualquier cosa que ella y Altaír le dijeran no iban a hacerla cambiar de opinión y tal vez la de apellido Hopkins tenía en parte razón, porque para ser sinceros ¿Quién querría echar por la borda el trabajo que ha hecho fruto del sudor de su frente? ¡Nadie! Sólo una persona absurda e ilógica habría respondido afirmativamente la pregunta.
–Es eso –Annabelle comprendió su insistencia por borrar la novela–. Por eso quieren que la borre ¿No? ¡Es eso! –los señaló con un dedo acusatorio.
Estaba vilmente decepcionada de ellos y de alguna forma los comprendía. Le había dado y dedicado mucho de su tiempo a Azura y a Liam, tal vez se sentían celosos del número de páginas de sus historias. La de Sophia había sido terminada con ciento veintinueve páginas a los cinco meses y la de Altaír con doscientas y pico en seis meses, casi sin prestarle atención a pesar de ser una de las pocas historias que disfrutaría de escribir una y otra vez. Mientras que la de Azura y Liam tenía alrededor de las cuatrocientas páginas, escritas en MUY poco tiempo. Ningunas de las anteriores historias habían deleitado ni gozado las desveladas de Annabelle. Ella nunca había terminado cansada ni con una sola ojera durante la producción de las mismas.
–Nada de eso, Annabelle –Altaír sonó neutro y tranquilo, como siempre solía hacerlo en situaciones similares como en la que estaba participando–. Nosotros simplemente…
No dejó que él terminara la frase. No quería oír más estúpidos discursos justificando su odio sin argumento alguno y desde luego no iba a soportar más habladurías de ellos dos.
–No me interesa, Altaír.
–Anna, escucha, tú misma creaste a esas cosas y sabes el daño que hacen.
–Puedo borrarlas.
–Sólo si destruyes la novela.
Su semblante se enserió. ¿Cómo podían ser tan envidiosos?
–Váyanse –ordenó.
No quería seguir discutiendo con ellos acerca de un tema que no los llevaría a nada, porque ya les había dicho cientos de veces que NO IBA A BORRAR LA NOVELA. Era así de simple.
–Váyanse o juro que lo que borraré será sus historias y datos –advirtió.
Sophia y Altaír se miraron el uno al otro. Se encontraban tan indignados como entristecidos por la actuación poco ilógica e infantil de su creadora. No podían creer lo egoísta que estaba siendo en esos momentos, sólo pensaba en sí misma y en ese estúpido chico que llevaba por nombre Ryan Gardner.