La primera vez que soñé con él fue comenzando la universidad. Al principio pensé que solamente se resumía a eso, sueños. Nada más. Pero después de un mes de verlo cada noche, de oírlo, de saber cómo se sentía, que podía saber cuáles iban a ser sus decisiones con solo intuirlas; me asusté. Muchísimo. Llegue hasta pensar que estaba en una brujería.
¿Cómo y porqué me sucedía esto? ¿Por qué a mí?
Aún no sé la respuesta y eso que he intentado buscarla. Aunque admito que buscar en Google lo que me pasaba tampoco era de ayuda. Nunca se fíen de Google.
Al tiempo, me acostumbré. Verlo cada noche era y es mi rutina.
Hay cosas de él que aún no descubro: ¿de dónde es? ¿Qué hace? ¿Cuántos años tiene? Y la más importante; ¿quién es él?
Lo único que sí sé es lo poco que muestran mis sueños.
Y a pesar de que no sé muchas cosas, yo lo llamo; Mi chico pelirrojo.
— ¡Grandísima perra! Espero que estés despierta, Camila—escucho el grito de mi mejor amiga.
Bufo.
Estoy acostada en mi cama tratando de conciliar el sueño, otra vez. Tuve una pésima noche. Muy mala. De las peores. Es por eso que tengo un increíble dolor de cabeza y un malestar que sé, durará todo el fastidioso día.
Él está... Angustiado, y por eso yo estoy así. Sus emociones, las mías. Desde hace años es así.
Quisiera saber por qué... O porqué él. Cualquiera de las dos me gustaría.
Así qué, Dios. Ajá, es contigo. Si tal vez, taal vez, quisieras darme una grandísima señal lo amaría. Sé que soy hipócrita porque solo te busco en ciertos momentos, pero , aunque sea contéstame con algo, no sé, ¿números quizás? Lo dejo en tus manos ¡Gracias! La gerencia.
Con mucho pesar, y algo de dolor, me levanto de mi cómoda cama y me dirijo al baño que hay en mi habitación para asearme.
Paola, mi mejor amiga y grano en el culo cada vez que debo levantarme, me ayuda todos los días a despertarme, porque si fuera por mí, desde hace muchísimo tiempo me hubiera quedado dormida y eso ocasionaría que no pudiera ir a mis clases en la universidad. Aunque hay días en que la pereza gana y sin prestarle atención me doy la vuelta en mi cama y sigo durmiendo como si nada hubiera pasado.
La conozco desde hace bastante tiempo, casualmente cuando estudiamos juntas en la primaria. Y pensamos que sería una grandiosa idea venir a vivir juntas al comenzar la universidad. Claramente hay días en que solo quiero ahorcarla y encerrarla, pero son las cosas de vivir con alguien, ¿no? Aceptar las diferencias y aprender a vivir con ellas.
— ¿Dónde estás? —grita ella, otra vez, sacándome de mis pensamientos. Es increíble que nuestro apartamento no es tan espacioso y aun así, ella y yo nos comunicamos más gritando que hablando. De locos, ¿no?
— ¡En el baño, estúpida! —exclamo, mientras con una toalla me trato de secar el cabello. Siendo está una tarea un tanto... ¿frustrante? Mi cabello es rebelde y hoy no quiere cooperar.
Con una toalla que cubre mi cuerpo salgo del baño a buscar una ropa que usar para el día de hoy mientras que Paola me evalúa sentada en la cama.
Cuando no soporto más, le pregunto:
—Suéltalo, ¿qué quieres? ¿O qué te pasa? No me digas que ya te vino la marea roja...
—No es eso, loca. Pero sí estoy un tanto intrigada— responde ella.
— ¿Por qué?
Ella sonríe. Umh, esa sonrisa. Yo la conozco muy bien. Aquí viene al ataque.
— ¿Estás bien? —me pregunta—. Es que te noto extraña, más retraída de lo normal. Estás pensativa, ¿no? ¿Acaso sucedió algo mientras dormías? ¿Le sucedió algo a él? Tienes que decirme si sucede algo, no puedes dejarme con la duda—. Se los dije.— ¿Sigues intentando digerir las emociones de hoy? Debieron de ser muy intensas si sigues así, cuando sucede es porque son muy duras de digerir. ¿Te tendré que dar un chance para responderme?
—No dormí mucho anoche—le explico, en ese preciso instante elijo una ropa interior y me la pongo.
— ¿Por qué?—insiste.
Dios mío. Tengo que decirle, porque si no, durará todo el día refunfuñando sobre que yo soy una mala amiga, y blah blah blah.
—Él está... ¿Angustiado? No sé definirlo, sólo sé que tendrá un viaje y no sabe si eso lo perjudicará o beneficiará en algo.... Creo que mejor que angustiado, es temeroso. Sí, es eso. Él está temeroso de lo que sea que logre en ese viaje. Le aterra no saber cómo lograr sus metas, o lo que le impusieron de metas. Sabe que no puede fallar porque es una prueba y no quiere reprobar. Hay algo con su padre.... Aun no lo descifro. Y me aterra de igual forma a mí. Siento su mismo miedo, su mismo terror, su misma angustia.... Es como estar conectados, esa parte ya lo sabes.
Paola se queda en silencio unos minutos, carraspea su garganta y dice:
—Cada vez me sorprendes más. Eso fue...
—Extraño—interrumpo.
— ¡Increíble! —completa ella.
Sonrío ampliamente. Paola siempre me ha apoyado con respecto a él. Con respecto a mí chico pelirrojo. Nunca me ha juzgado y sé que nunca lo hará, le parece todo este asunto muy interesante y emocionante. Busco un jean oscuro, al tenerlos me los empiezo a subir por las piernas.
—Tienes que conocerlo algún día, Cami—la observo con atención—: Debes verte cómo te pones.... Es decir, eres así sólo con tu padre, y conmigo. ¡Ni siquiera con Gabriel que se supone que es tú novio!
—No lo conoceré, deja hablar boberías. Y hablando de eso, ¿cómo me pongo? Estoy normal, sacando de lado sus emociones. Y no seas así, sabes cómo me siento respecto a Gabriel. No deberías de estar comparando las situaciones, porque claramente no son las mismas.
— ¿Cómo te pones? — refuta—. Dios sagrado del cielo, ¿aún no lo notas? Te brillan los ojos, hablas de él con tanta familiaridad que me asusta. Y para tu información si puedo compararlos, porqu...