—No—indica Christian—: Somos heterosexuales, Paola. Puedes estar tranquila sobre eso.
—Súper heterosexuales— remarca Thomas— Amamos a las mujeres, las adoramos. Son lo mejor del mundo— continúa. Paola ríe muy satisfecha, mientras yo me muero de la vergüenza.
—Paola, existe algo que se llama privacidad— la amonesto—. No puedes solo preguntar cosas que no te incumbe.
Paola resopla:
— ¡Pero era una pregunta inofensiva! —Se excusa—. Verás, hay que saber estás cosas de primera mano, y que mejor que ellos—los señala—, son perfectos para responder. No querrás que pregunte a terceros porque allí duraría bastante.
— ¡Paola! — exclamo un poco indignada—. Puedes cuestionar después.
— ¿Y perderme de saber mis dudas? Ja-más— señala—, y que otra cosa haríamos acá, jugar cartas no puede ser, no tengo los naipes. Y para estar callados y solo mirando, me fuera quedado sentada allá abajo viendo pasar a las personas.
—Discúlpenla — me excuso—, disculpen todo esto.
Christian ríe, se agacha un poquito y murmura:
—No nos molesta, en absoluto. — Paola se complace muchísimo más al oírlo.
—En realidad nos parece muy interesante y divertido—emite Thomas, observando con interés a mi amiga, la cual no se percata de nada a su alrededor.
—Otra pregunta: ¿por qué se vinieron? Que yo sepa ustedes viven en otro país. ¿España? Digo, por el acento y eso.
—Sí, venimos por negocios—responde Thomas. —Fue una total gratitud encontrarnos con ustedes esta vez. Sólo sabíamos que eran de este país, pero Christian no quiso investigar más.
—Me parecía una total falta de respeto—indica el aludido.
—Se estaba conteniendo—ríe Thomas—. Era un caos. Le nublas el juicio. Nuestras tardes pasaban entre, “debería decir que sí y saber de una vez donde vive” a “no es ético, no es un comportamiento de un caballero”, porque si algo es él, es un caballero a toda regla. —me cuenta. Sonrío enternecida, no sé, pero escuchar eso hace sentirme feliz y alegre.
— ¿Entonces en la cama te contienes? ¿No tienes aguante? —pregunta con una curiosidad verdadera, Paola. Thomas voltea a verla de una vez con sorpresa y Christian se queda en un momento callado, para después sacudir su cabeza. Abro la boca avergonzada y emito un pequeño suspiro antes de decir algo.
— ¡Deja de decir cosas así! — la regaño— Pregunta cosas distintas, Paola del Carmen—le advierto.
— ¡Pero… —hace un pequeño puchero—, pero no es malo! ¡Son preguntas normales!
—Pri-va-ci-dad— recalco con dureza. — repítelo y grábatelo. Ten vergüenza.
—Creo que los separaste mal— me saca la lengua.
— ¡No me importa! Por orden mía, por los momentos, la ronda de preguntas rápidas se cancela oficialmente.
— ¡No! —emite Paola tras hacer una mueca triste—. Estaba todo fluyendo muy normal—se lamenta.
Ellos, viendo nuestra pequeña disputa, se ríen. No pierdo el momento en que Thomas se queda observando, muy fijamente, el perfil de Paola. Ella, por el contrario, está muy entretenida mirando a nuestro lado, sin percatarse de que ha llamado la atención del hombre a su lado.
— ¿Paola del Carmen? —pregunta Thomas a Paola.
—Ah, es una forma de regaño. Es muy común por acá. Aunque no me llamo del Carmen, ella usa ese nombre, pero no es mi verdadero nombre—aclara mi amiga. Y así ellos empiezan una conversación dejándonos de lado por el momento.
Giro mi cabeza y veo a Christian, para darme cuenta que él ya me estaba mirando. Con mis ojos le señalo a nuestros amigos, y él, con una espléndida sonrisa, asiente conforme.
—Creo que a mi amigo le gustó tú peculiar amiga—comenta él con una sonrisa. Se la devuelvo.
—Yo también lo creo. ¿Notaste el cómo la miraba? Fue hermoso.
—La veía con intensidad. Justo como observas algo que te ha llamado la atención pero que aún no lo tienes. —Señala con su cabeza—. Estos dos se llevarán muy bien.
Nos quedamos en silencio para observarnos, teniendo de fondo el murmullo de Paola y Thomas, que por obvias razones se han enfrascado en una larga conversación.
—Tengo demasiadas cosas que decir. Pero no sé si éste sea el momento. ¿Qué piensas tú? — me pregunta, haciendo que mi atención siga con él.
—Umh, depende de lo que quieres decir. Si son cosas malas, entonces no empieces. ¿Son cosas malas?
—No son cosas malas.
—No sabes cómo eso me alivia— él se ríe.
Lo veo tomar una pequeña bocanada de aire, después me mira, tiene una lucha interna, y cuando gana alguna parte, es que habla:
— ¿Tú también has tenido sueños? — quiere saber.
Oh. Podemos hacer que esto sea interesante.
—Todo el mundo tiene sueños— es mi respuesta. Si él quiere saber, pues que pregunte directo.
—No, no. Ok, voy otra vez— respira hondo —: ¿tú nunca has tenido unos sueños con una persona en específico? Ves un momento de su día, todos los días del año. Esa persona siempre está presente, no hay un día que no tengas sueños con esa persona— oh mi dios—. Y gracias a ello puedes tener pequeños atisbos de ella y empezar a conocer cosas, que, aunque sean pequeñas, tienen valor. Como, por ejemplo, que su color favorito es el rosa— el mío es el rosa—, o cómo no le gusta ver los momentos de las películas cuándo los protagonistas están pasando por un mal momento y si ya ha visto la película, quita esa parte o lo ignora haciendo otra cosa— yo soy así—: y como se descontrola cuándo hay dulces cerca— esa vuelvo a ser yo—. Y poder apreciar de muy de cerca sus maravillosos sentimientos y de la grandiosa persona que es y seguirá siendo— finaliza de enlistar.
No sé qué decir. Pensé que íbamos a tratar este tema, pero, no tan deprisa. Bueno está bien, estoy muy consciente de que yo soy partidaria en que debemos decir las cosas de frente, y directo. Pero esto..., sólo es demasiado para mí.