Alma Gemela

Capítulo 8

Les pondré en contexto: Prometí ir a ese concierto y primeramente me arreglé para ir, para ser más exactas. Diego va a estar esperándome así que no puedo solo dejarlo esperando por mi llegada. Él ha sido un verdadero ángel a ayudarme a sentirme mucho mejor; no creo que yo pueda ser tan mala y olvidarme de su amable invitación. Heello, ¡Me llevó la entrada hasta mi apartamento! Con solo eso es muchísimo para lo que agradecer.
Christian está esperando una repuesta, detrás de él está Paola haciéndome señas de que vaya con ellos, está clarísimo que ella no va a perder ese momento, pero yo no puedo, y creo que ellos pueden entender.

—¿Podemos ir después de mi compromiso?

Él asiente.

— Por supuesto, ¿Qué tienes que hacer hoy? —me pregunta.

— Bueno, debo ir a un concierto. Prometí asistir. Estará buenísimo. — digo, cuándo veo la cara de confusión de Thomas, mi amiga solo niega su cabeza.

—Entonces, ¿te esperamos y después las llevamos a cenar? No hay ningún problema con eso. De mi parte por lo menos no. ¿Algún problema Thomas? —le pregunta.

—Claramente de tú parte no hay problema — susurra el aludido —. Pero de mi parte tampoco hay problema alguno. Ellas me caen muy bien — aclara.

— ¡Te esperaremos bella! Ya no habrá ningún problema, ¿ves? — me dice Paola, mientras coloca su mano derecha en la curvatura de la cintura tras esbozar una bella sonrisa de dientes con completos —. Bueno chicos, su concierto es en la Quinta Avenida, no queda muy lejos de aquí, vinimos en mi carro, ¿ustedes tienen uno? Podrían seguirnos, la dejamos y después esperamos cerca de allí. ¿Qué les parece la idea? ¿La aprueban? —pregunta Paola.

—Estupendo, sí así puedo pasar más tiempo contigo, entonces perfecto. Me encanta la idea —musita Thomas, acomodándose la maga de su camisa. Paola está rebosante de felicidad al escucharlo.

—Todo cuadrado, estaremos detrás de ustedes, señoritas. Adelante —menciona Christian, haciendo un ademán con su mano, invitándonos a ir delante de ellos.

Paola, contoneando su cadera al ritmo de una pista que ella solo escucha, se adelanta, con mi mano indico el auto en dónde estamos nosotras, Christian me hace una seña de que los esperemos, porque deben de esperar que le acerquen el carro. Asiento y voy tras Paola.

Cuando estoy en el interior del auto encuentro a mi amiga retocando su maquillaje mientras se ve en el espejo del coche, me río levemente y espero a que termine. Por el espejo retrovisor, vemos cuando los chicos se adentran a una grandiosa camioneta gris.

Paola prende el motor y arranca, estando consciente que tenemos a los chicos con unos pocos metros de distancia. Pasamos unas cuantas calles hasta llegar al Teatro Philamornica, dónde será el concierto.

Al llegar ella estaciona y, detrás de nosotras, se acomoda la camioneta gris de los chicos, al estacionar, del asiento del conductor desciende un Christian muy risueño. Está riéndose de lo que sea que esté diciendo Thomas, quién, cómo él, se ve muy alegre mientras le sigue diciendo algo.

—Pido a Thomas, ¿sí? ¡Por favor, por favor! — me ruega Paola, juntando las dos palmas de sus manos, cómo señal de petición.

— ¿En qué mundo querría yo a Thomas? Es todo tuyo, morena —le digo.

— ¡Dios bendito! ¡¡Sí!! Sólo tienes que mirarlo, es tan bello. Y la ropa le queda de maravilla, y esos pantalones... ¿Está mal mirarles las nalgas a los hombres? Porque si es pecado, entonces que me condenen —divaga.

Niego y me bajo del carro. Se escucha un click y sé que ella le ha puesto seguro. Los chicos nos esperan en la entrada del teatro, observando en nuestra dirección.

— ¿Qué sucede en el cielo que los ángeles se están cayendo? —pregunta un chico que va pasando cerca de nosotras con su grupo de amigos.

—Del susto porque tú estás pasando — es mi respuesta.

Thomas y Christian ríen después de quitar la cara de sorprendidos. Seguimos caminando hasta quedar de frente a ellos.

—Sois rudas — nos dice Thomas.

— ¿Ven? He amaestrado a esta pobre alma inocente — alardea Paola —. Me siento muy, pero muy orgullosa, mi niña — me palmea mi espalda con delicadeza.

—Se me ha pegado algo de tu forma de hablar. Es que, ¡vivo contigo! Es claro que se me pegaran algunas cosas tuyas — me defiendo.

— ¡Soy una buena influencia! —celebra.

—No, no lo eres. Creo firmemente que puedes desviar del camino hasta una mismísima monja— rompo a reír, y ellos también.

Veo que muchas personas van pasando por la entrada del teatro. Estamos de pie en las escaleras, más arriba hay una puerta de madera, subiendo la mirada noto que el edificio se alza muy elegante. Es de color gris, como el color de una piedra, tiene varias ventanas y un balcón, en ella hay una puerta de vidrio y detrás de ella, una cortina que parece terciopelo y de color rojo vino.

Dos afiches están colgando de las dos torres, uno; es el patrocinio del concierto de hoy, y el otro; sobre una obra de teatro. Tres pares de ojos esperan mi despedida. Suspiro y me cruzo de brazos, para ver si puedo aliviar un poco el frío.

—Bueno, debo entrar, ¿en dónde me esperarán? — inquiero.

—Cerca de aquí hay un bar, podemos ir, beber unos tragos y cuándo te falte poco, regresamos para acá— sugiere Paola. Ellos lo aprueban y asienten cómo si fuera una orden que tienen que acatar.

—Entonces, damisela, la dejamos en su destino sólo, escuche bien, sólo por unas pequeñas horas— me dice Christian—. No trajiste abrigo, por lo que veo. Trataré de conseguir algo para que al salir de aquí no pases mucho tiempo soportando el bajo clima.

—Si eres melodramático, siempre eres así. No pasará nada—comento con facilidad.

— ¿Siempre, Camila? — formula Thomas y Christian esboza una sonrisa.

Siento el leve calor acumulado en mis mejillas. Sí, un sonrojo está muy presente en mis pómulos, y cómo soy muy blanca, se nota mucho más. Él me sonríe, yo bajo la mirada, trato de no mirarlo a los ojos, hasta que una voz me hace levantar la mirada:



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En el texto hay: amor, espiritual, sucesos misteriosos

Editado: 11.06.2021

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