Alma Gemela

Capítulo 10

 ¿Qué te pareció? — escucho que pregunta Christian.

Mierda, esto es un dejavú. — Thomas se sobresalta. —Me preguntaste exactamente lo mismo cuando me mostraste la foto de ella, en el año de la pera.

Esto es diferente, Thomas. Hemos convivido con ella. Hemos pasado tiempo con ella. Así que responde. ¿Qué te pareció? Sé lo más sincero que puedas ser. Lo necesito. —insiste.

Me parece que ustedes entablaron una conversación muy amena, muy especial, no parecía que no se habían conocido nunca, parecían amigos de toda la vida. Más que amigos. Era algo... — lo noto intentando conseguir una palabra que lo ayude a explicarse mucho mejor, su mirada está en el techo mientras piensa—. Era algo más allá. Más profundo. Christian, si yo no supiera de ustedes, de su historia, no creyera a nadie si me dijeran que nunca se habían conocido en persona. De verdad parecía todo lo contrario.

— ¿Tú crees? —cuestiona Christian, en su cara se nota el alivio. Thomas está desabotonándose la camisa, en cambio el aún la lleva puesta.

En serio—asegura Thomas—. La química entre ustedes era muy palpable. Parecía sentir algo que los unía, algo así como..., como una corriente de energía. Sé que parece muy improbable, pero en serio puedo jurar que sentí eso. Hay algo, entre ustedes, que los une. Es como si se pertenecieran, en algún momento se perdieron y ahora se han vuelto a encontrar.

Busco con mi mirada a Christian, él está muy sorprendido. Lo veo tomar una bocanada de aire y esbozar, muy lentamente, una amplia sonrisa.Estoy en su cuarto de hotel, justo en la sala de estar, Christian está ubicado en un sillón negro y Thomas está de pie mientras se va desvistiendo, ahora está sólo con los pantalones puestos, la camisa la dejó encima de una silla dorada.

Esto no es como las otras veces, no logro verme a mí. No puedo verme. Estoy con ellos, pero a la vez no lo estoy. Puedo ver y escuchar, pero no puedo verme. Antes sí, ahora no. ¿Por qué esta vez es diferente? ¿Es malo? ¿Qué sucede?

Es porque ya pudiste aprender todo lo que podías conocer sobre la otra etapa. Y al completarla, la dejas atrás. Has avanzado— me responde una voz. No es la de Christian ni la de Thomas. Es otra. Una voz melodiosa, pero firme, segura, penetrante.

Puedo seguir viendo a los muchachos, pero, ahora es como si estuviera viendo una película, los observo desde lejos, no estoy allí con ellos, estoy aparte. Estoy en otro lugar, a oscuras. A lo lejos se visualiza la imagen que dejé atrás. Christian y Thomas siguen interactuando, pero no los escucho casi, sus voces se vuelven murmullos. Mi respiración se va descontrolando. Me invade una sensación: miedo. Tengo miedo.

No tengas miedo, Camila. No hay nada por la cual temer. Las cosas son como deben de ser. Todo sucede por algo. No pierdas los estribos, no te lastimaremos. Estamos para dar amor, no para la destrucción...

— ¿Q-quién es? ¿Quién anda allí?— es lo que pregunto, tartamudo un poco, trato de calmar a mi corazón que está latiendo muy rápido. Respiro, respiro, respiro.

 ¿Quién soy? Buena pregunta, Camila, muy buena. Soy muchas cosas, muchas personas, muchos rostros, muchos cuerpos, pero tú puedes llamarme Maestro.

— ¿Maestro? ¿Cómo un maestro de kínder?—pregunto.

Algo así, te ayudaré para aprender otras cosas... Hubo unos tiempos, alguna vez, que en tu mundo fui conocido por otros nombres. Eran otras épocas.

 ¿Es malo que lo escuche? Estoy en un sueño, sí, eso es. Cuando despierte esto no pasó—intento enfocarme en otras cosas, algo extraño debió de pasar para que mi sueño esté defectuoso.

Pero la cuestión es que sí paso. Y no, no es malo que me escuches. Tampoco es defectuoso. Estas en un sueño, muy correcto, puedes oírme porque tu subconsciente toma el poder de tu mente. Y las cosas terrenales no afectan en ella. Cuando estamos en la inconsciencia se tiende a ser más abierto a los conocimientos.

— ¿Entonces, no debo de tener miedo? —inquiero.

No. Nunca. Con nosotros jamás. El miedo es solo una limitación de tu propia mente. No temas, en nada. Tú puedes, siempre, con cualquier meta que te propongas. Estamos aquí para aprender, y el miedo no deja adquirir conocimientos por la incertidumbre a fallar. Asiento a la nada, porque estoy sola. No veo a la persona que me habla.

Estoy justo al lado de ti. Puedo verte, no estás hablando ni asintiendo a la nada, como te expresas. No soy una persona. Soy un ser. Dejé mi cuerpo terrenal hace millones de años atrás.

 ¿Puedes leer mi mente? —pregunto—. ¿Cuerpo terrenal? No entiendo. ¿Un ser? ¿Cómo un ser de luz o algo así? Creo haber leído en un libro algo sobre los seres de luces.

Qué triste que esto sea un tema para otro día. Ya estás próxima a despertar.

— ¡No! Por favor, no. Quiero conversar. Hablar. Seguir aquí. Quiero entender que sucede.

Tendremos mucho tiempo para eso, Camila. Paciencia, ten paciencia. No trates de adelantar nada, porque no saldrá como tú quieres. — es una advertencia, ¿me está adelantando algo?

Nunca he sido muy paciente, en realidad. —le digo. —. ¿Hay algo que debo de saber antes?

—Lo sé. Debes aprender a controlar eso. La paciencia es algo muy sano en la vida... No, solo debes de dejar que el río fluya por su propio cauce. No fuerces la corriente y no intentes cambiar el flujo.

Está bien— dudo, la cuestión es no entiendo pero ya pensaré después en eso—. Entonces, ¿es un adiós?



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En el texto hay: amor, espiritual, sucesos misteriosos

Editado: 11.06.2021

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