Violeta bajó del auto, y dio un bostezo nada digno de una dama mientras se estiraba con los brazos hacia arriba. Pasaban por poco las once de la mañana, y su noche no había sido exactamente buena.
Luego de la plática con David, sentía que el mundo se le estaba cayendo encima; la realidad de lo que pasaba entre ambos la superaba, y no importaba cuanto intentaba controlarse, su cuerpo tenía espasmos que reflejaban su deplorable estado mental. Lo peor es que tal como se lo había dicho Damon, sus sentimientos eran un catalizador para sus poderes; por lo que en medio de su dolor, el aire en su habitación comenzó a volverse denso de una manera nada natural, despertando con eso su pánico pues se estaba sofocando a sí misma.
No obstante, cuando el miedo estaba a punto de romperla en pedazos, una pequeña bola de fuego azul apareció frente a sus ojos; y lo único que se rompió, fue la oscuridad a su alrededor.
Bum bum. Bum bum.
Instantáneamente los latidos de su corazón regresaron a la normalidad, y el viento volvió a circular como oxígeno en sus pulmones, y no como gas venenoso. Si él estaba cerca, sentir temor de cualquier otra cosa parecía ridículo; y era una idea tan básica, que su cerebro lo reconocía como una ley de la naturaleza, que obligaba a su cuerpo a reaccionar en consecuencia.
Así que luego de eso fue extremadamente sencillo caer dormida; sin embargo, una cosa era dormir, y otra muy distinta descansar. Ella no estaba descansando demasiado. Pero todo eso quedó en segundo plano, cuando por el rabillo del ojo diviso un auto estacionándose a una distancia relativamente segura; sin poder evitarlo puso los ojos en blanco y resoplo.
Tener guardaespaldas era la cosa más rara del mundo, pero no pensaba poner remilgos al respecto después de todo lo que había pasado (y estaba, en presente); además, dado el lugar en el que se encontraba, la verdad es que la distancia que guardaban era casi milagrosa... literalmente. Por supuesto, si tomaba en cuenta con quien iba a reunirse, tenía bastante sentido.
Con un gesto desdeñoso, ignorando por completo a los agentes encubiertos para seguir con la tapadera de que eran desconocidos, Violeta se quitó los lentes de sol, y cruzó la calle para llegar a su destino. Honestamente, todavía no entendía muy bien porque todos habían accedido a reunirse justamente allí, en la Iglesia al lado del café, donde era terreno de inquisidores; pero como nunca antes tuvo que planear estrategias de guerra, decidió seguir con el plan y aprender. Necesitaba aprender.
Con el respeto que el dueño y el lugar le merecía, y siempre asombrada por la belleza del interior, la exorcista caminó por el pasillo con paso seguro hasta el altar; después miró a ambos lados en busca de la puerta que la llevaría a las oficinas traseras. Era increíble que la primera vez que terminó en ellas fue por causa de Luc; y francamente, jamás se hubiera imaginado como iban a resultar las cosas entre ambos... probablemente nadie lo hizo... estaba a punto de avanzar, cuando escuchó unos pasos acercándosele por detrás.
-Buenos días...
Violeta escuchó la voz, e hizo una mueca mirando de nuevo a su alrededor.
-¿De dónde salió?-. Preguntó. No lo había visto al entrar
-Estaba en el confesionario-. Joel tenía ese arraigado gesto suyo de seriedad; pero la presencia que daba, de alguna manera encajaba maravillosamente bien dentro de la iglesia. Parecía alguien en quien podías confiar tu vida, por lo tanto, tu alma... -Vamos, solo te esperábamos a ti...-. Le dijo tocando su hombro, para indicarle que lo siguiera
-¿De verdad? Permítame dudarlo-. No pudo evitar decir aquello entre dientes. Esa maldita costumbre de incluirla casi solo por compasión, le fastidiaba de sobremanera. Si era la principal afectada ¿Porque insistían en excluirla de todo?
Por su parte, el Sacerdote hizo un pequeño sonido nasal al tratar de contener la risa; pero sus labios se estiraron ligeramente hacia un lado, suavizando su postura...
-Déjalos que te subestimen, cuando se arrepientan ya será demasiado tarde...
-Ya lo sé...-. Violeta lo miró sobre el hombro, pero tuvo que levantar la cabeza para poder mirarlo. Era mucho más alto. -Pero eso no evita que me moleste-. Suspiró con resignación quitando la tensión de sus hombros, y disminuyó el avance de sus pasos para ir unos centímetros por detrás
-Reconocer nuestras debilidades, es el primer paso para deshacernos de ellas...-. El Padre la miró de reojo, y ensanchó la sonrisa. La pose que acababa de poner la hacía ver como una chica temerosa, que se escudaba en quien sabía la iba a proteger; no es que esa idea fuese incorrecta, él la protegería, solo que dudaba que no fuera capaz de ingeniárselas por si sola...
La exorcista le dio una pequeña sonrisilla, antes de poner de nuevo un gesto taciturno en el momento en que abrieron la puerta de la oficina.
-Señorita Cábala, nos sentimos honrados por su presencia...-. El Detective Morgan le hizo un guiño pícaro cuando sus ojos se encontraron, pero ella no le dio mucha importancia
-Hola...-. Se limitó a contestar
-Lamentamos mucho haberlos llamado de improviso, pero también nosotros nos acabamos de enterar...-. Susan estaba sentada en una silla frente al escritorio, y discretamente, hizo una seña que indicaba hacia las sombras.
Violeta entendió la referencia a su pilar; lo que resultaba bastante interesante entre ambas, si tomaba en cuenta el mal comienzo que habían tenido.
-¿Y Daniel?-. Respondió con un ligero asentimiento en la dirección indicada, para que se diera cuenta que había entendido. -Pensé que ya estaría aquí...-. Su hermano había sido quien la llamó para avisarle de la dichosa reunión, por causa del último suicidio... la verdad, fue el único que no se rindió hasta que logró despertarla; razón por la cual su aspecto ahora mismo superaba por muy poco el de recién levantada...