Y así comenzó todo, como algo jodidamente extraño.
Desde los latidos acelerados de mí corazón, hasta ese calorcito que iniciaba en mi estómago y que poco a poco se extendía hasta más abajo de mi ombligo.
El brillo en mis ojos, el temblor de mis manos y esa sonrisa de boba que hacía acto de presencia cuando estaba cerca de él.
Todo esto dio paso a la costumbre convirtiéndose mas tarde en necesidad.
Necesidad de verme sumergida en ese mar de sensaciones que solo él provocaba.
Esa paz que siempre me embargaba estando a su lado.
En ese entonces él se convirtió en la vía con la cual escapaba de mi realidad no tan hermosa.
Hoy es esa realidad de la que quiero escapar.
¿Irónico no?
Editado: 13.09.2020