Los chicos de la triple garra sabían perfectamente el día y la hora, Willow le dijo en su breve conversación, que durante un evento, a una niña se le cayó su reloj dentro de su recinto, y que Abraham fingió comérselo para evitar que la pequeña quisiera reclamarlo. Le había dicho que fue como un regalo caído del cielo, porque hasta ese entonces, la desorientación les costaba su cordura, además de ese curioso dato, la joven le dijo que necesitaban hablar con ella.
Después de seleccionar cuidadosamente su ropa de la caja de suministros, Aria dejó a Sean para dirigirse a la celda de Evan, que se ubicaba a seis salidas de la suya. Al pasar pudo oír a los demás cambiantes, vio salir y entrar a uno y a otro, como si su vida dentro de esa enorme jaula de vidrio fuese lo más normal del mundo.
Los escalones estaban marcados por finas líneas irregulares, garras que surcaban cada parte de cada uno, y que recorrían las paredes laterales de piedra, al final se podía ver la tenue luz de una lámpara.
—Adelante Aria —dijo Abraham desde la entrada.
La celda era casi identica a la suya, la única diferencia recaía en las tres camas individuales que se encontraban en un extremo. No pudo evitar sentirse molesta al ver que ellos tenían un buen sitio a la hora de dormir, mientras ella solo tenía una cama, que no estaba dispuesta a compartir con el puma.
—¿De qué querían hablar?
—¿Nadie te siguió? —Evan preguntó.
—No.
—Vigila la salida Abraham.
—¿Qué sucede? —preguntó con fuerza.
Evan se levantó de su cama y se acercó.
—Es por seguridad —le instó a calmarse—. Nadie tiene que saberlo.
Aria gruñó molestia, un sonido animal que distaba poco de ser amable, Evan retrocedió un paso.
—Lo que sea que tengan que decirme, diganlo ahora.
—No es que tengas mucho que hacer —murmuró Abraham.
Aria volteó a verlo, el joven mantuvo esa postura desinteresada y esa expresión de insolencia. Evan, se interpuso entre ambos y la obligó a cambiar el rumbo de su mirada.
—En dos días habrá un Evento, una niña humana ha venido a cada uno con sus padres, con la esperanza de poder ver a un cambiante leopardo de las nieves.
—Pero... Ustedes son leopardos de las nieves, al igual que William.
—Ella quiere ver a una hembra, una alfa.
Aria miró a los tres jóvenes, sin entender el punto a donde querían llegar.
—De ninguna forma voy a ser exhibida como animal de zoológico.
—Lo sabemos —añadió Willow—. A nadie le gusta hacerlo, pero lo hemos soportado esperando cualquier oportunidad de escapar o de tener algo para poder enviar una señal a alguien.
—Eres la única que tiene un clan afuera —agregó Abraham—. Todos, exceptuando a ustedes dos, son solitarios.
—Por eso te necesitamos —continuó Evan—. Ella siempre se ha mostrado dispuesta a ayudarnos, si en el siguiente Evento nos da su celular, tú podrás enviar una señal a tu clan para que ellos sepan de la existencia de este lugar.
Tenía sentido, pero depender de la generosidad de una niña humana no aseguraba que el plan de los tres jóvenes diera buenos resultados. Sin embargo, eran los únicos que se mostraban interesados en hallar una salida.
—Esta bien, los ayudaré.
El joven sonrió con alivio.
—¿Qué se supone que debo hacer?
—Charles los presentará a los visitantes, la niña es pequeña de unos nueve o diez años, tiene el cabello rubio y rizado.
—No podemos predecir lo que hará —añadió Abraham—. Pero si se acerca y te muestra el celular, debes indicarle que lo quieres.
—Ella hará lo mismo que hizo con esto —Willow le mostró un brillante reloj de metal plateado.
—Entiendo, si eso es todo, me iré.
—Espera —Evan la detuvo en la salida y en voz muy baja le dijo—. No le digas nada a nadie d lo que hemos hablado.
—¿Por qué no?
—Una de las reglas para sobrevivir aquí es no confiar en nadie, sospecho que hay un cambiante que trabaja para Charles, como un espía.
—¿Quién? —susurró.
—No lo sé, pero es una sospecha, guarda el secreto.
—De acuerdo.
Afuera reconoció la figura de un puma aparecer desde su celda. Sean tenía el pelaje de un inusual tono marrón grisáceo, menos espeso y áspero, el puma se veía fuerte, poderoso y confiado, aún estando encerrado.
Aria admiró en su interior la fortaleza del hombre.
Otros cambiantes estaban transformados, Kyle era uno de ellos, también notó a un enorme león de espesa melena rubia, y a un jaguar compacto y musculoso.
Los cambiantes necesitaban transformarse de vez en cuando para mantener el equilibrio entre los instintos del lado animal y la consciencia humana, aunque podían soportar largos períodos sin hacerlo eventualmente la necesidad de estar en la piel del animal primaba por sobre todo lo demás.
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Editado: 23.02.2019