LUNA LLENA iluminaba el cielo nocturno.
El túnel había sido todo un desafío, estrecho y difícil de atravesar. Pero el esfuerzo que les costó atravesarlo fue recompensado por aquel brillo que envolvía todo en un matiz de tonos oscuros.
Aria inhaló el tibio aire de primavera, reconoció el olor de la nueva hierba, de los brotes de flores que aún no se mostraban en todo su esplendor. Amasó la tierra suave con sus patas, la brisa acarició su pelaje, brindándole esa sensación de libertad que tanto había extrañado.
Pero el momento de sentir y ver la realidad de su escape duró muy poco tiempo, pues Sean apareció del túnel, con paso nervioso y respiración agitada, el puma echó a correr internándose en la oscuridad del bosque. Aria lo siguió.
Aceleró sus pasos hasta quedar a la par, el puma miraba en todas direcciones y corría en línea recta. Sin saber a dónde se dirigían, ella saltó sobre él y lo derribó al suelo.
— ¿Oíste algo Terrence?
Una voz masculina se escuchó lejana, el corazón de Aria latió con desenfreno mientras se quedaba quieta encima de Sean.
—Oí algo pero no puedo ver nada— se escuchó otra voz.
De un salto, Aria emprendió la marcha, no importaba la dirección tenían que salir de ahí lo más rápido posible. Sean la siguió de cerca, gruñendo bajo. El bosque les ofrecía protección, pero el horizonte brillaba con la luz de la luna, eso podía significar dos cosas, o era un claro o era una carretera.
Apresurando sus pisadas, ella voló sintiendo el suelo bajo sus patas, las piedras y espinas no eran motivo para andar con cuidado. El pulso en su nuca apareció para aumentar su miedo, Sean trastabilló, gruñendo por el dolor. Con el corazón acelerado, Aria frenó de golpe, volteó y vio al puma levantándose, los temblores recorrían su cuerpo, el miedo se veía en sus ojos dorados.
Sean sacudió su cuerpo y reanudó la carrera, el bosque terminó en un espacio libre de vegetación, ocupado sólo por una cerca de metal, la más alta que había visto en su vida. Aria gruñó, controlando la impotencia que le incitaba a intentar destruir el único obstáculo que le impedía liberarse. Sabía que no era prudente, pues la cerca estaba electrificada.
Sean anduvo de un lado a otro, inspeccionando, buscando un punto débil, mientras ella de ocupaba de vigilar ante cualquier guardián que estuviese cerca. Estar al descubierto los dejaba a ambos en un estado vulnerable.
Las nubes, lentamente cubrieron la luna, ofreciéndoles un poco más de cubierta. Las oportunidades de ser vistos eran menores, sin embargo, existían.
El movimiento rápido de Sean captó su atención, el puma echó a correr hacia un árbol, trepó hasta alcanzar un rama que se extendía sobre la cerca. Desde la altura y haciendo crujir la rama que apenas soportaba su peso en el extremo, Sean gruñó y movió su cola.
A ella no le agradaba mucho la idea de trepar, pero con tal de salir de ahí haría cualquier cosa. Recordando las lecciones de Liam sobre la forma más adecuada de trepar un árbol, Aria clavó sus garras y se impulsó hacia arriba, de una forma más torpe y lenta, llegó hasta la rama que tembló por el peso adicional.
Con un gesto de comprensión, Sean avanzó, colocando una pata sobre la otra con precisión y cautela, haciendo equilibrio, al llegar al extremo más delgado de la rama, se agachó para saltar flexionando sus patas traseras. Desde la altura, la cerca se veía más lejos que nunca, ella no estaba muy segura si terminaría del otro lado o electrocutado.
Con un impulso, el puma saltó, Aria lo vio caer y aterrizar con brusquedad, del otro lado. Suspiró aliviada.
Ahora era su turno.
De la misma forma en que lo vio maniobrar, ella avanzó paso a paso con mayor cautela. La rama se sentía frágil y temblorosa bajo sus patas, como si el peso de su abundante pelaje le dificultara sostenerla.
— ¡Alto ahí! —escuchó gritar a alguien a lo lejos.
El miedo la paralizó.
— ¡Fugitivos! —escuchó a otros.
Clavó sus garras y miró a un lado y a otro en un vano intento por localizar a los guardianes. Temblando, Aria siguió con su avance, la rama le parecía interminable, la adrenalina aumentó el pulso y su respiración, los pasos se escuchaban cerca, de repente un dardo impactó contra la rama, sin esperar otro segundo y con la certeza de que moriría, Aria tomó impulso y salto.
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Editado: 23.02.2019