Me desperté como a las 10:30 y al verme en el espejo tenía el cabello esponjado.
— Rayos — susurré por lo bajo.
Me di una ducha para luego comenzar a peinar mi cabello, suponía que era por el cambio de clima.
«Alguien tocaba el timbre, seguro era mi mejor amigo, era el único que me conocía acá» pensaba.
Bajé, fui a abrir la puerta y sí, había acertado, era él.
— Hola, Becca. Hoy nos vamos de compras así buscas algo que te guste — me agarró el brazo y me arrastró hacia su auto. — Pero, ni siquiera agarré dinero — dije ya dentro. — Esto corre por mi cuenta — me sonrió y puso en marcha el auto.
Íbamos a ir al shopping, pero en medio del camino me llamó la atención un edificio estilo victoriano.
— ¿Qué es? — le pregunté señalando hacia ese edificio. — Es como una librería, pero no una cualquiera tiene libros únicos y rarísimos — dijo parando el auto. — Wow, me interesa –desabroché mi cinturón y abrí la puerta dirigiéndome hacia ahí.
Entré, era maravilloso tanto fuera como por dentro, quedé sorprendida. Comencé a mirar los libros, siempre sentí un amor especial por ellos desde niña.
Tocaba aquí, hojeaba por allá, olía su interior porque cada libro tiene su olor particular, principalmente los antiguos.
De repente sentí que me preguntaban...
— ¿Te puedo ayudar en algo?
Odio que me interrumpan en mi momento de paz y sin mirarlo le respondí...
— No, gracias. Sólo estoy mirando.
Continué con mi exploración, pero algo molesta.
Juan reía desde lejos, él sabía que no era muy sociable y que me molestaba las actitudes así.
En mi recorrido, sentía una mirada inquisitiva de alguien y no pude más, me di la vuelta y me di con que esa mirada era la de el vendedor.
Nos miramos y ninguno de los dos bajamos la mirada, me sentía fastidiada.
Detesto que se queden mirándome y esta persona lo hacía descaradamente.
Juan, como siempre, sacó las castañas del fuego y se puso a charlar con él y yo continúe el recorrido.
— Becca, Becca — Juan me llamaba. Me acerqué algo molesta porque aún seguía con el vendedor. — Estaba hablando con el "pibe" y me contó que tiene unos libros antiguos sobre las casas cuya arquitectura se destacaron en la Capital y, ¿adivina qué? — dijo casi en un grito. — ¿Qué? — le respondí enojada, el "pibe" no me sacaba la mirada de encima. — Habla de la casa donde estás viviendo ahora — lo dijo exaltado de emoción.
En esos momentos el vendedor habló...
— Seguramente te interesarán, ya que tu amigo me contó que recién llegas a nuestro país.
Miré mal a Juan.
«¿Con qué necesidad le había contado?»
Y continuó...
— Espero que seas bien recibida y no te decepcionemos — sonrió.
Fue esa sonrisa la que hizo que mi cabeza hiciera click, era la misma de mi cantante favorito, David Bowie.
Juan me empujó para que hable, porque me había quedado embobada.
Reaccioné rápidamente y respondí que si quería esos libros.
Él fue a buscarlos y me los entregó.
Antes de irme me dio una nota que era su nombre y su número de celular.
— Voy a conseguir más libros sobre tu casa. Mándame un mensaje así te tenga al tanto — dijo sonriente y nos despedimos.
Después de esto ya no quería ir de compras, solo leer los libros y ver que había en esa casa.
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Editado: 25.03.2019