Almhara: Entre Ángeles y Demonios.

Capítulo VIII: Movimiento.

El sol ya se había encimado sobre el cielo celeste con tan sólo un par de nubes. Era primavera pero el calor presenciaba la mañana, a la vez que el brillo del sol atravesaba la ventana del cuarto de la joven Solange, dándole justo en la cara. Sin embargo, esto no fue capaz de despertarla, sino que una llamada y el volumen máximo de su teléfono móvil sobre la mesa de luz hizo que se sentara enseguida para contestar. Para su mala suerte sólo se trataba de un número "Desconocido", y cuando la joven apenas respondió, la llamada se cortó.

Solange estaba media dormida, pues se había sentado de un salto al escuchar aquel sonido tan fuerte. Incluso murmuró algunos insultos cuando le cortaron la llamada, pero se silenció cuando escuchó un ruido que no acostumbraba escuchar: un cepillo limpiando algún objeto.

Lentamente se levantó de la cama, con los ojos medios cerrados, abrió su puerta y contempló que la puerta del baño estaba cerrada, pero que se veía luz adentro. Un poco confundida se acercó a ver de qué se trataba, a la vez que aquel ruido de cepillo se hacía cada vez más fuerte, hasta que de repente se dejó de escuchar. Y al par de segundos, la puerta del baño se abrió. O mejor dicho, la abrieron: era Helena.

- Ah, eras tú...- se alivió Solange al ver a la joven abrir la puerta.

Pero después de tal alivio, la pelirroja notó que su nueva compañera tenía un cepillo de inodoro en sus manos, rodeado de espuma y con olor a perfume.

- ¿Qué estás haciendo?- le preguntó a la muchacha, un poco desorientada.

- Estaba limpiando el baño- le respondió Helena enseguida, sonriéndole un poco- Es una forma de agradecerte el hecho que me hayas aceptado en tu casa.

- ¿En serio?- le preguntó la pelirroja- Pero no tienes que hacerlo... ¡Ni mucho menos en tu primer día aquí!

Aunque la chica le dijo eso, Helena se negó a cancelar la limpieza.

- De hecho me gusta hacerlo- dijo- Y si voy a vivir aquí tengo que colaborar con la limpieza ¿No?

- Supongo que sí, pero no tienes que levantarte temprano a hacerlo...-le respondió Solange-...Cómo sea, es hora de desayunar.

Al terminar de hablar, Solange salió de la entrada del baño y pasó por el pasillo para salir al comedor. Se dirigió a la cocina, abrió las puertas de la mesada, de donde allí adentro sacó dos tazas de color rojo junto a un bol de plástico negro.

Para cuando Helena llegó al comedor, la mesa estaba puesta con las dos tazas y el tarrito con unas pocas galletas de vainilla. Se sentía un exquisito olor a café salir de la cocina, la muchacha supuso que ese sería su desayuno. Viendo que no había nada en que ayudar, decidió sentarse en una de las sillas y esperar a que la infusión estuviera lista, pero algo repentino la asustó. Se trataba del teléfono de Solange, que estaba sobre la mesa recibiendo un mensaje. Sin embargo, la pelirroja no abandonó la cocina para responder, mientras que Helena estaba congelada observando aquel celular. Táctil, bonito, de gama media y con una preciosa funda.

- Ayer me dijiste que trabajas- dijo Helena, con su vista todavía en aquel artefacto- Sólo por curiosidad... ¿En dónde lo haces?

En eso llegó Solange al comedor, con una jarra con café en la mano, la cual terminó poniéndola en la mesa para poder servir en desayuno en las tazas.

- Trabajo como camarera de una pizzería por las noches, de miércoles a sábado, aunque ahora está cerrada por remodelación - le respondió la joven a la vez que le servía café a su compañera- También trabajo en una confitería, de lunes a miércoles por la siesta.

Helena se sorprendió un poco al escuchar a su compañera. Recibió el café, le agradeció y luego sacó una galleta del bol, cosa que no habría hecho si Solange no se lo decía. Mojó un poco la galleta en el café y se la comió, pero para su disgusto esta tenía un sabor feo, como si las galletas estuviesen guardadas desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, Solange parecía comerlas con gusto, mientras que Helena tardaba en tragarlas. Y mientras lo hacía, observaba algunas cosas del comedor: el televisor, la mesa, las sillas, hasta las tazas.

- ¿Cómo conseguiste el departamento?- preguntó Helena al apenas tragar- ¿También lo compraste?

Solange tomó un sorbo de café y luego miró extrañada a la joven.

- Obviamente no-respondió mientras apoyaba su taza en la mesa-Amalia y los demás Directivos de la Asociación me lo dieron. De hecho, hay muchos Ángeles miembros de la Asociación que viven dentro de este mismo edificio. Los Directivos les dan un hogar a aquellas personas que no cuentan con sus familias en Almhara. Siempre tratan de colaborar con recaudaciones de dinero y fondos para vernos bien a todos.

Helena se concentró en las palabras de la joven y estaba por responderle, pero fue la otra quien volvió a hablar.

- Cambiando de tema, me iré a cambiar. Tenemos que hacer las compras-dijo la pelirroja.

Helena aceptó con la cabeza. Enseguida se levantó de la mesa para poder levantar las tazas y lo demás, cosa que dejó un poco asombrada a Solange, quien se levantó de la silla y se dirigió a su dormitorio. Helena mientras tanto lavaba las tazas, y una vez listas, se dirigió directamente a la gran ventana del living. Corrió las cortinas para poder observar el paisaje urbano de la ciudad. Ruidos de motores, bocinas, sirenas y cantos de vendedores ambulantes se escuchaban desde allí arriba. Parecía ser una cálida mañana, según ella, y un bonito paisaje.



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En el texto hay: angeles, juvenil, aventura

Editado: 07.04.2019

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