El sol se desmorona
sobre calles infinitas.
Hay un suspenso terrible
abrumando las venas,
que nos petrifica
en un minuto angustioso.
¿Algún día veremos caer
al ángel más colérico?
Crepúsculos frágiles.
Las sombras van entramando
demencias inquisitoriales.
La última luz fenece
entre las ramas agudas.
Todo es silencio y espera.
El cielo es pliego mortuorio
para nuestra necrópolis concreta
donde las almas naufragan
en raudales de miseria.
¿Dónde se halla la luna amarga
que rasgaba la tiniebla?
Huérfanos de claridades,
somos ciegos enardecidos
perdidos en dédalos de cal,
extendiendo manos leprosas
que agitan el vacío.
La piel del ángel fallido
es herencia de gusanos.
¿En qué ángulo fúnebre
se nos perdió la luna?
Se cierra el último claustro
para los felizmente malditos.
Somos frutos pútridos
en este blasfemo edén.