Enjugo mi tristeza
con luz crepuscular.
Rememoro heridas lejanas
con frialdad homicida.
Necesito más tiempo
para descifrar el arcano
de mi carne difusa
infestada de vientos.
Soy derrumbe de piedras
que nadie escucha.
Me despliego en mil aristas
hiriendo la lejanía.
Retumba de silencio
la comba endurecida.
Las sombras se extienden
hasta los ángulos más sólidos,
trasmutando toda esencia
en ecos de orfandad negra.
Y el viento sigue gimiendo
entre los huecos de la carne.
Horizontes ensangrentados
por soles suicidas.
No hay tiempo ya
para mi urgencia terminal.