Salta el sigilo
teñido de sombra.
Pasos sin eco
traspasan el fárrago
del tejado oscurecido.
Bajo la esfera lunar,
ojos de braza cetrina
espían entre hombres,
sueños y almas.
Hay en su relumbre
grandeza de reina exiliada.
Hay en su marcha
misticismo de dioses viejos.
Cuenta una por una las estrellas
conociéndolas a todas por su nombre,
bebiendo de su luz estremecida.
Y, aun así, condescendiente
me halaga la mano con su roce
y duerme
-fiera mansa-
como agua quieta,
a mi lado, en mi cama.