Cuento una por una
las viejas grietas
de los muros gélidos
que circundan la dureza
de mi expectación.
Los días se desploman
en el lago neblinoso
del olvido profano.
En el filo crepuscular
se acuna el temblor desnudo
de la verdad más dolorosa.
Apenas puedo encontrarme
en la sombra difusa
que aprisiona el muro
y lucha por evadirse,
harta de trazar mi contorno.
Este régimen de noches
que nunca inician
es germen de vesania.
Sol y luna en el ocaso,
sin caer en retos agudos,
giran en soliloquios,
extendiendo la negra
danza de las horas.
Caigo en el juego necio
de buscar mi sino
en estrellas muertas.