Las piedras murmuran
muertas de tedio
en las llanuras anegadas de sol
donde las sombras se refugian
bajo la somnolencia de los árboles.
Yo sigo el camino
que las tolvaneras me marcan,
exiliando mis pasos
de los fárragos de cal y acero
donde los vientos fenecen.
Me empapo del crepúsculo
curvo y fraterno
desnudando mi endeblez
sobre la tierra ponderada
y los huesos de los tiempos.
Lejos, las luces florecen
en helor espurio
en trenas sin cerrojos,
mientras yo me disperso
en migración de aves diáfanas.