Te miro, te respiro ahora,
mientras te desnudas ante la luna
robándole resplandores
y su majestad de reina eterna.
Lubrica, intensa,
lates en la noche como una promesa
de dioses impúdicos
beodos de rojas bacanales.
Te tomo ahora, húmeda y salvaje,
sobre la hierba austera,
penetrando en tu espesura
aromada de misterios.
Nos sumergimos en flujos astrales
para conocer el vaivén cósmico
antes de desvanecernos
con el advenimiento del primer albor.