Herencia de tierra vieja
sobre manos ensangrentadas
por frutos nuevos.
Una elegía resuena
entre árboles petrificados.
¿Es lamento de dioses
o encumbramiento de diablos?
¡Que dura es la altisonancia
de la verticalidad celeste!
Nos movemos eclipsados,
ahumados de sombras hostiles;
es el destierro de Nod
que arde en las venas
cada crepúsculo palpitante.
¡Qué Dios juzgue
la rectitud de mi vergüenza!
Polvos de reinos examines
cubren mi piel irredenta.