Dura melancolía
sobre los pliegues del viento.
Hay un afán recóndito
en mis manos entumecidas
por alcanzar las horas
que se disgregan
en ecos de acerba mofa.
Me agito en el ojo de la nada
buscando aferrarme
a cualquier marbete
que consolide mi existencia.
Pero el viento recapitula
el dolo de la carne,
simple vianda anticipada
para fruición de helmintos.
El crepúsculo me alcanza
con su plétora de altisonancias.
Maremágnum de sombras
entonan con desgano
cantinelas de suicidio.
Se abre la noche
como urgencia de sepulcro.
Emprendo la marcha
en busca del horizonte
que me transportara
al final de la congoja.
Persigo mi sombra
que se derrama sobre las piedras,
aunando su sorna
al de árboles caducos
que mecen los fantasmas
de los anteriormente fallidos.
El final se precipita
en un grito fracturado.