Esta vez, me encontraba simplemente yo, con mi silla de ruedas. Estaba camino de regreso a casa, después de un dia sin nada nuevo en el instituto. Me vuelvo hacia atrás y noto una mujer hermosa: ojos azules, rostro limpio, altura perfecta. Hasta la ropa que traía, daba esa sensación de tranquilidad. Se notaba que era una buena mujer, todo encajaba con ella en un perfecto balance, sentí que la conocía de tiempo atrás pero sabía que no era cierto. Por muchos años recordé esta mujer, cada vez que pasaba por lugares húmedos, oscuros y fríos; ya que este era el mismo olor que había en el aire, cuando la vi por primera vez, bajo las viejas vías del tren.
Esta vez, me encontraba acompañado. Mis agujetas sueltas. Como de costumbre camino de regreso a casa, después de un día sin novedades en el trabajo. Me agaché entonces para atar mis zapatillas, miré hacia adelante y noté un pequeño niño solo. Iba en su silla de ruedas, mirando hacia nosotros. Fue entonces cuando comprendí.