Salimos de la ciudad. Todo luce tan tranquilo que asusta, en todo el viaje no logré ver más personas en las calles ni otros vehículos, para pedir ayuda.
Contemplé de reojo al hombre que conduce con su mirada atenta al camino. Es intimidante, también atractivo. Pero es un ¿secuestrador?... aún no entiendo sus intenciones, pero que alguien te lleve sin tu consentimiento a otro lugar, sin explicarte nada, ni porque huían de ese motorista, no te hace confiar.
Tragué saliva intentando memorizar el camino, y viendo mis opciones de como huir en cuanto se descuide, o por lo menos contar con la suerte de ver una patrulla de policía, pero nada.
Al final llegamos a un lugar desolado, extenso y oscuro, sin nada más que pasto húmedo, bajo un cielo gris. Abrió la puerta del vehículo para que bajara, me negué. Mi corazón se agitó sobrecogido ante el paisaje poco alentador que hay en el sitio.
Es una llanura sin árboles, sin arbustos, solo un pasto que rodea todo el lugar, que pareciera incluso haber sido cortado a la perfección. Pero el terreno es tan extenso que si eso fue así, tuvieron que usar la ayuda de más de un jardinero.
—Es más seguro ir a la casa —habló el hombre extendiendo su mano para ayudarme a bajar del auto.
—No lo creo...
—Si se queda aquí "ellos" van a venir a buscarla —dicho esto hizo el ademán de alejarse.
Quedarme sola en este sitio, está lejos de lo que le gustaría a cualquiera.
Descendí del auto, y al hacerlo pude ver la casa de la cual hablaba, es enorme, de dos pisos, de un tono blanco y lúgubre, sobre una oscura colina con apenas visibilidad. Parece incluso no haber sido habitada en años. La casona tiene un ambiente tan oscuro que solo de verla hace que mi cuerpo tiemble. ¿Para qué me trajo a este lugar? ¿Por qué huimos del tipo de la moto? ¿Qué planea hacer?
Son tantas preguntas que me siento mareada, mientras mi corazón no deja de latir con fuerzas. Sin saber lo que pasará conmigo.
Tenso mi rostro cuando me toma de la muñeca y me resisto a seguirlo. Detiene sus pasos contemplándome dolido.
—Siento tanto no haber respetado sus últimos deseos, pero ellos el pacto de ambos reinos se está destruyendo, no puede seguir disfrutando de la vida humana.
Sonreí con cierto sarcasmo, pese a la peligrosa situación. ¿De qué habla este tipo? ¿Bebió algo?
—Es más seguro ir a la casa, ahí hablaremos —dijo seriamente tomándome entre sus brazos.
Me asusté, y sin pensarlo me afirmé de su cuello. Me carga como si no pesara nada. Mantiene su mirada en el camino sin decir palabra alguna.
No supe qué hacer, si intentar golpearlo, huir, correr, pero el problema es que intenté que me soltara y parece que su cuerpo es duro como piedra. Entramos a la casa donde finalmente me bajó con cuidado.
Apenas me vi libre, me alejé de él. Pero mi mirada se detuvo ante lo que apareció frente a mí. El interior contrario a lo que vi desde afuera, es bastante iluminado y acogedor, es extraño que desde el exterior pareciera una casa abandonada, y adentro, en cambio, parece llena de vida. Avanzó quitándose los negros guantes que llevaba solo en una mano, suspiró apoyando sus manos sobre el velador.
—Lo siento mucho, mi señora —dijo acercándose.
Ahí pude notar sus ojos de color violeta, un color que jamás había visto antes en los ojos de un hombre, ¿serán reales?
—Espero no tener que forzarla a recordar—se acercó acomodando mi cabello desordenado detrás de mi oreja con un gesto cariñoso que fue confuso.
Sus palabras tampoco puedo entenderlas con claridad. Luego de eso se alejó chasqueando los dedos. Apenas lo hizo apareció un hombre con orejas de ¿gato?, y una larga cola felina a su espalda que se movía a un ritmo lento.
—¿Por qué está disfrazado? —pregunté con una sonrisa torpe.
—No es disfraz, nuestra especie se ha reducido tanto que he tenido que recurrir a la ayuda de los animales cercanos —respondió el hombre arreglando sus mangas—. Él es Octavio, es un gato montes, en casa se encarga de la comida. Octavio, ¿Puedes traernos la cena?
—Sí, señor Brando —respondió antes de inclinar la cabeza y desaparecer, dejando ver su larga cola que se mueve de lado a lado.
—... ¿Es en serio? ¿No es un disfraz? —volví a preguntar sin creer lo que ha dicho, es que no tiene lógica.
El hombre, al cual el supuesto gato montes lo ha llamado "Brando" me miró con seriedad.
—Tenemos un gato montes en la cocina, un gato colocolo como encargado de la limpieza. Un puma como conductor, y un gato andino como mayordomo. Los gatos son seres muy leales, pese a la mala fama que los humanos se han inventado.
Me eché a reír, ¿están jugándome una broma? ¿No es así?
—¿No me cree? Lo esperaba —suspiró colocándose de pie.
Y al decirlo chasqueó los dedos. Apareció otra persona usando unas orejas de gato y se acercó de inmediato. De piel morena, largo cabello castaño sostenido en un moño detrás de su nuca y penetrantes ojos verdes. Contemplándome con una expresión tranquila, inclinó la cabeza con respeto.
—Waldo, ¿puedes mostrarme tus orejas? —le inquirió Brando mientras cruzaba los brazos.
—Sí, señor —y dicho esto se acercó a ambos.
Pude notar que no tiene orejas, o sea las tienes, pero esas orejas de gato, ¿son reales? Extendí mis manos y me detuve.
—¿Puedo tocarlas? —le pregunté y como respuesta me sonrió con sinceridad.
—Mi señora puede hacerlo, será un honor —respondió acercando su cabeza.
Me acerqué con timidez, no parecen de plástico, incluso se sienten tibias. De repente se sacudió y al retroceder casi estuve a punto de caer si no hubiera sido por el hombre de traje negro que me sostuvo a tiempo.
—Parecen reales... —hablé anonadada.
—Son reales —respondió Brando.
Lo miré sin decir más, no sé si es un mago o algún hechicero o algo así. Pero, ¿en serio esto es real? ¿No he recibido un golpe en la cabeza y todo esto no es más que una fantasía de mi cabeza? Pero jamás he leído un libro con gatos con forma humana.