O el club de gatos locos...
Supo que eso le había dolido, él lo sabía incluso aunque ella no se hubiera inmutado y oh..., maldito fuera si no le afectaba verla así, porque ¿qué clase de hombre se mantiene impávido ante el evidente dolor de una mujer? Y no se refería a Samara y su doloroso llanto estremecedor.
No, era el silencio de Jessie y sus enormes esfuerzos por mantenerse en pie cuando el golpe había sido tan grande como para derribarla al suelo. Se aprendían muchas cosas en un año, algunas buenas, otras malas, otras terribles, y una tan dolorosa como una aguda espina era saber que Jessie estuvo enamorada de Arif desde hace mucho tiempo, incluso antes de que él llegara.
La encontró demasiado tarde...
Ignoró esa dolorosa verdad, centrándose en el momento. Quería tanto consolarla en sus brazos que hasta el ardiente dolor del rasguño quedó ignorado. Más todo lo que podía hacer era dirigir la vista a un punto de espacio vacío y esperar, mientras oía al leopardo quejarse con insistencia, su loba le necesitaba y ellos se acobardaban...
Cuando el dolor pareció disminuir, Sawyer vio a la mujer jaguar limpiar sus propias lágrimas y reprimir los sollozos angustiados con esfuerzo, sus oscuros y grandes ojos se dirigieron a Jessie.
—Yo... —habló, su voz afligida despertó un agudo escalofrío—. Hablé con él..., lo llamé la madrugada del sábado y él... Oh Dios, él estaba bien... Lo que dicen no debe ser verdad, no, no...
Volvió a llorar, y entre pasos lentos se fue acercando a la isla de metal en la cocina, ignorando el enorme pedazo de carne que anteriormente estaba comiendo en su forma animal, a Sawyer casi se le salió el alma del cuerpo cuando vio tan horrible escena, al principio pensó que se estaba comiendo a un humano, pero luego se percató de la forma y el tamaño y entonces supo que estaba alucinando.
—Sé que cuesta —Jessie habló en tono bajo—. Yo también no quise creerlo al principio pero... —Suspiró, sus hombros decayeron—. Es verdad.
Sawyer no sabía qué podía hacer, pensó si era buena idea acompañarle en todo esto, pues él no se sentía cómodo, más bien, Jessie le hacía sentir como si estuviera de más su presencia. Sin embargo, el necio felino rechazó la idea de alejarse, porque durante el viaje por la ciudad encontró un atisbo de interés en ella.
Y estaba decidido a comprobar si era real.
«Acaba de perder al tipo que quería» se repitió eso una y otra vez mientras se ponía de pie.
Samara giró frente al fregadero, agarró un vaso de vidrio y lo llenó con agua, bebió, temblando volvió a dejarlo sobre la encimera pero demasiado cerca del borde, luego se agachó para tomar la carne medio masticada y la dejó un poco más lejos en la encimera. El vaso cayó, el ruido del vidrio haciéndose añicos hizo que los tres se sobresaltaran.
—Te ayudaré.
Sawyer tomó la pala con mango largo y la escoba que estaban al lado del refrigerador, luego comenzó a barrer con cuidado el desastre de vidrios rotos ante la perdida mirada oscura de la mujer jaguar.
—¿Cómo murió? —Su tono salió serio.
—Lo encontraron ahorcado en su apartamento.
Sawyer se mordió el labio por la crudeza con que habló, tal vez eran los evidentes celos, pero cualquier criatura pensante habría tenido más tacto que ella.
—Samara... —Jessie le habló—. Sé que todo esto puede parecerte muy apresurado pero... Necesitamos información.
La mujer morena volteó lentamente hacia ella, por detrás Sawyer le hacía gestos para que no continuara.
—Queremos saber sobre este mensaje —Jessie le entregó el celular.
—Lo..., l-lo..., l-lo mataron.
Vaya, el razonamiento de ella era rápido, y la seguridad con que lo dijo a través de sollozos hizo que los ojos avellana de Jessie brillaran.
—Sí.
Un gruñido, casi como un ronco maullido salió rasposo desde la garganta de la mujer, ambos se quedaron al margen pues no sabían si era un lamento o el preludio para que el jaguar se enfureciera de nuevo.
—Estamos esclareciendo el caso —intervino Sawyer—. Toda información que puedas darnos sobre la última vez que hablaste con él nos sería de mucha ayuda.
Dejó los restos en una caja de cartón junto al cesto de la basura y regresó al lado de Jessie. Otro maullido ronco, oh pobre mujer, estaba destrozada.
—B-bien... —balbuceó entre dientes, largas garras, de un tono rosáceo, surcaron la mesa—. L-lo h-haré..., solo..., necesito un par de m-minutos.
—Tranquila, esperaremos.
Samara volvió a irse, esta vez, yendo derecho y entrando por otra puerta a la izquierda.
—Controla tus celos, ¿quieres?
Las garras de Jessie aparecieron, Sawyer tragó saliva.
—Tú no me das ordenes.
—No es eso, es cuestión de lógica, no tienes el derecho de sentirte celosa en este momento.
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Editado: 05.12.2019