O los peligros del leopardo de Amur...
«Oh Arif, ¿en dónde rayos te metiste? »
Jessie se preguntaba eso mismo, una y otra vez, mientras seguía a Sawyer a través del estrecho callejón oscuro. Había caído la noche, estaban en un pueblo de tamaño mediano llamado Rough Valley al noroeste de Paradise City, un lugar en el que no había ningún reclamo de clanes pero sí muchos tipos de cambiantes. Eso era lo de menos, aquello por lo que su loba estaba encrespada era el intenso olor a alcohol que sentía más y más con cada paso que daba. Alcohol y otras cosas... Como el salvaje aroma a manzanilla y menta de Sawyer.
Bien, eso debía ignorarlo, pero era una tarea difícil, mucho más que resistirse a la tentación de un trago.
—Ahora escucha —Sawyer murmuró—. Un lobo, coyote, zorro o cualquier cambiante que no sea felino tiene que ser acompañado por uno para poder entrar. —El hombre giró, sus ojos grises fueron un inquietante destello en medio de la oscuridad—. Este lugar es exclusivo para felinos, así que dejame hablar a mí hasta que estemos adentro, ¿de acuerdo?
Sawyer ladeó el rostro, pasaron los segundos, y una sonrisa tiró suavemente de sus labios.
—¿Jessie?
Ella regresó a la realidad.
—Sí, es buen plan.
—Perfecto.
Sawyer dio un medio giro y se detuvo contra una puerta de metal cromado, había una pantalla táctil y una bocina.
—Contraseña —ordenó una voz mecánica.
Sawyer se inclinó hacia la bocina.
—Los felinos mandan.
Jessie rodó los ojos.
—¿En serio?
—Shhh...
—Contraseña aceptada.
La puerta se abrió por sí sola, deslizándose hacia la derecha, Sawyer le hizo un ademán para que le siguiera. Caminaron por un pasillo corto, las paredes y el suelo recubiertos por alfombras rojas le daban un aspecto macabro, las luces blancas en el techo menguaban el impacto del color. La puerta volvió a cerrarse detrás, y Jessie se dio cuenta de los dos enormes sujetos que custodiaban otra entrada del mismo tipo.
—Osos... —murmuró alarmada, no se llevaba bien con esos cambiantes.
—Casi, son leones, igual de peligrosos. No digas nada.
Fue inesperado el fuerte agarre sobre su mano, Jessie quiso reaccionar como de costumbre para evitar que ese agradable calor barriera a través de su cuerpo, sin embargo, enderezó su postura cuando uno de los dos leones le miró. Tan diferentes como el día y la noche, tan altos como Sawyer pero mucho más corpulentos e intimidantes, sí, eran imponentes.
Jessie solo había conocido a un macho león, en circunstancias diferentes, un tipo delincuente que fue prisionero del clan, pero ese león no tenía la mirada tan dura como estos dos ni ese porte protector, más bien, lo que sus cuerpos expresaban eran la clara a advertencia de No te metas conmigo o te haré sufrir.
—Buenas noches señor Arwall —saludó el león rubio de la izquierda, su tono se oyó más suave de lo que habría esperado—. Bienvenido.
Tan acogedor recibimiento sugería que Sawyer era un cliente frecuente del lugar.
—¿Quién es la dama? —Cuestionó el otro león castaño—. ¿Eso que veo es un dije de insignia Moon Fighter?
Estuvo a punto de responder pero Sawyer se le adelantó.
—No, no, ese es un regalo de aniversario. —Sawyer giró a ella, sus ojos grises eran suplicantes—. Ella es Jessie Smith, mi compañera.
El león dudó.
—Pues no lo parece.
—Oh claro que sí, ¿verdad mi reina?
«Ugh... » a ella no le agradaban los apodos melosos, pero a la loba... Bueno, eso era otra cosa.
—Sí, somos compañeros —dijo, fingiendo una sonrisa de orgullo al verlo.
Bueno, parte de ella era real... Pero Jessie le echaba la culpa a la loba que estaba muy contenta con la forma en que Sawyer le sostenía.
—Oh ya veo, este es un sitio extravagante para una cita. —El león se encogió de hombros—. Pero quién soy yo para juzgar, ¿verdad amor?
Al rubio se le pintaron las mejillas de un tono rosa.
—Shiloh... —advirtió—. Estamos trabajando.
«Vaya... Dos leones machos emparejados... » eso era extraño, y maravilloso a partes iguales.
—Pueden entrar, hay descuento en Crazy Green hasta las tres de la madrugada.
El león rubio puso su palma sobre la pantalla táctil y en menos de dos segundos la puerta se deslizó, Sawyer le llevó a un deslumbrante interior. Música frenética retumbaba con fuerza, luces estroboscópicas, de múltiples colores, fluorescencias por todos lados, este sitio exudaba decadencia.
Había luz ultravioleta oscureciendo el suelo tapizado por una suave alfombra, el sitio estaba dividido en cuatro cuadrantes, a la izquierda, un sector de pequeñas mesas redondas con dos sillas, a la derecha una pista de baile demarcada en sus bordes con cortinas de cuentas metálicas que delimitaban un cuadrado, los cuerpos que allí bailaban provocativamente eran iluminados por doce colores diferentes.
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Editado: 05.12.2019