O cuando intentan borrarte del tablero...
Cuando Sage entró a la habitación, tenía un rubor en las mejillas que Jessie ya había visto antes. Su hermana tenía una mochila cargada en el hombro y la mirada maravillada.
—¿Sage?
La loba sumisa estaba revoloteando alto. Una sonrisa le iluminaba el rostro.
—Oh Jessie, acabo de ver el par de ojos más hermoso en toda la historia de la creación.
Jessie se llevó una mano a la frente, y de ahí la bajó estirándose el rostro. Sage solía ser enamoradiza, su frágil corazón tenía decenas de grietas tapadas con cinta adhesiva, al pensar en lo que podría haber visto, ya se imaginaba las opciones posibles, solo una parecía razonable.
—¿Patrick?
Esa mirada repleta de asombro bajó hacia ella.
—No, el otro.
Todas sus alarmas se dispararon, de la enorme cantidad de hombres en el mundo... Sage no podía interesarse en alguien tan odioso como Harry Atwood.
—¿En serio, Harry?
—Oh, ¿así se llama?
Sage se acercó, oh genial, ahora debía decirle todo lo que sabía sobre su nueva conquista.
—No te recomiendo que lo persigas.
Sage parpadeó.
—¿Por qué no?
—Es un tipo rudo de corazón negro, no me agrada y yo no le agrado, es de esos hombres que pueden hacerte mucho daño.
—Pero es tan...
—¿Atractivo? La apariencia no cuenta cuando la personalidad es un asco.
Sage bufó molesta.
—Oh claro que el único hombre perfecto para ti era Arif.
De inmediato bajó la mirada al darse cuenta de que había insultado la memoria de un fallecido, y aunque Jessie quiso replicar prefirió callarse la boca, no estaba de humor para pelear, sin embargo, volver a recordarlo muerto fue doloroso para su corazón.
—Sage..., solo intento cuidar de ti. Esto debe ser uno de esos flechazos momentáneos, ¿no?
Ella se quedó mirando un rato las prendas que Jessie había destruido cuando se transformó luego de despertar y verse en un entorno extraño. Y luego subió lentamente la mirada, ahí había un conocimiento que le hizo palidecer.
—¿Has sentido..., como si tu corazón se hundiera..., y un solo aroma pudiera llenarte por completo..., y la loba aullara de pura emoción?
Oh no, no, no, esto no era bueno. Jessie lo sabía bien, pues ella había sentido lo mismo cuando vio a Sawyer en esa reunión..., más bien, la loba había sentido eso y ella estaba luchando desde entonces. No se trataba de un simple flechazo, sino de un reconocimiento y eso era difícil de esquivar.
—Dame la mochila, y no salgas hasta que termine.
Asegurándose que Sage no le desobedecería, Jessie entró al baño, cerró la puerta y lo primero que hizo fue verse en el espejo redondo empotrado en la pared, le hacía falta un poco de maquillaje para disimular las ojeras que pesaban debajo de sus párpados, y un poco de crema de pepinos para que el cansancio abandonara sus ojos. Sin embargo, el aspecto físico poco importaba cuando reconoció el suave aroma a manzanilla y carbón rodeándole, por supuesto, estaba en la camisa que Sawyer le había prestado, Jessie bajó un poco la nariz para inhalar más.
No sabía por qué razón esa mezcla tan extraña le causaba un nivel de calma excepcional, o por qué Sawyer lo tenía, cuando por lo general los hombres poseían solo aromas fuertes, no había suavidad en ellos, no como lo denotaba la manzanilla.
Cuando volvió a mirarse en el espejo Jessie recordó el olor personal de Arif, tan distinto..., no evocaba el calor como el de Sawyer, el lobo olía al frío del invierno y al agua de los deshielos, extrañarlo dolió mientras se quitaba la camisa para colocarse su ropa.
Volver a oler como ella misma en vez del leopardo le dio una nueva sensación de control, pero se desvaneció tan pronto como recordó lo que había pasado en la noche, y en lo que debían hacer ahora. «Seguiremos sus huellas hasta saber lo que encontró» con ese pensamiento en mente Jessie regresó a la habitación, afortunadamente su hermana seguía en el mismo lugar, y le esperó mientras recogía las prendas rotas para guardarlas en la mochila, luego de hacerle un gesto, Jessie se dirigió a la puerta.
—¿No vas a decirme lo que ha pasado?
Jessie le miró por sobre su hombro, la historia era tan larga y ella estaba tan hambrienta que no podía armar un resumen en su cabeza que fuera suficiente para que Sage le permitiera seguir sin alarmarse del problema en el que se estaba metiendo. Jessie no quería preocuparla.
—Ven, lo sabrás con los demás.
Ya en la cocina, Jessie saludó a Patrick Mcgraw, a sus hijos, Ian y Naiara quienes estaban en la sala. Harry ni siquiera le correspondió el saludo y ella no esperaba que lo hiciera, pero la atención de Sage fue inmediata para el condenado leopardo que solo le ignoró. Detestaba cuando veía ilusión en los ojos de su hermana al mismo tiempo que un bastardo minimizaba su presencia, ¿tal vez era de esos tipos que menospreciaban a las mujeres cambiantes de naturalezas sumisas? No quería que Sage sufriera, y Harry parecía el perfecto rompe corazones sin culpa.
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Editado: 05.12.2019