O el miedo más fuerte de todos...
Se sentía como en una burbuja de agua en la que los sonidos eran distorsionados hasta que ya no comprendía en donde rayos estaba, todo lo que captaba su atención era el cuerpo de Jessie entre sus brazos, quieto y calmo, tan apacible, sin reacción. Una mano invisible le apretó el estómago hasta que dolió, mil agujas ardientes se clavaban en su piel a medida que tragaba su propio llanto. No podía separarse de ella, no cuando su loba estaba tan malditamente quieta, su fuego apagándose lento, demasiado lento, y lo único que tenía para aferrarse era el débil latido de su corazón.
Extraños llegaron al granero, exclamaron maldiciones y lamentos, compartieron su desesperación. El lobo Alfa fue liberado de la silla y el leopardo de Amur cayó inconsciente. Demasiado lejos de un centro médico, las cosas no se veían favorables.
—Sawyer —alguien le llamó, pero el hombre volvió a mecer el cuerpo de la loba, pasando su mejilla por su frente—. Sawyer. ¡Sawyer!
Garras se clavaron en su hombro, y entonces, giró tembloroso hacia esa voz que se había atrevido a quitarle la atención de ella. Harry le miraba con ojos doloridos y una mueca triste, el tono verde se había empañado. Esas garras retrocedieron, para pasar a ser un soporte cálido.
—Cómo... —Su voz quebrada salió apenas, débil y rasposa—. Cómo...
—Nunca dejas de meterte en problemas —bromeó, pero su mirada seguía siendo amarga—. Retrasé el viaje a Phoenix, larga historia. Traje refuerzos, y una unidad de emergencia móvil, supuse que lo necesitarían.
—Genial —Logan habló desde la distancia—. Debemos llevar a Jessie de inmediato, ¿le podrán ayudar con el sangrado?
—Derek dijo que le estaba aportando su energía para frenarlo. —Seth se acercó cojeando de una pierna, tenía raspones en los hombros y una herida de bala en el derecho—. Pero necesitan quitarle la bala.
—Dejame cargarla —Logan pidió.
Sawyer le gruñó.
—Obedece, gato —Harry siseó—. Es por su bien, entre más tiempo pierdan, menos posibilidades tendrá ella de seguir con vida.
Harry le movió el hombro con fuerza, una y otra vez, zarandeando su cuerpo hasta que finalmente abrió los brazos, entregando su valiosa carga, la otra mitad de su alma, a las manos del lobo guardián. Pareció que parte de su corazón se desprendía para acompañarle en el camino hacia la salida, Sawyer quedó de rodillas, sus manos con sangre seca, el leopardo pidiendo por la vida de su compañera, arañando las paredes de su cuerpo. Le ardía hasta los huesos, luchaba por salir y era... Tan difícil... Tan malditamente difícil controlar al animal herido... Se había convertido en fuego líquido derramado en sus venas, sudaba frío, todo a su alrededor se tambaleaba. ¿Era normal sentirse así? ¿Acaso ella se habría sentido de la misma manera cuando perdió a Arif?
Esto que latía en su pecho, arrojándolo a un vacío en donde solo veía la absoluta oscuridad, era realmente aterrador. El frío ocupó el lugar donde antes había sentido su calor, y el sonido del disparo, el recuerdo de su mirada perdiéndose en la inconsciencia, esas cosas dolieron, pero había algo peor que eso, empujando un miedo hasta ahora desconocido, era poderoso, era brutal, algo nacido desde el fondo de su corazón. Un conocimiento que le estremeció el alma.
—Mi compañera muere.
Alguien se colocó en su empobrecida línea de visión, un par de ojos verdes brillaron, Harry le sostuvo el rostro, analizándole.
—Mi compañera se muere.
—Idiota —gruñó—. No digas eso.
Sawyer tembló, la mirada de Harry se hizo menos dura, una amarga tristeza danzaba en el vívido color del leopardo, que pronto se convirtió en una furia protectora. Esperó oír sus palabras, el regaño por haberse involucrado tanto con una loba de clan, de esas que según él tantos problemas traerían, pero en su lugar Harry solo le observó, le sostuvo por los hombros, forzándole a levantarse.
Al estar de pie se tambaleó, el leopardo le sirvió de apoyo, le ayudó a salir del granero inundado por el metálico olor de la sangre, ¿de Jessie? ¿De Caden? ¿De Derek o de Vladimir? ¿Del bastardo rubio? Ya no lo sabía.
Cuando vio hombres con trajes blancos el leopardo se revolvió furioso, Harry usó toda su fuerza para contenerlo, gritándole que solo eran el equipo forense de la policía humana. El lugar era un caos, la gente vestida de azul les había negado la ayuda diciéndoles que no podían meterse en sus asuntos, pero ahora estaban ahí solo para ver si había algún humano involucrado o si habían quebrado alguna ley.
De reojo vio al lobo Alfa acostado sobre una camilla, con temblores violentos que lo sacudían mientras su mirada ambarina estaba clavada en el cielo azul.
—¿Qué le pasa? —Preguntó.
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Editado: 05.12.2019