Amarnos de nuevo

Capítulo 9

Darla Reyes

Estoy en casa de los abuelos. Mi tata se fue a cuidar la cafetería con Xóchitl, no estaba disponible para consentirme. Salí gateando a la sala. Tarareaba una canción que no sé de dónde la aprendí. Llevaba un peine amarillo con forma de corazón entre las manos. Necesitaba con urgencia las atenciones de la tía Pam para mi cabello. Mi hermoso cabello parecía haber sido arrasado por un torbellino. La tía estaba muy entretenida comiéndose una manzana. Toqué sus pies, bajó la vista en automático y me sonrió.

—Amor de mi corazón, ¿dime?

—Hazme moñitos, tía, ¿puedes? Por fis —pestañeé con inocencia.

—Eso no se pregunta, se exige como la princesa que eres. Ven acá, te dejaré más hermosa.

Le pasé el peine. Al sentarme en sus piernas, me llenó de besos. Me ofreció la manzana y empecé a comer feliz, un dolor en los dientes siguió después de la mordida. Cuando la tía Pam peinaba mi cabello, todo se volvía una aventura genial. Era como estar en las nubes. No sentía dolor por los tirones. El peine se deslizaba como algodón de azúcar. Mi cabeza no quedaba adolorida. Además, los moñitos que me hacía resaltaban mi linda carita.

Mami había salido. Fue a hacer cosas de adultos con el tío Rafael.

Entonces pensé en el señor arquitecto.

Estaba triste. El señor no sirve. Después de hablar con mi mami, sus ojos se veían apagados, como si en cualquier momento fueran a llover lágrimas. Habló un rato conmigo, pero tenía la misma cara que pongo cuando se acaban las galletas de chocolate… solo que multiplicado por cien. Le contaba lo buena que soy tocando la flauta, que ya me sé una canción completa sin equivocarme, pero parecía que mi voz era un mosquito para él.

Seguro mami lo puso en su lugar. Se lo merecía por hacerla llorar, no una, sino muchas veces. Aunque, cuando lo vi así, sentí una cosita en el pecho. Una parte de mí disfrutaba verlo castigado, pero otra quería abrazarlo. No dije nada. Por primera vez, me callé. Cuando lo notó, intentó disculparse, pero esa parte de mi corazón —como cuando me roban mis postres— no lo dejó hablar. Al rato se fue cabizbajo. Miró a mami con los ojos brillosos y salió de la cafetería como un soldado derrotado.

Mami, por su parte, estaba más seca que un limón. Hasta que no se fue el señor abandonador, no pareció estar ni un poquito feliz. O al menos fingía, como en las películas. Por eso no quise molestarla. Me dediqué a cantarle a los clientes para animar el ambiente. Fueron muy amables. Se sintió muy heavy cuando me dijeron cosas lindas.

Cuando mami me devuelva mi flauta, tocaré para ellos.

—¿Tía? —le digo despacito, por si alguien entra de repente. No quiero que nadie oiga. Es parte de mi misión—. ¿Por qué mami está tan molesta con el señor no sirve?

La tía se ríe, algo nerviosa.

—Ay, Darlita, mi amor… eso no son temas de niños. Son cosas de grandes.

—Pero yo tengo tres y medio —levanto mis deditos de la mano derecha mostrando el número—. En verdad, casi cuatro. Sé multiplicar, sumar, el abecedario y leer corrido. Además, ya no me salgo de la línea. ¡Son muchas cosas!

La tía me mira, pero guarda silencio por unos segundos.

—No me corresponde darte esa información —pone una cara rara.

—Tienes cara de que sabes mucho, tía.

—Quizás sé algunas cosas, amor, pero no puedo decírtelas.

—Prometo no decirle a nadie. Ni a mami. Tampoco a Gregory, aunque bueno… él no sabe hablar.

La tía ríe con fuerza. Su risa es tan contagiosa que me uno a ella.

—Ven, tía —ruego como un bebé—. Cuéntame solo un poquito, un chin, ya. Quiero entender a mami.

—Mira, mi corazón… papá le hizo algo malo a mamá. Fue antes de que tú nacieras, y a tu mami le dolió mucho.

—Eso lo ve clarito, hasta tú lo verías sin tus gafas de leer.

—Sí, fue difícil. Aunque, aquí entre nosotras, no solo a tu mami le dolió. También a Izan. No lo quiero defender, soy team Danielle, pero es la verdad, y se le nota.

—Él hizo daño —murmuro.

—Sus decisiones no estuvieron nada bien.

—Siento que quiere arreglar las cosas —digo mientras balanceo los pies—. Pero no es tan fácil. No es como llevar el televisor al técnico.

La tía baja la mirada y acaricia mi cabeza con sus dedos.

—Así es. Hay cosas que no se arreglan tan fácil. Lo de tus padres está muy roto —todo sonaba a tristeza.

—También mami tiene un corazón terco. Por eso no quiere hablar con él —le recuerdo.

Sonríe con ojos tristes.

—Dejemos que papá y mamá resuelvan sus problemas a su tiempo. Ahora vuélvete a poner como antes. Tengo que terminar.

Volví a mi posición anterior y me quedé quietecita. No pregunté más. La tía ya había dado por terminada la conversación. Podía insistir, pero la quería mucho y era súper leal a mamá. Eso es maravilloso. Olvidamos el tema y mejor seguimos en mi peinado, era lo importante de momento.

***

Un diente comenzó a dolerme, solté un pequeño “auch”. Seguí intentando tomar una siesta antes de que mami viniera por mí, queda súper hermosa con mis moñitos, vine a dormir un rato para que no se desbarate. Mi lugar preferido para dormir era el cuarto de la abuela: la cama era cómoda y además me dejaban saltar en ella. El dolor ardía, y crecía como masa de pan. De pronto, era como si una aguja pinchara por dentro. No aguanté más y empecé a llorar. No muy fuerte. Abracé una almohada mientras la mecía contra mí.




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