Amarte, Dalia

Capítulo 7

DALIA

"¡Ian! ¡Cariño¡¡Dalia no está en la habitación!" Mis párpados se abren instantáneamente. En un abrupto despertar trato de tranquilizar mis pensamientos, el grito me hace temblar, recuerdos invaden mi mente.

"¿Cómo que no está en el cuarto?" Logro escuchar otra voz. Pasos apresurados en el pasillo. El señor Ian y el señor Sean, estoy en su casa. Estoy en su casa y no en la calle. Lejos del frío. Lejos de Maestro.

Lentamente, bajo mi vista, la manta gris con estrellas doradas que me entregó la noche anterior está cubriendo mi cuerpo en un acogedor calor. Elevando un poco la mirada observó dos pares de pies acercarse. Ante una fuerte picazón en la nariz no puedo evitar estornudar, desvelando el lugar donde me encuentro.

“Dalia” La voz del señor Ian suena aliviada al descubrir que me encuentro debajo de la cama, donde estoy más protegida. “Bonita, nos diste un susto tremendo” declara.

Yo… yo no quise que se asustaran, los sustos no son buenos… no me gustan. Yo solo, no me sentía protegida estando en la parte de arriba de la cama, a pesar de la suavidad y el confort que brindaba… preferí dormir debajo de esta, con la manta. Me sentía más protegida.

“Vamos conejita escurridiza, sal de ahí” No puedo declinar la mano de ayuda que me ofrece, no quiero hacerlo. Tomando el impulso levantó mi propia mano para dejarla sobre la suya. Con cuidado hace que mi cuerpo se arrastre un poco.

IAN

Estaba en la cocina, preparando el desayuno cuando Sean gritó, alertado de no encontrar a nuestra nueva inquilina.

Al encontrarla debajo de la cama de invitados no puedo evitar pensar en conejos. Escondidos en su madriguera, tratando de sobrevivir un día más, sin ser presa de algún depredador. Dalia es tan frágil que hasta un pequeño insecto podía hacerle daño, e inconscientemente ella lo sabía.

“Cariño, ¿puedes bajar y apagar la estufa?” Le pido a Sean que se encuentra de pie a mi lado “La he dejado encendida cuando subí corriendo” Sean asiente caminando fuera de la habitación.

“Dalia” Llamo a la jovencita, su cabello desaliñado y su mirada adormilada, me da más ternura de la que puedo admitir. “Ven, te he conseguido un cepillo de dientes nuevo”

Dirigiéndola hacia el baño, procuro sostener la puerta mientras ella entra. Tomando el empaque donde viene el cepillo de dientes, lo rompo, liberándolo de la envoltura, lo humedezco con un poco de agua antes de colocar la pasta sobre este, ya listo para el cepillado, se lo entrego a Dalia.

“En tus dientes, para limpiarlos” Es lo que digo ante su notoria confusión. Sus movimientos son lentos y poco coordinados. No puedo evitar saltar a ayudarla cuando me percato que en vez de limpiarse los dientes se está haciendo daño en la encía por la fuerza con la que trata de cepillarse.

“Déjame ayudarte” susurro acercando mi mano al cepillo de dientes. Ella no dice nada, pero ante mi cercanía deja que lo tome. Moviendo las cerdas suavemente por sus dientes, procuro limpiarlos cuidadosamente.

“Sonríe por favor” Pido. Limpiando la parte externa de sus dientes frontales. Termino de cepillarla. “Toma un poco de agua para enjuagar, luego la escupes”. Indico dándole espacio para que pueda escupir en el lavamanos.

[…]

“No te has comido el huevo” la observación de Sean hace que eleve la mirada. La tostada y el pedazo de tocino no están, lo que me indica que ya los comió, pero el huevo estrellado está intacto en su plato.

“¿Ya te llenaste?” Pregunto. Ella rápidamente asiente con su cabeza, los rasgos de su frente cambian a confusión. Debatiéndose mentalmente. Comienza a negar un poco, no de la forma tan entusiasta como hace segundos. Algo ocurre.

Sean está concentrado en ella, al igual que yo. La garganta de Dalia traga al encontrarse en el foco de nuestra atención.

"P-ica" un suave y pequeño sonido proveniente de su boca, ocasiona qué asienta espontáneamente.

"¿Pica?" Esta vez soy yo quiero hablar "¿Qué te pica, Dalia?". Todos mis sentidos están alerta ante su primera expresión hablada. No le he colocado pimienta al huevo, por lo que no debería de picar.

Ella permanece en su lugar. Tiesa. Sin pronunciar ninguna palabra más.

"Creo... creo que quiere decir que cuando come huevo pica" El desglose de la pequeña explicación por parte de Sean, hace que Dalia no esté más bajo la atención de mis ojos.

"Después de que comes eso" señala al huevo "¿Te comienza la garganta?" Pregunta "¿Los bracitos?" Dalia asiente, atenta a nuestras reacciones.

"Tal vez sea alérgica, Amor" murmulla Sean hacia mí, asintiendo levanto mis brazos en dirección al plato de ella.

"No comerás eso, conejita" suelto quitando el plato de la mesa, llevándolo al mesón de la cocina, volteo a verla. "Te daré algo más. ¿Qué quieres?" Pregunto ilusionado con el hecho de poder recibir una respuesta hablada de su parte. "Hay salchicha, puedo hacerte un poco de avena, ¿otra tostada tal vez?" Divago

"No creo oportuno que coma otro trozo de pan." Frunzo el ceño ante las palabras de Sean, mi cerebro máquina rápidamente "El pan tiene huevo" decimos al unísono. "En pequeña cantidad y horneado baja las probabilidades de que tenga alguna reacción. Pero mientras no sepamos que tan severa es su alergia prefiero no exponerla" Termina de decir Sean. Asintiendo con la cabeza, no espero en hablar. "La pasta de ayer" suspiro "También tenía huevo"

"Tal vez por eso la devolvió" Sean responde "Como me dijiste; no duró más de tres horas con el alimento en el estómago" suspiro "Ahora que sabemos tendremos más cuidado" Asintiendo veo el bol de frutas en medio de la isla.

"Manzana" Suelto "¿Quieres manzana?" Pregunto esta vez. Ella asiente

Tomando la fruta procuro lavarla antes de comenzar a picarla en trozos. De la misma forma que Sean se la entrego la noche anterior, cortó la piel de esta. En un pequeño plato redondo dejó los trozos de manzana, caminando hacia Dalia colocó el plato frente a ella. Procurando aprovechar el hambre que tiene en este momento, cruzo los dedos para que coma toda la manzana. Anoche se había comido solamente la mitad de la manzana que Sean le había dado.




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