Amarte, Dalia

Capítulo 15

SEAN

El camino a casa fue en completo silencio, de Dalia solo se escuchaba su respiración ir y venir. Encendí la calefacción cuando me percaté que estaba tratando de ocultar el tiriteo de su cuerpo, para mí el clima estaba perfecto, luego recordé el estado en el que había llegado a casa, la falta de grasa en su cuerpo la volvía muy susceptible a los cambios de temperatura. A pesar de tratar de buscarle una lógica física al temblor que aprecié, no podía evitar que mi cabeza se alejará en pensamientos cada vez más desastrosos… ¿Estaría aterrada porque la vine a buscar? ¿El separarse de Ian le afectaba tanto?, un punzón en el pecho me hizo ser consciente de hacia donde llevaban mis pensamientos. Lo admitía, tenía un poco de envidia al verlos convivir tan bien.

Procuro no apresurarme en el camino a casa, en un semáforo en rojo, dirijo mi vista a Dalia, con la cabeza recostada en el vidrio, la encuentro dormitando. No la molesto. Consciente de todo lo que ha pasado hoy, suelto un ruidoso suspiro, Ian se había encargado excepcionalmente bien de la situación, ahora era mi momento de cuidar de ella. ¿Cómo lo haría? No tengo idea, pero espero que algo se me ocurra.

Llegando a casa, me tomo unos minutos antes de tener que despertar a la Dalia agotada de mi lado. Podía simplemente cargarla y llevarla dormida al interior de la casa, pero no lo hago. Esperando que la pequeña siesta que tomó durante el camino a casa sea suficiente para que se mantenga despierta el resto del día y así pueda dormir en la noche.

Manteniendo mi mano abierta a poca distancia de la espalda de Dalia, la sigo al interior de la casa. Tan pronto como la ayudo a quitar sus zapatos, ella se dispone a caminar hacia la sala, a pesar de no ver hacia donde se dirige, ya lo sé.

“Dalia, ¿tienes hambre?” Pregunto a la espera de alguna respuesta de su parte. Nada. Caminando al marco de la puerta, observándola en el mismo lugar del sofá en el que se ha sentado desde que llegó, Dalia es una nena de hábitos. “Dalia…” vuelvo a llamar esperando obtener su atención. Su vista se dirige a mí haciéndome sonreír, poco a poco sus interacciones van mejorando.

“No tanto” responde con voz baja, yo asiento y vuelvo a la cocina.

Manzana, pera y mango, tomo la tabla y el cuchillo para picar la fruta. Me debato si es mejor ponerlo en dos platos separados o usar uno solo, tarareando un poco decido solo usar un plato, no quiero presionarla a comer más de lo que su estómago pueda soportar. De forma indirecta, para ella igual estaría controlando la cantidad de alimento que ingiera. Sacando un vaso, preparo su suplemento, no lleno el vaso por completo para darle espacio a su estómago para poder comer y beber.

Tardo 10 minutos en la sala, con la televisión encendida y con el bol de frutas en el medio de ambos, para darme cuenta de la monotonía de la situación. Si no hago un cambio en el ambiente en algunos minutos tanto Dalia como yo íbamos a caer dormidos.

“Está muy aburrida” comento acerca de la película mientras me levanto, tal vez encuentre algo divertido que hacer en los cajones del mueble del televisor. Siento la vista de Dalia seguirme mientras me mantengo de espaldas, revolviendo un poco encuentro una característica pequeña caja de color rojo. Tomándola en manos y volteándome observo a la chica en el mueble.

“¿Sabes jugar?” Pregunto meneando la caja de las cartas UNO.

“Oh, ehm… no lo recuerdo muy bien” obtengo como respuesta.

“Súper” respondo acercándome a mi lugar en el mueble “entonces te explico para refrescar” guiño el ojo mientras la veo, ella baja la mirada un poco avergonzada.

(…)

“¿Está qué era?” Dalia pregunta mostrándome nuevamente su mazo de cartas, río. Perfeccionaríamos sus habilidades con el tiempo, mientras tanto solo fingía no haber visto sus cartas después de explicarle.

“Toma cuatro” dice y ríe bajo al ver mi cara, Sí, tal vez esté dejando que gane, un poco.

“¿Quieres contarme cómo te sentiste hoy?” Trato de hacer que hable mientras tomo lentamente las nuevas cuatro cartas que me he ganado.

“Bien”— río en mi cabeza, esa era exactamente la única respuesta que salía de mí en mi adolescencia cuando mi mamá preguntaba por cómo me había ido en la escuela.

“¿Bien bien o bien, no tan bien?” Repregunto colocando un 2 azul en la pila de cartas.

“Bien bien…” indica soltando otra carta.

“Ohm” Mi respuesta la hace dudar.

“Bueno…” suspira tocando sus dedos con impaciencia “no tan bien, pero estuvo bien”

“¿Te gustaría decirme qué fue lo que pasó?”, pregunto dejándola tomar una u otra opción.

“La verdad no” susurra viendo fijamente sus cartas.

“Está bien, cariño” suelto volviendo a colocar otra carta.

Mientras continuamos jugando le hablé acerca de mi día, bastante aburrido, pero, aun así, ayudaba a mantener un tema de conversación en la mesa. Al pasar las últimas cartas noto como se distrae con más frecuencia, su atención no está en la segunda ronda del juego, lo que me hace inquirir que es efecto del cansancio.

“Dalia” llamó al verla tomar más tiempo entre cada parpadeo, sus ojos se abren dirigiéndose hacia mí, aguardando instrucciones. “¿Te gustaría acompañarme al baño mientras me afeito?”, pregunto con calma. Leo sus facciones, cambiar, confusión.




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