IAN
Los primeros días después de aquel incidente los llevaba con ansiedad, el hecho de buscar a Dalia en su habitación y no encontrarla por ningún lado, hacía que el despertarla se convirtiera en una actividad desagradable, por la incertidumbre. Pero cuando la encontraba acurrucada debajo de la cama, sosteniendo su manta, hacía que disfrutara el momento. Una parte de mí no quería ir a su habitación, pero otra parte no podía esperar a llegar y ser la primera persona que ella viera.
Hoy Dalia no me acompañaría al trabajo como los demás días, esta vez Sean la llevaría a la Universidad con él, por lo que no se encontraba en mi auto. Ya la extrañaba, pero sabía que ambos nos teníamos que dividir su cuidado, no confiábamos en nadie más que no fuéramos nosotros para cuidar de ella.
Hoy sería un día agitado para mí, las reservaciones estaban completamente llenas, sin mencionar las personas que llegaban al restaurante, a ver sí, la suerte estaba de su lado y alguna mesa de desocupada. Según Sean me comentó también era un día ocupado para él, por esa razón decidí despertar a Dalia un poco más temprano de lo habitual, conociendo a Sean y lo maniático que es con llegar a tiempo a todos lados, era una decisión sabia.
DALIA
El sonido de la puerta abriéndose de forma abrupta hace que despierte, la luz del cuarto está encendida. Unos pies con zapatos elegantes aparecen por mi campo visual, cuando llama mi nombre, me remuevo en mi lugar, arrastrándome fuera de la estructura de la cama, levanto un poco la vista. Rechino por no poder ver bien por la luz artificial, segundos después Sean se interpone, haciéndome abrir mejor los ojos.
“Dalia, ¡Tenías que estar vestida!”, reclama haciéndome abrir los ojos. Me he vuelto a dormir después que Ian vino a despertarme. Sean no deja que formule una disculpa, rápidamente se acerca al closet donde pusieron mi ropa, saca una camisa y un pantalón, lanzándolos a la cama, me ayuda a salir de mi lugar, me eleva y sienta en el colchón. “Vístete rápido” solicita “Ya vamos tarde” rechista viendo su celular. Es mi culpa por quedarme dormida.
“L-lo siento” respondo aún un poco atontada por el sueño.
“Apresurate” menciona saliendo de la habitación sin siquiera escuchar mi respuesta. Suspiro.
Mi pie no duele como antes, ya casi ni duele, Sean lo había revisado, no era nada más que una torcedura. Antes de que pudiera llegar al baño, un grito con mi nombre me hace saltar, está enojado. Rápidamente, regreso a la cama y me visto lo más rápido que puedo. No quiero hacerlo esperar aún más.
Al terminar de bajar las escaleras, Sean ya está con sus zapatos puestos, llaves en mano, esperando por mí. Me acerco al estante donde están mis zapatos, sentándome en el suelo, desato los cordones, apenas coloco el primer zapato. Maldice y me ve, me encojo en mi lugar. Cuando sus manos se acercan peligrosamente a mi cara, instintivamente cierro los ojos, los abro al notar que me levanta del suelo por las axilas, en un costado de su cuerpo me ubica, toma el zapato que me faltó colocar con su otra mano y sale conmigo aferrada a su cuello. Rápidamente, me sienta en el asiento del pasajero, deja mi zapato sobre mis piernas, cierra la puerta y corre a su lado del auto, lo enciende y rápidamente ya nos encontramos en la vía cuando habla por primera vez como siempre y no como hace momentos.
“Lo siento, Amor” se disculpa mientras conduce “No puedo llegar especialmente hoy tarde” habla, yo solo asiento sintiéndome culpable por atrasarlo. “¿Cómo está tu pie?” Pregunta girando a la derecha.
“Está mejor” respondo sin darle mucha importancia.
Removiéndome en mi asiento, siento cómo mi corazón se detiene, la gravedad cae en mi cabeza al darme cuenta de algo. Aún llevo el pañal. Mi corazón se acelera. Por la rapidez no pude entrar al baño y cambiarme. Me vestí sin siquiera notarlo. No puedo salir a la calle con pañal.
Puede ser peor, trato de tranquilizarme, moviéndome un poco más, siento el peso entre mi pierna, la sangre de mi cuerpo me abandona rápidamente. Es mucho peor.
Un pañal seco tal vez no se note, pero un pañal mojado hace que se expanda, se va a notar cuando caminé. Me estremezco. Yo no quiero salir de acá, me quiero quedar en el auto, nadie lo notará si no me muevo.
Cuando menos lo espero, ya el auto está aparcado. Sean baja y en vez de acercarse a mi puerta se dirige a la maleta. Si me escondo, no logrará verme y tal vez me deje en el auto. Me deslizo del asiento quedando sentada bajo el tablero del auto, escucho cómo se cierra la maleta. Mis dedos están cruzados, deseando que se olvide de mí o que me deje quedarme en el auto.
Un gemido lastimero sale de mi boca al verlo frente a mí, su frente se arruga.
“¿Qué haces ahí?” Pregunta mientras toma su celular. “Venga, tenemos que entrar” dice mientras trata de que salga del auto, al ver que no me muevo, él se adentra y toma una de mis manos, me hala sin mucha fuerza, pero yo pongo resistencia asiendo que su fuerza aumente.
“¿Qué pasa?” Pregunta
“No quiero bajar” suelto, tal vez sí se lo pido me deje aquí.
“No te puedes quedar en el auto” indica. Suelto un gemido lastimero.
“¿Por qué no?” Pregunto. Sean suelta un suspiro mientras se toca el puente de su nariz.