IAN
Mi cabeza gira al notar la puerta del baño abrirse, de ella sale Dalia con el cabello mojado por la ducha que se ha dado, el baño de su cuarto tenía algún problema con el calentador de agua que honestamente el casero no quería arreglar nada, lo que nos ha dado aún más ganas de salir de esta casa y volver a la nuestra, bueno, nuestra nueva casa en remodelación.
“Palabras” indico suavemente.
“¿Me puedes ayudar a secarlo?” Pregunta moviendo levemente el peine con el secador.
Dalia ha estado actuando extraño… al menos más diferente de lo habitual. Ha estado más callada de lo normal, a pesar de saber que de por sí ella era callada, esto era diferente. Sean también lo había notado. No ha mostrado interés en comenzar una conversación con nosotros desde que fuimos ayer a la casa de mi hermana, responde con monosílabas o incluso sin producir ningún sonido en realidad, el contacto visual había reducido, parece encerrada en sí misma. Como si no estuviera presente. También ha estado irritada.
Para ser honesto, ya me estaba empezando a preocupar, esto no era algo propio de ella. Solo de la primera vez que la vi en el basurero del restaurante, después de eso ella no había mostrado esa actitud. Y mucho menos esas muecas que hace cuando empieza a caminar o se sienta, algo le ocurría aparte de ese detalle. Era una combinación de dos cosas que no sabíamos si estaban relacionadas entre sí. Le había preguntado, sí le ocurría algo, pero ella contestaba siempre encogiéndose de hombros, algo definitivamente para nada normal en su actitud.
Ella nos hubiera dicho si algo ocurrió ¿Verdad? Confiaba en que Bethany no le hubiera dicho nada inadecuado, ella era muy buena, no tanto como la pequeña conejita entre mis piernas, pero al fin de cuentas lo era. A pesar de eso no pude evitar hablar con mi hermana, ella me aseguró que nada imprudente había salido de Beth. Lo sabía por qué le pregunto mientras seguía en llamada. Conocía lo vulnerable que era Dalia, pero nada encajaba con la forma en la que está actuando. No sé qué pasa. Y el no saber me molesta más.
A decir verdad, Dalia estaba mostrando señales de que algo iba mal. Sé que simplemente podría preguntárselo, con tono serio y no dejando que se escape hasta que me diga algo… pero también estoy consciente que a ella no le gustaría para nada que la pusiera en esa situación, no quiero presionar, pero tampoco quiero dejar pasar esto, sí tiene malestar, ¿por qué no nos dice? Ella sabe que haríamos de todo para aliviarle de cualquier incomodidad. Su ataqué de pánico fue fuerte, el peor que ha tenido; sin embargo, después de eso no la había notado ansiosa. Demonios, ni siquiera la había notado sonreír… o con alguna otra expresión que no fuera la que ha tenido durante todo el día.
Me limito a continuar mi tarea de secar su cabello, después de todo lo que ha pasado no hemos podido llevarla a la peluquería a cortar su cabello, aunque a decir verdad no sabía si era algo que ella deseara.
“Conejita” llamó por su apodo en el momento en el que apago el secador, mis dedos pasan por su cabello casi seco. “¿Te gustaría ir mañana a la peluquería?” Pregunto peinando su cabello con mis dedos. Ella simplemente se encoge de hombros, suspiro. Algo le pasa.
“Necesito que hables, bonita” solicito arrastrándola un poco más a mí, su espalda choca con mi pecho mientras la abrazo, ella juega con mis dedos lentamente, no muestra señas de incomodidad, pero eso no me hace bajar la guardia. ¿Algo hemos hecho?
“Está bien” responde sin más.
“¿Qué te parece un corte?” Trato de hacer que la conversación se prolongue. Si no pregunto, ella no dirá nada, ya eso lo sé.
“Sí” indica. No la vuelvo a presionar para que hable, simplemente dejo que el silencio se apodere del ambiente. Su respiración va disminuyendo poco a poco, haciéndome consciente que se ha logrado relajar lo suficiente para quedarse dormida. Una pequeña siesta no le hará mal. Tal vez con eso logre que esté un poco más receptiva. Es posible que solo sea eso, falta de sueño. Trato de convencerme, pero sé que no es cierto.
Después de secar el cabello de Dalia y trenzarlo era hora de acostarla. A pesar de saber que Dalia no dormía en su cama, tratamos de hacer que el suelo debajo de la cama fuera lo más cómodo posible. Sean había propuesto simplemente bajar el colchón al suelo, para él tenía sentido… para mí también, pero luego empecé a analizar la situación desde otra perspectiva, una enfocada en el porqué Dalia prefería dormir en el suelo que en su cama. Una rápida búsqueda en internet, logró que descartara por completo la otra opción de mover su cama al suelo.
Con lo poco del pasado de Dalia que conocíamos, las cicatrices en su cuerpo y el hecho de que busca esconderse cuando pasan situaciones de alto valor emocional, llegué a la conclusión que al mover su colchón obtendríamos lo contrarío a lo que queríamos.
Al dormir, nuestros sentidos no están alerta, somos vulnerables y eso Dalia lo sabía, por eso busca la protección de algo mayor. La estructura de la cama y el colchón sobre ella, le proporciona un lugar que para ella es seguro, lo suficientemente seguro para permitirse dormir. Pasar su momento más vulnerable, segura.
Me remuevo en la cama al empezar a escuchar leves sonidos proveniente del monitor, permanezco en un sueño liguero mientras estoy atento a cualquier cambio en los pequeños gimoteos que se trasmiten por la tecnología. Cuando estoy seguro de que no es un simple sueño el que la tiene tan inquieta, me levanto, Sean se despierta, pero le indico que vuelva a dormir. Me encargaría de lo que estuviera ocurriendo y luego volvería a la cama.
Entrando a la habitación de Dalia encuentro lo de siempre, su cama vacía sin almohada ni manta. Me acuesto en la nueva alfombra y me giro para poder verla. Abrazada a su almohada, con una de las esquinas rasgadas de su manta atrapada en su boca, imposibilitando su huida. La frente de Dalia está repleta de sudor, su piel se contrae y relaja constantemente. Suelta pequeños sonidos inteligibles.