IAN
No ha pasado ni un día entero después del incidente, cuando Dalia vuelve a colapsar. No sé qué esté pasando por su cabeza en este momento, pero parece atrapada en un bucle de autodestrucción. Su comida a medio tocar permanece en la mesa, al menos ha logrado beber toda su bebida nutritiva. Sean y yo nos vemos a la cara. Dalia ha pasado por un gran estrés después de que terminase colapsando en mis propias inseguridades.
No quiero presionar aún más, y llevarla a un límite que tal vez rebasé ayer. Pero cada vez su respiración se vuelve más superficial, sus manos se vuelven puños y eso quiere decir que ella en este instante esté pasando su propio límite. Así que, en perfecta sincronía, nos ponemos en acción.
A veces es necesario pasar por situaciones desagradables para lograr llegar a la calma. Sí, Dalia colapsa, sabremos qué hacer. Sabemos como lograr que vuelva en sí. Ella misma nos ha vuelto expertos en ello. Pero ¿Qué me gustaría evitar a toda cosa un colapso de mi conejita? Por supuesto. Pero requerimos esta conversación.
“Dalia” Sean llama su atención. “¿La crema te ha funcionado?” Pregunta tratado de lograr algún tipo de respuesta de su parte. Un simple movimiento de cabeza es todo lo que obtenemos de su parte.
“Dalia” esta vez soy yo quien se encarga de llamarla “¿Ocurre algo?” Pregunto en el momento que obtengo su atención, ella niega. Sean mueve un poco su silla para quedar más cerca de ella, yo hago lo mismo con la mía.
“Conejita, queremos saber qué te pasa” Trato de ser lo más gentil posible, pero al notar poco interés de su parte después de susurrar un “nada”, sé cuáles cartas debo de usar. Veo a Sean un momento, como si pudiéramos hablar con nuestras miradas, le indico que se prepare. Esto la detonará. Pero es el empujón que necesito dar para que se comunique.
“Estás mintiendo” Acuso lo más suave y autoritario posible.
DALIA
“Ok, nena” Sean acerca sus manos a mi cara “Veme” pide. Mis ojos se mueven hacia él, mis ojos húmedos no me dejan verlo con claridad, pero yo sé que él está frente a mí. “Vamos a respirar un momento, ¿sí?” Mantengo mi vista en él, sus manos acarician mi piel, dejo que mis ojos se cierren y me concentro solo en su tacto, en mi cara, lleno de calma, lleno de amor… lleno de sentimientos que invento para engañarme. Dejo que mi respiración se regule, a pesar del peso en mi pecho, vuelvo a respirar como antes, lento y calmado.
“Muy bien, conejita” Ian habla. Cuando abro mis ojos lo encuentro también sentado en el suelo, estamos los tres sobre la alfombra de la sala, sus ojos me ven llenos de preocupación. “No quise asustarte, bonita” afirma con media sonrisa. “Me encantaría… nos encantaría que pudieras hablar con nosotros acerca de lo que está ocurriendo en tu cabecita”
“Sabemos que la rozadura te tenía muy incómoda y adolorida” Sean continua “Creemos que algo más te pasa y no queremos cometer el mismo error de antes.”
“Yo no…” Trato de engañarlos, tal vez engañarme a mí en el proceso.
“No queremos que nos ocultes cosas” Ian se interpone. Uno de sus dedos se levanta y lentamente toca el centro de mi frente, baja hasta el medio de mis cejas y luego sé aleja.
Queriendo rechistar por más, él vuelve a hablar “Cuando no dices la verdad, tu frente se arruga” Su declaración me deja sorprendida. Ahora soy yo quien toca mi propia frente.
“Por segunda vez preguntaré, y quiero la verdad, conejita” Su voz se transforma, pero es diferente a la de ayer. Como sí me estuviera marcando una línea en el piso que no quiere que pasé. ¿Qué ocurrirá si la traspaso? Mientras más pienso, peor se vuelven las opciones.
“¿Nos podrías decir que sientes?” Ian rompe el silencio. Suspiro apretando mis manos.
¿Qué siento?
Siento tristeza. Siento que me creo cosas. Siento que los quiero por todo lo que han hecho por mí. Estoy tan agradecida con ellos. Mucho, demasiado. Siento que aquí estoy segura, que no me pasará nada, si ellos están conmigo.
Me encanta estar con ellos y que me traten como lo han hecho desde que llegué. Siento que todo me lo han dado ellos y yo a cambio solo les he dado problemas. Siento que yo no soy suficiente para ellos, para que me mantengan en su casa. Yo no les he dado nada a cambio y aun así quiero más de ellos. Los amo, pero quiero que ellos me amen como Charlotte y Paul aman a Bethany.
Quiero lo que Bethany tiene. Quiero que cuando me den mi bebida la sostengan para mí y me mesan mientras la tomo, quiero que cuiden de mí como lo hicieron cuando supieron de mi irritación.
Quiero dormirme en las noches rodeada de su amor, quiero que me sigan consolando cuando tengo una pesadilla. Que Sean me recuerde respirar cuando tengo un ataque de pánico. Que Ian me prepare la comida y se alegre cuando me gusta. Quiero que me quieran como algo más, como algo más de lo que soy. Quiero que me quieran como un bebé. Quiero ser valiente. Quiero ser algo más que una extraña durmiendo en su casa. Quiero que me quieran como yo los quiero.
Pero ahora lo que más deseo es encontrar las palabras para poder decir lo que quiero.
IAN
El corazón se me derrite con cada palabra que Dalia suelta. Está tan nerviosa que su cuerpo tiembla un poco después de unas cuantas palabras.
“Mi conejita hermosa” no puedo evitar atraparla en mis brazos cuando parece estar a pocos pasos de colapsar de nuevo. Sean no se queda atrás. En una extraña posición quedamos frente a frente, con Dalia en el medio, rodeada.
“Eres tan valiente” Sean halaga mientras deja suaves besos en el costado izquierdo de su cara.
“¿No… no están enojados conmigo?” Su pregunta, suave, pero llena de incertidumbre, me hace preguntarme sí esta fue la razón primordial que la llevó a la decisión de no decirnos nada.
“Oh, claro que no, nena” Sean se encarga de tranquilizar su temor mientras yo me muevo lentamente mientras la meso.