Amarte, Dalia

Capítulo 29

IAN

La nueva casa aún no está lista, pero al menos todas las reformas y arreglos inesperados ya han sido resueltos. No sabíamos si era buena idea traer a Dalia con la casa de la manera en la que está ahora. Pero de igual forma queríamos que ella formara parte de nuestro nuevo hogar.

Ella es parte de nuestra familia ahora. Aunque falta un proceso largo para que las autoridades lo vean de esa forma, nosotros ya la vemos como parte de nuestro núcleo. El investigador privado se encargaría de recopilar la mayor cantidad de información de ella, todavía no conocíamos su edad exacta, pero según las placas que Sean logró sacarles, sus huesos ya se encontraban completamente desarrollados, lo que indicaba que su crecimiento había llegado a su fin. Era casi seguro que Dalia tiene más de 16 años, incluso puede que llegué a la mayoría de edad, pero como ella no recuerda la fecha de su cumpleaños, eran solo especulaciones que hacíamos mientras su información era desempolvada.

El automóvil se detuvo frente a la nueva estructura. Luego de salir y ayudar a Dalia con su cinturón de seguridad, nos acercamos a la puerta.

“¿Dónde estamos?” Su linda vocecita preguntó llena de curiosidad. Dalia ya hablaba mucho más y eso nos encantaba.

“Esta será nuestra nueva casa” Sean le informó mientras yo sostenía los instrumentos de seguridad. Los ojos de Dalia se abrieron por la sorpresa de lo que dijo Sean, pero no volvió a hablar.

“Tenemos que ponernos esto para poder entrar” Informo extendiéndole a Sean su casco de protección y mascarilla. Dalia deja que le coloqué el suyo y luego yo me pongo el mío. Como parte de la terapia, queríamos que Dalia pudiera ser independiente, aparte de tener su lado pequeño, qué encantados cuidábamos con locura, así que me trago las ganas de ayudarla a colocarse la mascarilla y dejo que ella lo haga por su cuenta. Solo tengo que ajustar el pequeño alambre para que quede bien ajustado a su nariz, pero del resto, ella lo hace sola. Muy bien, conejita.

Con las medidas de protección necesarias, ingresamos a nuestro nuevo hogar. El polvillo se alborotó un poco por la ráfaga de viento que ingresó con nosotros.

“No tienes que quitártelos” Sean indica, haciendo que Dalia se mantenga con sus zapatos puestos.

“Por ahora podemos entrar con zapatos” Le informe guiñándole un ojo. Ella asiente feliz de poder hacer algo diferente a lo de por costumbre hace en casa.

Entrando de primero, me aseguro que todo sea seguro antes de permitirle a Dalia explorar. La casa, aunque aún sin terminar, ya mostraba su estructura. Las paredes, sin pintar, lucían como esqueletos de cartón, esperando recibir vida. Los cimientos, sólidos y robustos, me daban una sensación de seguridad. Asegurándome, que nada se encontrara suelto o propenso a caer, le indico con la cabeza a Sean que es seguro, y pocos segundos después, ambos se encuentran a mi lado.

Caminando hacia el interior, nos detenemos en la sala. Como habíamos pedido, una chimenea se encuentra en el centro de la sala.

“Oh” Dalia suelta con la mascarilla bien puesta. “¿Eso cuadrado qué es?” Con curiosidad se acerca lo suficiente como para quemarse sí se encontrara encendida.

“Es una chimenea, conejita” Menciono viéndole los ojos brillar. “Si te acercas así cuando esté el fuego encendido te puedes quemar” Informo sin alejarla de la estructura. Su curiosidad es hermosa. Ella ha dejado aparte la timidez y observarla queriendo explorar un entorno nuevo con tanto entusiasmo, me llena el corazón. Siento que fue ayer cuando se sentaba en el mismo lugar del mueble y no se movía ni hacía ningún sonido por horas.

“¡Oh!” Suelta alejándose como si de verdad se hubiera quemado. “Lo siento” Se disculpa observándome.

“No tienes que disculparte por ser curiosa” Exclamo antes de que mi teléfono empiece a sonar.

“Puedes ir a investigar el lugar” Sean le sonríe, animándola a continuar explorando la que va a ser nuestra nueva casa.

DALIA

Como si lo dicho por Sean fuera lo que necesitaba para dejarme guiar por mis pies, me alejo un poco de ellos. Caminando hacia el interior veo lo que parece ser la cocina, es mucho más bonita que en la casa donde estamos. No tenía muchos muebles, pero lucía amplia y mucha luz entraba por la ventana. Tal vez podía aprender a cocinar acá, solo debía de preguntarle a ellos si me enseñaban.

Pasando mis dedos por la pared, veo como se llenan de un polvo blanco, que al sacudirlo desaparece. Lindo.

Con cada paso que daba, me sentía más entusiasmada. Todavía no podía creer que esta sería mi nueva casa. Yo viviría aquí, ¿verdad?. La angustia de ser dejada sola en la otra casa me golpeó de repente, buscando con los ojos, no encontré a ninguno de los chicos y eso me hizo asustarme aún más. “¡Sean!” Llamo sin prestar atención a mi tono de voz.

“¡Arriba!” Su respuesta, igualmente gritada, me tranquilizo lo suficiente como para ignorar el pensamiento fugaz de que me habían abandonado aquí. Ellos no harían eso, me recuerdo mientras regreso al salón donde está la chimenea.

Subí con cuidado las escaleras de madera que crujían bajo mis pies, estaban un poco desnudas, sin terminar, pero cumplían su función o al menos eso esperaba mientras seguía subiendo. El segundo piso se veía bien, aunque vacío.

Volviendo a llamar a Sean, esperé su respuesta, pero nunca llegó. Un escalofrío me hizo temblar. Moviéndome con cuidado, empecé a buscarlo. En esta parte de la casa había un espacio grande antes de mostrar tres puertas en un pasillo. Todo estaba muy luminoso a pesar de que la luz no estuviera encendida.

“¿Sean?” Llame abriendo una de las puertas, pero no obtuve respuesta. Tratando de ignorar la forma en la que mi corazón palpitaba, seguí buscando. En las siguientes dos habitaciones no estaba y eso ya me había empezado a preocupar. Cuando salí de la última habitación, al fondo del pasillo, me quedé quieta, el pensamiento pasajero que tuve abajo volvió con fuerza, pero ahora era más grande.




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