Amarte es lo único que me importa

Capítulo # 4

Capítulo # 4

Al día siguiente.

En el departamento de Alessia.

Claudio despertó con el rayo del sol, siempre le ha gustado despertarse con la calidez que transmite el sol en la mañana, mira que Alessia no estaba en la habitación, se imaginó que estaría en el baño.

—¡Buenos días! —exclamó Alessia trayendo un delicioso desayuno.

Él sonríe emocionado al verla vestida con el uniforme de doctora.

—Te ves preciosa —dijo al verla sentándose en la cama y le dio un beso corto— nunca me imagine, que te vieras tan hermosa con el uniforme de doctora.

Alessia se sonrojó.

—Gracias —dijo risueña y sonríe con malicia— algún día, te voy a dar una consulta privada.

—Estaré ansioso, que llegue ese día —confiesa comiendo un trozo de fruta.

Alessia le vuelve a sonreír, con una sonrisa enamorada y una mirada que refleja; lo mucho que lo ama y lo contenta que está en tenerlo a su lado.

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Claudio y Alessia se despidieron con un apasionado beso y cada uno se dirigieron a sus respectivos trabajos.

Alessia, al llegar a la clínica, sonrió al mirar como Elisa está muy contenta en volver al trabajo.

—Bienvenida.

Elisa salió corriendo hacia ella y la abrazó fuertemente; para después llevársela a su consultorio. 

—¿Qué te pasa? —preguntó su amiga divertida.

—Adrien, se apareció en mi casa —comenta emocionada.

Alessia perpleja y sonríe con curiosidad.

—Y, ¿cómo fue?

—Pues.

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La noche anterior.

El timbre sonó en la casa Palumbo Amato. 

—¿Quién será? —se preguntó Noemí, mirando a su esposo e hija—. ¿Están esperando a alguien?

—Yo sepa, no —responde Elisa, comience un poco de pudín.

Noemí se dirigió hasta la puerta principal y la abrió, quedó mirando al joven que está de pie en su puerta.

—Buenas noches. ¿Qué desea?

—Buenas noches, soy Adrien Roche y vengo a visitar a la señorita Palumbo —habló con tanta educación que se sonrojó un poco.

—Oh, eres el jovencito que trajo a mi hija de nuevo a Italia —dijo ella sonriendo y moviéndose un poco para que pase a su hogar— eres bienvenido.

—Muchas gracias —respondió él apenado y entrando a la casa— preciosa casa.

—Muchas gracias —alegó y atrás de él— ven. ¿Te gusta el dulce?

—Sí.

—Hija, vino un chico guapo a visitarte —habló fuerte para que su hija la escuchara.

—Ya voy —habló Elisa con extrañeza y acercándose a ellos— Adrien.

—Buenas noches, señorita Elisa —habló con una sonrisa seductora.

—Hija, acompaña a tu invitado a la sala, iré por un poco de pudín —comunica su madre alejándose de ellos.

—Tu madre, es muy hermosa —dijo Adrien al ver que Noemí se había alejado de ellos.

—Sí, lástima que no me parezco a ella —dijo Elisa con una sonrisa risueña y observando el asombro de él—. ¿Qué te sucede?

—Tú eres, una mujer muy hermosa —le soltó— tienes tu propia belleza.

Elisa se sonrojó.

Noemí y su esposo están escondidos escuchando la conversación.

—Parece, que tendremos nietos —habló su esposa en voz baja, porque su hijo mayor no quiere hacerla abuela.

—Cariño —dijo él, dándole un beso en los labios— vamos a reunirnos con ellos.

—Sí.

Adrien se sintió a gusto con la familia Palumbo, son muy amables y agradables con él, paso una noche muy divertida escuchando las anécdotas de la familia.

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En la actualidad.

—Me parece, que tendrás novio pronto —dijo Alessia entusiasmada.

—No lo sé, es que —dijo ella, poniéndose nerviosa— a mí me gusta muchísimo, no creo que me quiera para algo serio.

Alessia observó la tristeza de su amiga. 

—¿Por qué dices eso? —pregunta confundida.

—Es que —dice y señalándole su cuerpo— no tengo curvas.

—¿Y yo qué? —dijo Alessia, riéndose— no tengo casi senos y no por eso, voy a sentirme menos mujer.

—Tú tienes más senos que yo —dijo avergonzada y sintiéndose plana.

—Por los senos no tienes que preocuparte, Alina tampoco tiene y está casada, yo tengo un poquito y tengo un amante —dijo animándola— y tú, eres preciosa.

—Es cierto.

—No tienes que preocuparte —insiste Alessia— es hora de nuestro trabajo.

Tommaso tocó la puerta del consultorio.

—¿Estás ahí Alessia?

—Ya voy —habló Alessia, abriendo la puerta—. ¿Qué sucede papito?

Tommaso riéndose.

—Está llamándote, el director.

—Ya comenzó a molestar mi padre —soltó Alessia buscando un monopatín— mi carrito.

—Camina vaga —habló Elisa riéndose por la actitud de su amiga.

Tommaso mira a su hermana.

—Esa es un caso.

—Sí, es hora de trabajar —dijo su hermana animándolo.

—Vamos —dice Tommaso, sin mucho ánimo— oye monstruo.

—Dime.

—Es cierto, ¿qué ayer estuvo el francés en la casa?

—Sí, fue a visitarnos —respondió alegremente y observando su seriedad— deja los celos.

—Camina —ordenó, bostezando— es hora de irme.

Elisa le dio una palmadita en el hombro a su hermano.

—Es hora de que descanses.

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Alessia se acercó a su padre. 

—¿Qué sucede? —preguntó al mirar a su padre.

—Hija, quiero que trabajes; en la clínica a tiempo completo.

—Me rehusó —respondió con seriedad.

—Cariño, te necesito aquí —explica, con colma— eres una excelente doctora.

—Sabes que elegí esta profesión para complacerte, me gusta trabajar en una cafetería —confesó con seriedad— si insistes en que deje la cafetería, te juro que iré de esta clínica.

—Deja de comportarte como una niña —habló con autoridad y levantándose de la silla de golpe—. ¡Harás lo que yo diga!

—No lo haré —dijo Alessia quitándose la bata y lanzándosela en su rostro— no voy a hacer lo que te dé la gana. ¡Ni hoy y nunca! —exclamó saliendo de la oficina hecha una furia.




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