Dormí con la duda de si realmente era mi cumpleaños o simplemente lo había inventado para terminar con nuestra pelea. Bueno, algo así como una pelea. Ahora que lo pensaba, yo fui la que se molestó, Canek apenas alzó la voz en respuesta. Lo que me frustraba y enojaba aún más. ¿Por qué tenía que actuar así? Me hizo sentir como si yo fuera la problemática, como si yo estuviera molesta por nada. Y definitivamente algo estaba pasando.
No solo era la hipocresía, sino todo lo demás.
Después de una noche de dar vueltas y vueltas en mi cama, me levanté mucho antes de la hora que debía, aunque no estaba segura de cuánto tiempo antes. Me puse los pantalones y zapatos de vuelta y estuve lista para ir hacia la enfermería. No habría nadie allí y tendría la oportunidad de ver la hora y la fecha exacta. Sabía que estábamos en algún punto de la segunda semana de abril, pero no haría daño ver el calendario que tenía el doctor en su escritorio. Él se encargaba de actualizarlo cada día.
Abrí la puerta. La luz del pasillo no había sido encendida aún, solo estaba presente la luz roja que se activaba automáticamente durante las noches.
Miré de un lado al otro sin todavía salir de la habitación. Ni una sola alma afuera, temible y no tan temible al mismo tiempo. Por un lado, era bueno que nadie esté por ahí mientras yo deambulaba por el refugio, y por el otro, sin nadie que mire, era mucho más probable que alguien me hiciera algo y nadie se enterara. La posibilidad de que eso pasara aumentó después de lo que ocurrió con los refugiados de antes, los que habían causado mi leve quemadura.
Ellos representaban un peligro para mí y mi trabajo era evitarlos hasta que pudiera defenderme de forma decente. Lo que no sería pronto, porque era terrible en eso de la defensa personal.
—No creo que debas salir a esta hora —murmuró con la voz ronca y distorsionada por el sueño una de mis compañeras de cuarto. Mi espalda se tensó en respuesta.
—Necesito ir al baño —me obligué a responder con educación, porque la mujer era mucho mayor a mí, y sea lo que sea, mamá siempre me enseñó a respetar a mis mayores. Era uno de sus límites—. Y tengo cosas que hacer.
—Como quieras, pero tendré que reportarlo.
Se dio la vuelta y volvió a dormir antes de que pudiera preguntarle a quién lo reportaría, así sabría con quién más debería tener cuidado. Cerré la puerta y comencé a caminar. Ver todo teñido de rojo era un poco escalofriante. En mi cabeza comencé a imaginarme un terrible escenario de yo siendo atacada por alguien que no era especialmente mi fan. Aprendí que en este lugar también los tenía y no solo eran impresiones mías. Al menos esta vez solo había obtenido una quemadura sin mucha importancia, que en este momento ya ni me dolía.
Llegué a la enfermería y como lo esperaba, estaba completamente vacía de personas. Entré y encendí la luz. Todo se iluminó y fue un alivio para mi corazón. De esta forma me sentía mucho más segura, aunque de igual manera me patearían el trasero si quisieran. Que haya o no luz daba igual.
Me dirigí al escritorio y tomé asiento. El calendario quedó frente a mis ojos y fue cuando vi que era dieciséis de abril. Siempre lo celebré el veintisiete. Las lágrimas comenzaron a trepar por mi garganta hasta instalarse en mis ojos. Este pedazo de información no era mucho comparado con todo lo que tenía que enfrentarme, pero de todos modos me ponía triste, porque me recordaba que mi vida era solo un reemplazo forzado. La vida que llevé no debió ser mía desde un principio. No debí ser una dos. Tampoco una primavera. No era hija de mi madre, y mi padre no era mi padre realmente, y no solo eso, él no era como creí. El pedestal donde lo había puesto se desmoronaba, y solo estaba a la espera de que mamá, o Noa, me confirme lo que ya sabía. En ese momento todo en lo que me aferraba para no perder la cordura se iría y pasaría un momento difícil enfrentando todo lo que había aplazado.
Tendría que superarlo sola, como lo había estado haciendo hasta ahora, porque ya no estaba Eliel, y no solamente no estaba, sino que ya no confiaba en él como para dejarlo estar.
Dejé caer el peso muerto de mi cuerpo sobre la silla. Mientras veía hacia el cielo raso mal ejecutado, pensé en si debería preguntarle a Amaia por mi verdadera fecha de nacimiento. No es que hiciera alguna diferencia, días más, días menos. Pero sería una buena oportunidad para preguntarle sobre otros asuntos que rondaban por mi cabeza. Y no solo a ella, sino también a Lamec. Por alguna razón, entre nosotros no existía la mejor de las químicas. Siempre que me dirigía la palabra, sentía como si me regañara. Tal vez si estaba presente Amaia, las cosas se suavizarían un poco.
Como faltaba un rato para que el reloj marque las seis, hora que tenía que estar en la cocina, y no tenía nada que hacer, me puse a revisar los cajones del escritorio. En uno se podía ver medicamentos sin etiquetar en frascos de plástico, y en el otro tres carpetas llenas de documentos. Tomé una de ellas y comencé a revisar el contenido. El contenido era difícil de entender, no solo por la desordenada caligrafía, sino también por los términos médicos, ya que no era algo que tuviera en mi vocabulario habitual.
Editado: 10.01.2024