Tenía miedo de morir, fui completamente sincera con ello. No dejábamos de caminar y todo estaba tan oscuro que la sensación solo creía con cada segundo. Además, debido al suelo irregular casi me caí un par de veces. Como el riesgo era romperme algo, Canek siempre actuaba segundos antes de que mi cuerpo tocara el suelo. De una u otra forma, estaba segura de que, sin Canek, ya estaría muerta, o mal herida. Lo que sí sabía era que de asfixia no íbamos a morir, porque había corrientes de aire. ¿De dónde venían? Ni idea, pero ahí estaban, provocándome escalofríos.
De tantas entradas que habíamos tomado, ya no estaba segura de poder recordar el camino de vuelta. Sin Canek, estaría perdida entre los interminables caminos de piedra natural, con alrededor de diez bananas para mantenerme con vida por el tiempo que me duren.
Bananas. Canek me regaló bananas por mi cumpleaños, y no solo eso, también un bálsamo de labios. ¿Dónde los había conseguido? Ni idea, pero ahora eran míos, junto a un espejo pequeño, cortesía de Andrea. Ellos me dieron regalos. No es que no haya recibido obsequios antes, pero esto se sentía diferente. De alguna forma se sentía más especial de lo normal.
Me aferré a las bananas, sin apretarlas demasiado contra mi pecho. Eran mías, mi regalo de cumpleaños.
La cálida mano de Canek rodeaba mi muñeca, sin hacer mucha presión, pero asegurándose de sostenerme.
—No es por desconfiar, pero... —murmuré mientras miraba hacia donde apuntaba la pequeña linterna de Canek—. ¿Estás completamente seguro de que sabes a dónde vamos?
El sonido sordo del viento corriendo por toda la cueva fue mi respuesta. Pronuncié su nombre de nuevo.
—Sí —respondió finalmente, girando su cuello para mirarme. Regresó su atención hacia el frente al instante, porque en este lugar solo podía haber una persona distraída. Yo—. Aunque es un poco tarde para dudar —agregó. Eso era cierto. Haber hecho esa pregunta veinte minutos antes probablemente hubiese servido mucho más que ahora.
—Entonces... —murmuré de nuevo, aprovechando que solo estábamos los dos. Sería inteligente conseguir información para uno de los asuntos que me aquejaban. Solo tenía que disfrazar mi interés con curiosidad distraída—. ¿Cómo es que dieron con este lugar? —pregunté.
No hubo respuesta inmediata, porque Canek estaba concentrado en si debíamos ir a la derecha o a la izquierda. Tomamos la primera opción. Que casi no haya dudado en escoger le dio puntos de confianza.
—Lo encontramos hace un tiempo —contestó sin agregar mucha información.
—¿De casualidad o alguien les habló de aquí?
—¿Cómo encontraríamos un lugar como este de casualidad?
Dudé por un par de segundos.
—¿Suerte?
—Hay ciertas cosas en lo que la suerte tiene que ver, pero no en algo como esto.
Lo que acababa de decir, y no decir al mismo tiempo, es que alguien les había contado de este lugar. La teoría de Ian tenía más puntos a su favor.
—¿Quién fue? —pregunté.
—¿Quién fue qué? —inquirió distraídamente. Entorné mis ojos, porque sabía exactamente de lo que estábamos hablando.
—La persona que les mostró este lugar.
—No fue algo que nos mostrara. Fue más bien algo que nos dio. Buscarlo era nuestro trabajo.
Ahí estaba, lo que Toby y Rober me dijeron era cierto, no llegaron al refugio de inmediato. Lo buscaron primero. Cada pieza se iba acomodando, haciendo mi visión de todo un poco más clara. Que Canek me confirmara lo que ya sabíamos o sospechábamos, era algo enorme. Cabía la posibilidad de que me estuviera mintiendo, quién sabe por qué razón, pero ya vería eso luego. Ahora me enteraría de lo que pudiera y después me preocuparía por lo demás.
—Eso fue muy bueno de su parte —comenté.
—No creo en la bondad —dijo de inmediato. La confesión me tomó por sorpresa porque él creía en Dios, ¿y que no era la bondad una de las cosas que practicaban los creyentes?—. Al menos no en la bondad absoluta.
Dejé la discusión de la religión para luego.
—Supongo que hay una razón para ello.
—Sí, la hay —confirmó, pero luego se quedó callado. Siempre hacía eso, no decir más de lo que le estuviera preguntando. Con él tenía que ser bastante especifica con las preguntas.
—Si me la quieres contar, no me molestaría. ¿Quieres contarme?
No hubo respuesta, simplemente comenzó a hablar.
—La idea de bondad es hacer algo bueno por los demás, casi la mayoría de las veces sin esperar algo a cambio. Sin embargo, ¿es eso posible? ¿No recibir algo a cambio por lo que están dando o haciendo? Yo creo que no. —Su tono era bajo, escuchándose casi como un susurro. Su voz reverberaba entre las paredes moldeadas de forma natural, porque no había manera de que todo esto fuera creación humana. Algunas entradas eran tan angostas que Canek apenas y cabía—. Hacer algo por alguien más, te hace sentir bien. Te da una clase de orgullo interno del que te puedes alimentar. ¿Acaso eso no es recibir algo? Conozco a personas que quieren ayudar, yo quiero ayudar, y no porque sintamos que esta gente, la del refugio, es de alguna forma nuestra familia, sino que esperamos que eso sea recompensado algún día. Que nuestro esfuerzo y bondad, sea retribuido de una forma. Y no solo con una sensación de complacencia, sino con algo que vaya más allá. Algo más espiritual. Hacemos puntos para que, al fin de nuestra vida, nuestras almas vayan al lugar correcto del más allá.
Editado: 10.01.2024