Amazonas | Libro 2 | Saga Estaciones

Capítulo Veintiuno

 

Todavía estaba procesando la nueva información cuando ya iba de camino a recibir mucha más

Todavía estaba procesando la nueva información cuando ya iba de camino a recibir mucha más. Preparada no estaba, pero tampoco quería perdérmela. La curiosidad hacía hormiguear mis oídos.

—Estás callada —comentó Andrea mientras hacía su trenza de nuevo. Sus dedos trabajaban rápidamente en atar su cabello—. Pensé que ya sabías esa parte.

—No llegué a tanto —contesté.

—Me sorprende que Canek no te lo haya dicho ya. He notado que pasan bastante tiempo juntos.

—No es tanto tiempo.

Andrea sonrió.

—Pues siempre que está libre lo veo merodeándote.

Mis mejillas comenzaron a teñirse.

—Él no me merodea —dije con mi tono haciendo notar mi nerviosismo. Ella hizo una mueca no tan convencida—. En serio, no me merodea, solo le gusta molestarme.

—Sí, suele hacer eso cuando toma confianza. —Estuvo de acuerdo—. No sé cómo lo soportas.

—Tengo entrenamiento con él saltando una semana. Me permite golpearlo y él cree que es por la práctica, pero para mí se trata más sobre sacarlo de mi sistema.

Llegamos a la puerta y antes de abrirla Andrea comentó que intentaría hacerlo también.

El silencio estuvo ahí de nuevo. Ya había menos personas en la habitación. El doctor y Rober habían desaparecido y Pablo se despidió en cuanto abrimos la puerta. Me dio una de esas miradas cuando pasó por mi lado, de esas que solía darme antes en Primavera. Ya había olvidado lo que significaban.

—Pueden tomar asiento, señoritas. Esta conversación lo amerita —invitó Amaia. Señaló las sillas colocadas frente a su escritorio.

—Yo... —siseó Andrea a mi lado. Se le quedó viendo a Ian de una forma extraña y dio un paso atrás—. De hecho, tengo muchas, muchas, no, yo diría que demasiadas cosas que hacer, y como ya sé todo, es mejor que me vaya.

Retrocedió y cerró la puerta tras de ella. Regresé mi vista a Ian. La herida en su ceja había sido limpiada ya.

—Bueno, entonces empecemos. ¿Alguna pregunta que tengas, Laia? Así podemos empezar por lo que más curiosidad te dé.

Me senté en la silla lentamente, sintiendo la mirada de Canek a mis espaldas.

—Andrea me acaba de decir que quien les entregó este lugar fue Gabriela Clayton. ¿Cómo?

Esperé una respuesta mordaz de Emily, pero no llegó. En el tiempo que no estuve en su presencia, logró reunir el autocontrol de siempre y ahora lucía como la mayoría de veces: como si no quisiese que nadie le hable.

—Nos ofreció un trato y lo aceptamos porque nos pareció algo muy bueno. De todos modos, no podíamos permanecer con los amazonas mucho más.

—¿Y cuál fue ese trato? Si se puede saber.

—Ella nos daba el mapa, y nosotros recibíamos a alguien que ella enviaba y lo manteníamos vivo. Gracias a eso recibimos un poco de comida y medicinas de vez en cuando. Y antes de que preguntes quién es esa persona, no está en nuestras manos decírtelo. De todas formas, no afecta en nada a lo que tengamos que contarte.

—¿Qué tan involucrada está en todo esto? El refugio, las personas de aquí. ¿Y qué tanto sabe? ¿Amazonas? ¿Placebos? ¿Ella está al tanto? Perdón la sorpresa, pero es difícil de creer que ella sepa de todo esto y La Orden todavía no haya hecho nada. ¿Cómo están tan seguros de que no hablará?

—La Orden no tiene tanto poder como les han hecho creer. Son simples soldados si los comparas con todo lo que hay aquí afuera. Su poder es limitado y ellos lo saben —habló Emily. Su tono era tranquilo, sin ningún atisbo de querer comenzar otra pelea—. Su poder solo radica en no permitir que los demás lo sepan. Sin eso, no son nada. Aunque un poco inteligentes sí que son, hay que concederles eso.

Dirigí mi mirada hacia Amaia.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Es tanto que ni siquiera sabemos por dónde comenzar. Y es que no estamos seguros de conocer el comienzo de todo.

—Pues díganme cuándo empezó para nosotros. ¿Cuándo comenzamos a estar involucrados?

—Nuestra familia siempre estuvo involucrada —tomó la palabra Lamec—. Me refiero a mis padres, abuelos, bisabuelos. Siempre estuvimos involucrados, solo que no lo sabíamos. Tuvimos una breve idea cuando fui por primera vez a Primavera como parte de la campaña de aprendizaje. Me di cuenta de que ellos esperaban que haga algo malo para poder exiliarme, pero no ocurrió en ese primer viaje, no hasta el cuarto, cuando ya conocí a tu madre y nos exiliaron por incumplimiento a la ley de segundo orden. Aunque no habíamos hecho nada, nos condenaron de todos modos. Ahí fue cuando noté la diferencia. El tatuaje me lo hicieron a mí, pero no a Amaia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.