Amber

Capítulo 20: Corazones rotos

Corazones rotos

Lo odiaba.

Solo entonces y por primera vez se había detenido a pensar por qué Aaron le gustaba tanto. Era inútil y estúpido cada uno de los intentos por pensar en él como un chico bueno, lindo y que la trataba como a la única. Porque no era así en lo absoluto.

— Joder... —había reído Steve, mirándola de pies a cabeza con una sonrisa felina—. Aaron, ¿por qué no nos mostraste tu nuevo juguetito?

Era tan doloroso como detestable cuando recordaba una y otra vez las veces en las que él se había burlado de ella hasta humillarla frente a todos. Le enfurecía, molesta consigo misma, al pensar en lo tonta que había sido como para no querer ver aquella realidad antes. Y es que había juzgado tantas veces a las chicas que iban detrás de algún muchacho que no las quería como para no avergonzarse de eso.

Jayden Smith

¿Es que Amber nunca aprendería?

“— ¿Juguetito? —Había respondido Aaron con una sonrisa burlona la noche anterior, mirando a Steve como si hubiese dicho la tontería más grande de todas— ¿Qué te hace creer que al menos me gusta? Sólo estoy haciéndole un favor, no tiene dónde quedarse.”

Aaron se mofaba frente a los demás, se burlaba frente a ella y hacía de todo para hacerla quedar en ridículo. Y allí estaba ella, suspirando como una tonta y sonriendo por él. Enamorándose de un idiota que no la valoraba ni un poco solo porque tenía unas vagas e imposibles ilusiones. El solo pensar en que se habían imaginado juntos le daba arcadas.

Demonios, el agrio sabor del rencor inundó cada parte de su cuerpo al rememorar aquellas palabras. ¿Desde cuándo se había vuelto una "cursi"? ¿Por qué tuvo que pensar que entre ellos realmente había algo especial? Cada caricia, cada mirada y cada una de las sonrisas robadas parecían ahora nada más que una pobre ilusión inexistente. Y no, no fueron solo unas palabras sacadas por una tonta pregunta de Steve.

Porque aún recordaba, justo cuando Foster terminó de hablar, a una alta rubia ya conocida entrar al apartamento y correr directo a Aaron. Aún recordaba el desgarro en su pecho al ver a la atractiva chica sentarse en el regazo del castaño y comerle la boca a manera de saludo. Creyó que todo era una broma por un efímero y casi inexistente segundo. Porque todo parecía haber sido fríamente calculado para herirla una vez más. Incluso recordaba haberse enojado tanto, que miró a Steve como si se tratase de una pequeña mierda.

—No soy ningún juguete —había respondido con la furia bullendo en su interior, demasiado fuera de sí, así como hacía horas atrás respondió a su tía Rachel, que caminó directo al cobrizo. Demasiado enfadada como para haber notado la sonrisa felina en él—. Y no soy ninguna mercancía —siguió siseando bajo la atenta mirada de los amigos de Aaron mientras el susodicho se besaba con la recién llegada como si sus vidas dependieran de ello”.

“—Joder, y es toda una fierecilla —se mofó Steve, cada vez más entusiasmado—. En serio, Aaron, si no la quieres tú, me la quedó yo”.

Amber cerró los ojos con pesadez, tragando en grueso cuando los recuerdos de la noche anterior se conglomeraron en su interior. El recuerdo de ella abalanzándose sobre Steve aún se mantenía reciente, como una pintura fresca. Su pecho palpitaba por los sentimientos encontrados que resonaban hasta doler por la vergüenza, el enojo y la impotencia. Ya tenía demasiados problemas para que uno más se le sumara a la lista.

“—Steve, cállate de una jodida vez —Se había entrometido Rex repentinamente, sujetándole los brazos e impidiéndole que diera un golpe al cobrizo—. No me quieres ver molesto, idiota”.

Se había zafado entonces de los brazos de Rex, presionando los puños con fuerza porque de pronto soportar las lágrimas se hacía cada vez más difícil. Lo detestaba, y solo recién podía estar completamente segura. Porque si antes intentaba evitar a Aaron Foster, ahora era consciente del por qué.

Odiaba que la humillara y que aun así ella fuera lo suficientemente ingenua para creer que había algo especial. Incluso se avergonzaba. Lo detestaba, aun con lo rápido que admitir la molestia que sentía hacia él se hiciera tan grande y rápido. Todo era pesado y superficial cuando se trataba de Foster, como un ridículo sueño que sabes jamás se va a cumplir por lo irreal que es.

Aborrecía que se burlara de ella y que luego intentara ayudarla. Detestaba que la tratara mal, pero que luego la buscara en cada rincón. Odiaba que le diera besos en todos lados porque luego lo haría con otra. 

Despreciaba con todo su ser que coqueteara y se besara con todas incluso frente a ella. Y le preocupaba. Le era realmente preocupante que de pronto lo único que podía sentir era eso hacia todo el mundo. Ahora solo tenía rencor, odio y desprecio hacia los demás. Porque sabía a conciencia cierta que ella misma empezaba a desaparecer para dar lugar a alguien más, a una Amber repleta de aborrecimiento.

—Me largo, prefiero estar allí que tener que estar aquí haciendo el ridículo —había murmurado enfadada a Rex, al único chico que prácticamente había corrido detrás suyo hasta la entrada del apartamento de Aaron Foster”.

Estuvo lo suficientemente enfadada como para dejar que las palabras salieran de su boca como vómito verbal, sin tapujos ni impedimentos.

—No tienes que hacerlo —respondió Rex casi con desesperación—. Por lo que más quieras, no lo hagas. Aaron puede ser muy idiota pero créeme cuando te digo que no sé por qué demonios se está comportando así. En serio, no quiero tener que soportar su mal humor nuevamente una vez que te vayas de aquí”.

Rió internamente, ignorando la puerta que acababa de abrirse de su supuesta habitación de la mansión Miller.



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En el texto hay: celos, celos y drama, corazon roto

Editado: 18.06.2020

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